En
el Cultural de ABC del pasado fin de semana se
abordó, en un extenso e ilustrativo reportaje, el fenómeno de los
libros más vendidos en el transcurso de este año por las diferentes
editoriales españolas independientes, bajo el título de Los
otros “bestsellers”.
Entre el sugerente catálogo reseñado en el artículo, quiero
destacar La transmigración de los cuerpos,
de Yuri Herrera
(Actopan, 1970), publicado por Periférica. El escritor mexicano, al que
tildan de “el Rulfo
del siglo XXI” , dueño del poder del lenguaje y de la tradición,
que tanto gusta a los lectores literarios, ha escrito una
extraordinaria novela. En esta novela breve, no solo el lenguaje
desplegado entre sus páginas es encomiable, sino que apabulla al
lector, con una voz que parece llegar de otra parte. La voz narrativa
de Herrera
encuentra una forma nueva de hablar sobre el mundo.
El
arranque de esta trepidante historia es brutal y demoledor: “Lo
despertó una sed lépera, se levantó y fue a servirse agua pero el
garrafón estaba seco y del grifo escurría nomás un hilo de aire
mojado”. Este inicio, así como
su continuación y final está atravesado literalmente por el empleo
del arma que mejor domina Yuri
Herrera: la fuerza del
lenguaje, el alarde de las palabras.
En
La transmigración de los cuerpos
una epidemia está arrasando las ciudades. La gente tiene miedo al
contagio y lleva “tapabocas”
de protección. Muchos se quedan encerrados en sus casas esperando
mejores tiempos. La enfermedad lleva al aislamiento e inevitablemente también desata la brutalidad entre sus habitantes. El personaje del
Alfaqueque es
memorable, y, como protagonista de la novela, nos da la perspectiva
de todo lo que pasa alrededor de la trama. Es un emisario que, como indica su propia definición, tiene la misión de intervenir y apaciguar. De eso vive, de mediar en los
conflictos de los vecinos. Lo suyo es hablar y destensar las
tiranteces entre implicados. Sin embargo está atrapado en ese
papel, ya que el rol que desempeña es bajar los ánimos encendidos
y, para ello, necesita el problema de la violencia para actuar. Pero
el Alfaqueque, un
personaje fronterizo, que tiene que mediar entre dos grupos
polarizados, y que tiene que intercambiar seres queridos, a pesar de
que estén muertos (como acostumbraban los antiguos griegos en los
conflictos de guerra), posee un verbo sanador para resolver los
asuntos. Su palabra es el arma apaciguadora de la violencia existente
en el meollo de la historia entre dos familias (como los capuletos y
montescos) en México, aquí desarraigadas y barriobajeras, en donde
Romeo y la Muñe
representan la tragedia de la trama shakesperiana. Alfaqueque
se presta porque es consciente de saber manejar las palabras justas:
“Verbo y verga es lo que tengo, pensó. Y a veces susto”
(pág. 133).
La transmigración de los cuerpos
es un acontecimiento literario a celebrar, una historia de violencia intensa y amena, verosímil y efectista, escrita con maestría y
originalidad, con un lenguaje fresco y diálogos vivísimos, tan real
que parece imaginado. Yuri
Herrera se revela como un
autor a tener en cuenta, tanto por su calidad literaria como por su
audacia verbal.
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