jueves, 15 de septiembre de 2022

Un hombre privado de sentimientos


Todo editor anhela publicar libros que se vendan bien, que tengan aceptación amplia entre los lectores, pero también libros de los que además le hagan sentirse orgulloso de su oficio. Y si de una manera u otra no coinciden en los mismos títulos, procura crear un catálogo propio con el rédito obtenido por los primeros para probar suerte con aquellos otros de mayor calidad literaria, a sabiendas de que su impacto e interés no alcance a un público más amplio como debiera y merece.

La realidad editorial es esa y, en buena medida, persistente en ingeniársela a la hora de alentar el fomento de la lectura con propuestas más arriesgadas. Por eso mismo, algunos lectores seguimos atentos al eco de lo que algunos sellos editoriales han ido proponiendo en tal sentido, tratando de descubrir, entre otras motivaciones, a autores europeos bien traducidos a nuestro idioma. Libros que han sido bien acogidos por la crítica de su país, así como por lectores de amplio espectro para ponerlos a nuestro alcance: por ejemplo, la apuesta de Acantilado por la obra de Stefan Zweig, la de Tusquets por las novelas de Milan Kundera, la de Anagrama por los textos de Sebald o el decidido propósito de Salamandra en divulgar toda la obra del escritor Sándor Márai, tras el éxito obtenido con la publicación primera de El último encuentro en 1999.

Ciertamente fuimos una legión los que quedamos sorprendidos y encandilados con esta novela y así sucedió con todo lo que después continuó editándose de dicho autor. Estoy pensando en novelas como Divorcio en Buda (2001) o La mujer justa (2004) entre las más destacadas, así como en sus tres libros de memorias, Confesiones de un burgués (2004), ¡Tierra, tierra! (2006) y Diarios: 1984-1989 (2008). En todas ellas subyacen, como telón de fondo, hechos trágicos de la historia colectiva Centroeuropea, al mismo tiempo que un humanismo incontenible descrito en sus páginas como fiel reflejo del empeño de Márai por hurgar en lo recóndito del alma de sus personajes, así como de su propia vida.

Faltaba por descubrir su ópera prima que, para gozo de los lectores, acaba de publicarse hace unos meses, bajo la traducción de Mária Szijj y José Miguel González Trevejo. El matarife (Salamandra, 2022) es un rescate literario afortunado, una novela corta impactante en la que Sándor Márai hace un retrato brillante, a la vez que tremendo y pavoroso, de un hombre, matarife por gusto y soldado por obligación, privado de compasión y ternura. Otto Schwarz, su personaje, es un ser anómalo, despreciable y salvaje, concebido en una noche marcada por la violencia. Aquel día, en el circo al que acudieron sus padres como espectadores, una osa polar se comió de un mordisco la cabeza de su adiestradora.

Otto no tardaría mucho en convertirse en un hombre para quien matar animales en un desolladero berlinés, o liquidar soldados enemigos en el frente, no le supondría ninguna repulsa, ni carga moral alguna, sino una suerte de oficio y aptitud sin más. Márai ha querido reflejar en sus páginas, a través de la figura de su personaje, la desquiciante situación y el trastorno mental que desencadenó también la Primera Guerra Mundial, con la ironía y equidistancia precisas y propias de un cronista de la realidad del momento, consciente de que resultaría imposible pensar que alguien pudiera salir indemne de aquella confrontación, excepto Otto, un ser frío y desaprensivo al que poco o nada le importaba el sentir ajeno.


En El matarife, Sándor Márai describe con brillantez, hondura y tono desapasionado hasta qué punto un ser humano es capaz de modificar su propia naturaleza social asolada bajo los estragos no solo de su insólito comportamiento, sino también de una guerra de naciones tan cruenta y terrible como la que estaba llevándose a cabo. Con mucha sutileza y análisis de los acontecimientos y el alma humana, Márai fija su mirada en el detalle de la conducta indiferente de su personaje para contarnos, sin extravagancias ni recato, una ficción encarnada en la maldad seca de un hombre desprovisto de sentimientos que se mueve por la vida como en campo de batalla, por terreno minado.

Márai es un maestro en la indagación del alma. Entrar en las páginas de sus novelas es rebuscar en los corazones de sus personajes para encontrar sus fisuras y momentos claves que definieron sus vidas. Su prosa concisa, afilada y a veces gélida logra que resulten devastadoras sus historias por las verdades que pone al descubierto. Con esta de El matarife, escrita a sus veinticuatro años, comenzó su bagaje y forja de estilo. Se lee de una sentada y no sin escalofríos.



4 comentarios:

  1. Decididamente, me has "abierto el apetito" con tus palabras. Mil gracias.

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    1. Te gustará sí o sí, Rubén. Es un texto narrativo encomiable. Abrazos.

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  2. No he leído nada de Maria, pero tras leerte tengo que ponerle remedio. Gracias Jimy.

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  3. Lo celebrarás, estoy convencido, Pedro. Sándor Márai es un escritorazo.

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