lunes, 24 de noviembre de 2014

Sentido y precisión


Para todo consumidor de libros que se precie de buen lector, el nacimiento de un nuevo sello editorial se le presenta como una noticia que no debe pasar desapercibida para sus intereses, sobre todo, porque el hecho en sí se convierte en una oportunidad más de tener otras posibilidades de sumar hallazgos literarios que de otra manera dormirían, probablemente, en el cajón del olvido.

Hace un par de semanas se presentó en Madrid Círculo de Tiza, un sello independiente que salta a la palestra en un momento difícil y complicado de la realidad editorial española y, a pesar de ese handicap, apuesta por hacerse un hueco en el género de la crónica y el periodismo literario. Eva Serrano, su valedora e intrépida editora, cree que la gran literatura del siglo XIX y XX se escribió en los periódicos, o lo que es lo mismo, la crónica periodística de Azorín, Ortega y Gasset, Julio Cambas y demás es literatura en estado puro pegada a la calle, que interesan al lector curioso. Retomar esa senda y espíritu es el objetivo de Círculo de Tiza, una editorial que se marca como meta publicar títulos recurrentes sobre los secretos del oficio de escribir.

Uno de sus primeros lanzamientos que circula ya por las librerías es una recopilación de artículos y conferencias de la escritora y periodista argentina Leila Guerriero (Junín, 1967) bajo el título de Zona de Obras, un volumen en el que su autora reflexiona sobre su trabajo periodístico, sin aspavientos, pero con el tesón y entusiasmo de quien cree a pies juntillas en lo que hace, de quien apuesta por la crónica como literatura.

La literatura, se publique en libro o en prensa, aspira a lo eterno, a superar lo efímero, a no tener fecha de caducidad. Es consustancial al periodismo que toda publicación informativa pierda interés al tiempo que pierde vigencia, esto es incuestionable. Pero hay un periodismo que, sin abandonar la noticia, sin alejarse de la actualidad y aplicando la investigación exhaustiva, deriva en literatura, con la intención de permanecer en la memoria del lector y ser fuente de próximas lecturas. El libro de la sudamericana Guerriero pertenece a ese club de escritores de la talla de otros paisanos suyos, como Roberto Walsh y Martín Caparrós o el mexicano Juan Villoro que llevan la crónica como bandera literaria de un género periodístico solo al alcance de reporteros de raza. Porque lo que tiene de particular una buena crónica es que cuente hechos verdaderos con las herramientas de la ficción.

Zona de obras es una lectura recomendable y útil para todo aprendiz del género periodístico, que reúne textos breves y magistrales sobre el proceso creativo de la crónica y los riesgos del oficio del escritor de reportajes. Leila Guerriero no cree que el periodismo sea un oficio menor, una suerte de escritura de segunda mano y abre su volumen con una nota preliminar para responder a tres preguntas fundamentales: ¿Para qué se escribe?, ¿por qué se escribe? y ¿cómo se escribe? Más adelante subraya la periodista que solo si una prosa intenta tener vida, tener nervio y sangre, un entusiasmo, quien lea o escuche podrá sentir la vida, el nervio y la sangre: el entusiasmo (pág.42). Viene a confirmar Leila que el periodismo narrativo se construye sobre el arte de mirar, rastrear y encontrar la historia, más que sobre el arte de hacer preguntas o de tener que inventarlas, ahí está el quid de la cuestión, porque las noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de la búsqueda, todo lo que hace falta saber.

Zona de obras es un volumen repleto de sorprendentes páginas, un libro recopilatorio que ayuda al lector a comprender cómo se arma una crónica literaria y entender mejor el verdadero oficio y vocación del periodista, un ejercicio que requiere arrojo e investigación y, sobre todo, talento en la composición.

Leila Guerriero es una escritora tocada por la gracia de su audacia, que no renuncia a la esencia del oficio como los buenos cronistas de su estirpe para decir lo que sabe, sin acudir a la impostura del invento para alimentar sus reportajes. Ella no sugiere, solo indaga con la fe puesta en la magia de la palabra, la única capaz de hacer trascendente y perdurable cualquier noticia. De esa tozudez y precisión de estilo nacieron dos de sus mejores crónicas literarias: Los suicidas del fin del mundo (Tusquets, 2005) y Una historia sencilla (Anagrama, 2013).

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