lunes, 27 de marzo de 2017

Estampas de Venecia

A la capital del agua, a la ciudad de los canales, le sienta bien la decrepitud, escribe Josep Pla en sus Cartas de Italia (1955). Un punto de vejez y decadencia parecen estar profundamente ligados con la prodigiosa y única personalidad de esta ciudad, subraya el escritor catalán, tan especial con su color rancio y característico. Venecia está presente en la obra de los grandes escritores: Byron, Henry James, Melville, Proust, Pound, Gautier o Mann, autores fundamentales e imprescindibles para entender la literatura moderna y el mundo en que vivimos. Venecia es un universo de deseo, así lo entendieron estos autores, cada uno desde el contraste de su perspectiva: Marcel Proust la vio como un mosaico eterno y Thomas Mann como la encrucijada del amor y la muerte. Para Gautier, infatigable viajero, Venecia es una de esas pocas ciudades dotadas de embrujo y misterio, capaz de engatusar a cualquier hombre, poeta o no, para tenerla como patria ideal de sus sueños.

La historia de la Serenissima, su arquitectura, sus pinturas, sus dirigentes, la música, sus jardines y plazas, el mar, se articulan en las creaciones de muchos de los escritores que revisitaron sus canales, palacios y plazas, de tal manera que siempre que pensamos en Venecia la encontramos dispuesta y capaz de inspirar una literatura original y propia.

El poeta y ensayista Juan Lamillar (Sevilla, 1957), atraído por la onda expansiva de sus predecesores, publica unas variaciones literarias sobre la perla del Adriático bajo el título de Notas sobre Venecia (Fórcola, 2017) en una edición cuidadosa, como nos tiene acostumbrados este sello, dentro de su colección Singladuras, un libro fragmentario y poroso que mira la Venecia actual y su trayectoria centenaria por medio de los apuntes que su autor ha ido recopilando a lo largo de su experiencia y de sus lecturas.

En el frontispicio del libro, Lamillar presenta cuatro citas de ilustres viajeros fascinados por Venecia, cuatro instantáneas que predisponen al lector a incorporarse a revisitar esta memorable ciudad a través de sus notas como viajero y lector atento. Podríamos recomponer lo dicho por Gautier, Rilke, Ruskin y Morand en que Venecia, la princesa del Adriático, ciudad de ensueño e inspiradora eterna, está concebida para mirones y curiosos. A golpe de entradas breves, el poeta sevillano se desliza con pulso de cronista de época por el trazado laberíntico de la ciudad, desmenuzando su historia, sus secretos, su melodía, sus espejos y lienzos, evocando las voces de algunas figuras de las letras y las artes que volcaron sus creaciones sobre la magia de esta ciudad-estado, tan atractiva y misteriosa. El gran Goethe, cuando visitó Venecia por primera vez en 1786, asombrado por sus canales, sus puentes y las góndolas que surcaban sus aguas, la llamó “república de castores”.

Notas sobre Venecia es un libro fecundo en detalles y ameno, que se deja leer gratamente porque contiene esa salsa picante que tanto gusta al lector curioso de redescubrir lugares, detalles históricos y perspectivas particulares, a través de la mirada e impresiones de alguien propenso al asombro, como es la voz del poeta, con las palabras justas y necesarias para atraparnos en sus hallazgos e involucrarnos con su crónica en un paseo intemporal por una ciudad única y asombrosa como Venecia. Dice Juan Lamillar que aquí se cumple, como en ningún otro lugar, la intencionalidad del famoso aforismo de Oscar Wilde que implora lo siguiente: “A mí dadme lo superfluo, que lo necesario todo el mundo puede tenerlo”. De hecho, esta decantación tan veneciana por lo aparente y refinado, subrayada en estas notas, dio lugar a inventos singulares originados allí, como la diplomacia, el impuesto sobre la renta, la estadística, la deuda del Estado, la lotería, el ghetto o los espejos de cristal.

Lamillar se prodiga, sin tener que acudir a los excesos retóricos, en rescatar datos y citas literarias para ilustrar sus notas y llevarlas a su bitácora, haciendo de su propia lectura una guía sentimental veneciana con sus realidades y espejismos, sin ocultar su miedo a la vorágine turística que origina este punto de destino universal tan anhelado para el viajero, como vaticinando lo que Dickens ya aludía en sus Estampas de Italia: “He pensado en este extraño sueño en el agua, preguntándome si seguirá aún allí y se llamará Venecia”.

Estamos ante un jugoso texto, un libro hermoso, elaborado con destreza y mimo sobre la Venecia de la pintura, la Venecia de la música, la Venecia de los libros. El lector amante de la curiosidad histórica o de los ecos literarios sobre escritores viajeros, encontrará en estas notas de Juan Lamillar un territorio propicio para el deleite intelectual gracias a la sutil erudición que lo sostiene y a la eficacia narrativa de su autor, capaz de suspender el tiempo a tu alrededor en torno al hechizo de esta ciudad que hace que todo el mundo se enamore de ella.


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