miércoles, 6 de febrero de 2019

Viajar hacia dentro


Todos albergamos sentimientos dentro de nosotros. Pero, ¿dónde se sitúan, exactamente? La poesía es la manifestación singular más pura de la que exprimir ese territorio oculto en nuestro interior. Dice Jorge Carrión que la poesía es el género más cercano al caminar. Así es como se hace notar. No como trinchera, sino como iniciación al conocimiento, como paseo por lo indecible. En ese sentido, la poesía es un lugar que no cierra el paso a nadie, a condición de que quien se adentre en ella lo haga sin prejuicios, sin ataduras, sin importarle extraviarse por el tiempo y ver la realidad del otro, la del poeta que habla desde su irreductible individualidad.

Se acaba de publicar hace unos meses una encomiable antología poética bajo el cuidado y mimo del poeta y crítico literario José Luis Morante que abarca treinta y cuatro años de poesía en la obra de Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) escritor, columnista, editor y autor también de dos libros de aforismos, poeta convencido de que la existencia es el cauce propicio para vislumbrar la poesía desde el interior y afrontarla con el mundo que le rodea, en concordancia con esa idea que decía Ángel Crespo acerca de la poesía, como camino de ida, pero sin vuelta, porque cuando se regresa ya se viene de otra parte.

Bajo el contundente y lapidario título También vivir precisa de epitafio (Chamán Ediciones, 2018), último verso extraído del poema Balance, de la anterior obra poética de su autor El baile del diablo (2017), Morante reúne ciento quince poemas escogidos, que abarcan la trayectoria completa del poeta, que va desde 1983 a 2017, para mostrarnos todo el bagaje poético de Sánchez Menéndez en el que destaca ese sentimiento lleno de hondura y sencillez, desde la esencia de la palabra y desde el laberinto del pensamiento, dispuesto siempre a preguntarse el porqué de las cosas, en un diálogo creciente por cada una de las etapas por las que transitan sus versos. Nos dice el antólogo en su revelador prólogo que estamos ante una poesía de pensamiento, de conciencia reflexiva, en donde “las palabras están ahí, maleables y frágiles para llenar de poesía la hendidura”.

En su poema Los pros de la vida, perteneciente a su libro Última cordura (1983) se asienta buena parte de ese sentir y pensamiento tan propio en el que la fragilidad del significado del saber y del vivir están presentes como sello de su ética y de su estética: “Todo lo que uno sabe está siempre/ en un estado de provisionalidad,/ pero no es relativo,/ es susceptible de una mayor profundización,/ y eso sí que es relativo”. En dos poemas del ya citado El baile del diablo, el primero de ellos Hat, la voz poética pide perdón a su madre por haber pecado, habla con apariencia de broma, libre y sin ataduras, pero va igual de serio que en el siguiente poema que se titula Life lie, que dice así: “¿En qué momento exacto se distingue/ esa simple palabra, la justa?/ Y, con una sonrisa en los labios,/ respondió: Debes marcharte,/ mi marido está a punto de llegar.” Ambos intercalan melancolía y pesadumbre, un conjuro que no cesa de mostrarse en su poesía.

Toda la poesía de Sánchez Menéndez destila introspección, con una pátina inconfundible de ironía y descreimiento agitado, imposible de acallar. Hay un yo convertido en materia poética que da sentido a su obra en pos de decantar lo esencial de la propia existencia. Reflexionar sobre esto y preocuparse del porqué de las cosas siempre está presente como algo inevitable de alguien bien abrigado por el pensamiento clásico de los presocráticos, de alguien que se siente más lector que escritor, e inconformista en su quehacer literario, implicado más que en querer decir, en transmitir, para que la palabra cale en lo más hondo.

Pero también su poesía se ha ido esponjando de otras lecturas que le han servido de cauce y formación, como así declara en una entrevista en la radio. La figura de Nicanor Parra está presente como homenaje de alguien que ha sabido templar el acercamiento del lector a la poesía. También otros autores, como Platón, Novalis, Leopardi, Juan Ramón Jiménez, Luis Rosales, José Hierro o Ángel González conforman su particular canon de poetas preferentes.

Hablar de esta antología es detenerse a resaltar el buen trabajo elaborado por José Luis Morante, que ha conseguido poner al alcance del lector una guía bastante completa de la poesía de Javier Sánchez Menéndez, un poeta convencido de que en el silencio y en la soledad se encuentra el verdadero lugar donde se puede rebasar la escritura que nace del bullicio de la vida, con la idea de querer decir algo más al mundo, trascender y abrazar el alma de quien la lea.

En este libro viajamos hacia dentro de la hondura y el desgarro de unos textos en los que la belleza y el dolor existencial ponen su son y contrapunto a la realidad y a lo que el poeta atisba más allá de ella. Cada lector tiene la posibilidad de convertirse en otro fingidor, y este hermoso libro se presta a ello. Caligrafiarlo en su memoria, sacando punta de lo que ya se leyó entre verso y verso, también precisa de sentir lo que toca dentro.


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