martes, 20 de junio de 2017

Escribir con sacapuntas

Ricardo de la Fuente (Sacramenia, Segovia, 1956), catedrático de Sanidad Animal en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, autor de más de un centenar de trabajos científicos, ha tenido bien guardado durante mucho tiempo su secreta vocación literaria. Hace unos años se inició en la ficción narrativa en el taller de escritura creativa dirigido por Clara Obligado. Tal vez leer y escribir sea lo único que merezca la pena aprender, lo único que valga la pena enseñar a todo el mundo para honrar a nuestra especie. Leer y escribir son intentos de libertad, de ensanchamiento, de travesía y de experimentar nuevas emociones. La afición a escribir es incurable, decía Carlos Pujol, y aconsejaba no impedirlo, aun a sabiendas de que cada cual, en ese juego de palabras, escribe como puede y no como quiere; “porque se escribe lo que deciden las palabras”.

Este veterano profesor universitario confiesa que le gusta escribir con el sacapuntas y, ciertamente, parece que el diminuto afilador le acompaña de forma permanente en su manera de entender la escritura. Su debut literario irrumpe felizmente en un género que, engañosamente, parece estar al alcance de todos, como si el aforismo per se facilitara a cualquiera la gracia necesaria para indagar en ese sentido innato del hombre de apreciar la verdad, la eufonía y la resolución a las preguntas de la vida. Lo que el lector descubre en Andar en la niebla (Cuadernos del Vigía, 2017), galardonado con el Premio Internacional José Bergamín de Aforismos de este año, es que para concebir un libro de estas características se precisa un duende risueño, un talento especial que no incurra en la simple ocurrencia y nos conduzca a tomarnos un poco a broma la frase elevada o la máxima solemne. Ricardo de la Fuente posee esa gracia y sabe que escribir aforismos consiste, antes que nada, en tener en muy alta estima las condiciones de quien los va a leer.

Se dice que, a pesar de su tamaño, en el aforismo puede caber cualquier género literario, desde la poesía lírica y experimental, hasta el microensayo, pasando por la narrativa más sucinta, el pensamiento concentrado o la mordacidad humorística como se advierte, por ejemplo, en estos dos subrayados del libro: No destacarás impunemente; El corazón y la cabeza se entienden a nuestras espaldas.

Esta colección, que reúne doscientos setenta y cinco aforismos, está estructurada en cuatro epígrafes, cada uno de los cuales aglutina particularidades afines o metafóricas al título enmarcado, pero, en todos, el autor nos viene a decir que la valía del ser humano no reside en la verdad que uno posee o cree tener, sino en el sincero esfuerzo que pone para alcanzarla.

En la primera parte titulada Virutas, De la Fuente esparce sus breverías sin pretensiones de deslumbrar, sino de excitar y de mostrar la sencillez de las cosas que nos suceden: Nada se descubre sin salirse del sendero, dice en una de ellas; Cada día nos cambia el futuro, subraya en otra; Las virutas de una barra de hierro siguen siendo hierro, sentencia con el aforismo que pone fin a esta sección.

En Pasar página, hay muchos guiños a la lectura y a la escritura: No usarás el adjetivo en vano, advierte; ¡Cómo vas a saber lo que piensas de verdad si no te pones a escribirlo!, exhorta en otro anterior; Aprender a leer lleva décadas, avisa a los distraídos; Las palabras se van con los poetas porque las sacan de su rutina, atina en este henchido de lirismo

Estar a las dudas y Egometría conforman las dos partes finales del libro y en ellas el pensamiento y la introspección destacan como fundamento de los aforismos que los acompañan, como vemos en estos cuatro: Es tan corta la vida que no alcanza para atar cabo; Desear es fácil. Lo difícil viene después; Llega una edad en que uno puede permitirse el lujo de cambiar de defectos; Mis contradicciones no saben que les seré infiel con otras.

Andar en la niebla es un libro sabio, escrito con inteligencia e ironía, que refleja mucho la agudeza de su creador, un manifiesto ejercicio provocador de ingenio y alumbramientos en el que la sutileza y el humor acampan con regocijo por sus líneas y por sus silencios.


De la Fuente debuta, sorprendiendo a propios y extraños con este libro luminoso que repara en la vida y en sus detalles, con reflexiones en miniaturas, muchas de ellas de tan solo tres o cuatro palabras, las precisas para que el lector las ingiera con inmediatez y provecho, un estupendo texto para disfrutar en donde el lector encuentra algo de sí mismo que no sabía y agradece.

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