domingo, 28 de abril de 2013

Relatos hipnotizadores


El primer libro que leí de Roald Dahl (Llandaff, 1916- Buckinghamshire, 1990) fue hace más de veinticinco años. Quiero recordar que mi acercamiento al escritor galés fue por puro azar, debido a la atractiva portada de Julio Vivas, que la editorial Anagrama publicó bajo el título El gran cambiazo. Los cuatro relatos recogidos en el libro, Switch Bitch, en su edición original, que fueron galardonados con el Gran Premio del Humor Negro, me parecieron extraordinarios. Dahl presenta una receta de humor llena de ternura y crueldad, muy bien elaborada y sazonada con talento e imaginación abundante. El relato que da título a esta obra describe la ingeniosa estratagema concebida por dos maridos libertinos respecto a sus confiadas y exuberantes esposas. Roald Dahl es un maestro en poner en evidencia las fisuras de la normalidad y cómo en una situación aparentemente trivial se agazapa el horror. En estos relatos, Dahl propone unas parábolas ácidas sobre la fragilidad del amor y la incertidumbre de la existencia.

A partir de esta lectura empecé a interesarme por toda su obra y continué con Mi tío Oswald, el mejor fornicador de todos los tiempos, según su sobrino, que es el encargado de transcribir sus diarios. Una novela repleta de aventuras picarescas, a veces escabrosas, otras delirantes, pero bajo un ritmo trepidante.

Roald Dahl se consagró por su extraordinario ingenio, su destreza narrativa, su dominio del humor negro y su capacidad innata para la sorpresa, quizás la característica más sugerente para el lector entusiasta de sus textos y, también, para Alfred Hitchcock, que adaptó para TV muchos de sus relatos. Gozó de una fama sin precedentes como autor de libros para niños, como Matilda o Charly y la fábrica de chocolate. Dhal pasó su infancia en Inglaterra y, a los dieciocho años, se fue a trabajar a la compañía de petróleo Shell en África. Cuando estalló la II Guerra Mundial se alistó en la RAF como piloto de combate. A los veintiséis años se trasladó a Washington D.C. y allí empezó su carrera literaria. Su primer relato, que recogía su aventura en la guerra, se lo publicó el periódico The Saturday Evening Post, y fue el inicio de su exitosa carrera. Una vida fascinante y aventurera dentro de una mente que hervía imaginación y maestría para contar historias extraordinarias.

Después de establecerse como escritor para adultos, Roald Dahl empezó en 1960 a escribir historias para niños mientras vivía en Inglaterra con su familia. Sus primeros relatos estaban dirigidos a sus propios hijos, como entretenimiento, y a quienes dedicó muchos de ellos.

La editorial Alfaguara ha publicado recientemente Cuentos Completos, una obra que contiene cincuenta y cinco relatos hipnotizadores que embaucan al lector para que sea cómplice del narrador hasta el desenlace brutal e inesperado de la trama de cada historia. Dahl posee un estilo subversivo que irrumpe en nuestra mente de la manera más directa posible: son narraciones secas, ingeniosas y carentes de sentimentalismo. Si Stephen King pudiera escribir con precisión criminal nos habría sorprendido con La patrona (The Landlady), la historia de una casa del extrarradio con una misteriosa propietaria que acoge a una escasa y permanente clientela. Si Clive Barker tuviera sentido del humor, podría haber escrito Cerdo (Pig), una mirada cómica y brutal sobre la cocina vegetariana. Y con un poco de sangre fría, Borges habría imaginado al fanático jugador de Un hombre del Sur (Man from the South) que apuesta asiendo en sus manos un martillo y un cuchillo de carnicero. Sin embargo, estos relatos y todos los que configuran esta antología fueron concebidos por la mente y la astucia de Roald Dhal, un genio del horror, lo grotesco y lo inesperado. En el último relato de esta colosal edición de sus Cuentos Completos, titulado Racha de suerte (cómo me hice escritor), el británico narra cómo se convirtió en escritor profesional. Para él, lo más importante y difícil de escribir historias inventadas, consistía en encontrar el argumento. Y afirmaba : los argumentos buenos y originales son difíciles de encontrar, porque un buen argumento es como un sueño, si no lo escribes al despertar, lo más probable es que lo olvides y con frecuencia basta con una sola palabra.

Un aspecto que gusta mucho del escritor galés es que tiene por norma no mostrarse como intruso en lo que cuenta y para ello se aparta de las consideraciones morales de sus personajes. Dhal no es cruel, aunque experimentó alguna crueldad en su vida, por eso no tiene problemas en mostrar quién es el malvado en un cuento y se aparta por comprenderlo, y no trata de justificarlo. Tiene claro que para que haya un vencedor se requiere un perdedor y que para que exista el bien ha de existir el mal. Y así, para provocar inquietud en el lector, Dahl enfrenta a los personajes a situaciones morbosas e incluso macabras. Una de las características más significativas de su escritura es la capacidad de manejar al lector en el desarrollo de sus cuentos. Podemos inmiscuirnos en la venganza, el desprecio, el rencor y el odio hasta el punto de que compartamos la inevitable ferocidad del castigo para aliviarnos. Su estilo directo, elocuente, seco, expresivo y vivo, con un humor ácido y negro, siempre ha cautivado a sus lectores. Roald Dahl es un escritor de relatos directo y cercano. Esta edición completa de sus cuentos es todo un acontecimiento literario que hay que celebrar como se merece.



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