viernes, 20 de diciembre de 2019

Viajar de manera diferente


Viajar hoy en día parece que está al alcance de cualquiera. Y más aún, si cabe, con la cantidad de ofertas que las agencias de viajes lanzan durante todo el año, valiéndose de internet, de los medios de comunicación y de aplicaciones virtuales tan atractivas y fáciles de clicar. Viajar se convierte en una particular forma de ocio y conocimiento que en los tiempos que corren nos mueve a embarcarnos hacia objetivos lejanos, difícilmente alcanzables antes, que ahora parecen estar más asequibles al bolsillo de la gente normal. No obstante, como decía Paul Bowles, conviene no olvidar que la gran diferencia entre un turista y un viajero radica en que el primero siempre viaja con un billete de vuelta, mientras que el segundo no tiene fecha de regreso prevista.

Esto siempre ha estado presente en los grandes viajeros cronistas, como Josep Pla, Bruce Chatwin o Paul Theroux. Viajar para ellos es trasladarse para adquirir un incomparable enriquecimiento interior, un desafío, y contarlo se convierte en otra tentativa, un traslado con palabras, para dejar por escrito sus experiencias y asombros. Traslado o metáfora, el viaje es, desde luego, imagen del deambular humano que ha venido repitiéndose desde la Antigüedad. Por eso, los libros de viaje, la literatura de viajes de siempre, han constituido un producto textual inagotable que se manifiesta en todos los tiempos y en las más variadas modalidades literarias.

Uno de los elementos más destacados dentro de la poética del viaje es, precisamente, el encuentro con el Otro. Cada cual, dice Ryszard Kapuściński, tiene que saber y experimentar en qué tiene que fijarse durante un viaje y cuáles son los temas de interés que le son propios de su mirada. En ese sentido, afirma que “el encuentro con el Otro, con personas diferentes, desde siempre ha constituido la experiencia básica y universal de nuestra especie”. Patricia Almarcegui, consumada viajera, considera que el itinerario es uno de los elementos más significativos y determinantes para encontrarse con ese Otro del que habla el escritor polaco, un encuentro que origina la verdadera riqueza del viaje y que necesita, con anterioridad, la densidad de una buena preparación.

Profesora universitaria de Literatura Comparada, novelista y ensayista, Almarcegui ha visitado muchos países y residido en Egipto, Irán, Uzbekistán, Japón, Kirguistán, Sri Lanka y Oriente Medio. Su campo de investigación se centra en la Estética Literaria y los Estudios Culturales, derivados con mayor relieve de la Literatura de Viajes. Entre su obra narrativa destacan El pintor y la viajera (2011), Una viajera por Asia Central (2016) y la novela autobiográfica La memoria del cuerpo (2017). En su vertiente ensayística, sobresalen Los viajes de Marco Polo (2013), El sentido del viaje (2013) y Conocer Irán (2018).

Ahora, con la publicación de Los mitos del viaje (Fórcola, 2019), su libro más ambicioso, renueva ese empeño de continuar inmersa en esa labor estética y cultural emprendida hace ya una década, sobre todo, poniendo énfasis en lo que el viaje vela y desvela, su significado y desciframiento, a través de su propia experiencia y la que dejaron recogidas otros titanes viajeros en sus textos, como fueron Marco Polo, Ruy González de Clavijo, Alí Bey, Lady Montagu, Carsten Niebuhr o la admirable viajera suiza Annemarie Schwarzenbach, para quien vida, viaje y literatura son equivalentes. Lo que el lector se va a encontrar en esta compilación suya escogida de sus trabajos publicados en forma de artículos a los que se añaden otros textos inéditos, es, por un lado, una interesante teoría del viaje, para después acometer el testimonio vívido de un grupo selecto de importantes viajeros, intercalando reflexiones de lo que para la autora sugiere de estética y cultura el viaje, lo que aporta, provoca y revela.

El viaje crea asimismo experiencia. Cada desplazamiento interroga sobre la forma de atravesar el mundo haciendo experiencia […] El viaje puede pensarse como un deseo y una necesidad. El viajero se desplaza por escenarios novedosos con los que recorre el mundo y lo interpreta como un espacio de confines”. Insiste en el valor de la vista. Para ella, viajar es descifrar el mundo por los ojos, y subraya que la cuestión no es tanto mirar, como hacerlo de forma diferente. En su enfoque está presente que en el espíritu del viajero observador existe una realidad en su desplazamiento, más allá del lugar de donde viene, y un interés por el encuentro de lo extraño.

Patricia Almarcegui reformula en este nuevo trabajo suyo el imaginario del viajero a partir de una teoría mítica y cultural de cómo el viaje se ha ido conformando por las vivencias de quienes lo han volcado como experiencia literaria en textos en los que el viaje les ha implicado en un ejercicio de alteridad, a veces gozoso, otras exigente y no menos intenso y continuado, con esa posibilidad maravillosa de comunicarse con el Otro, sin olvidar que uno mismo es el gran asunto de todo viaje. Porque, al fin y al cabo, viajar conduce inexorablemente hacia la propia subjetividad.

He disfrutado de lo lindo leyendo Los mitos del viaje, un libro fecundo y vindicativo, un oráculo viajero en pos de la sensibilidad de quien viaja en otra dirección, de quien busca nuevos referentes y aspira a conectar su yo viajero con el lugar del otro. Interesantísimo.


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