El
sello editorial Renacimiento tiene de bueno, además de
Abelardo Linares, su alma mater, la apuesta por la publicación
de colecciones singulares, como por ejemplo: Espuela de Plata,
Los cuatro vientos o la Biblioteca de la memoria.
Inaugurada en 1977, continúa viviente y apostando por nuevas
iniciativas para ampliar su oferta editorial. En este camino y, bajo
la dirección del escritor Manuel Neila, nació en el año
2010 la colección A la mínima,
un proyecto para acoger distintos textos de aforismos escritos por
autores de antes y de ahora.
Acabo
de leer, con la parsimonia debida, una de estas propuestas del
catálogo en marcha de esta interesante colección, editada en el año
2012. Me refiero a La vida ondulante,
un texto sobresaliente de aforismos de Ramón
Eder (Lumbier, 1952), mi autor predilecto en estos menesteres. Si El cuaderno
francés fue un hallazgo
memorable, dos libros, anteriormente publicados: Hablando
en plata, en 2001 e Ironías,
en 2007, y una nueva sección, inédita hasta el momento, Pompas
de jabón, conforman el volumen
La vida ondulante que
se ubica en la misma dimensión: un compendio del pensamiento breve,
desbordante de humor, ironía y frases felices. Un juego revelador de
sabiduría lapidaria.
El
escritor navarro ha manifestado en más de una ocasión que el
aforismo empieza a renacer, a pesar de que durante años fue un
género muy marginal y minoritario. Sostiene Eder
que el resurgir obedece a que “los géneros breves se
prestan mucho a estos tiempos de prisa y rapidez. Y también a la
búsqueda de la intensidad frente a los grandes discursos. Ahí está
Twitter o los blogs, que se prestan a los textos breves”.
Bergamín
decía que “un aforismo más que cierto o incierto, debe
ser certero”. De esta creencia
nace el material literario que despliega
Eder en La
vida ondulante. Ramón
Eder es un escritor de aforismos certero, poseedor de un discurso
natural hacia la condensación verbal. El presente volumen es todo un
breviario filosófico, de largo alcance, donde el pamplonés se
desenvuelve con el oficio cuidadoso de un orfebre del lenguaje. Todo
en él es justo y conciso, aunque a veces le de la vuelta a la
tortilla y resulte contradictorio. De esta escritura fragmentaria,
llena de amenidad e ironía, emana una racionalidad fulminante, como
muestran estos textos seleccionados:
Un
político es un ciudadano menos.
Todo
rey parece bueno en el exilio.
Contradecirse
es la única manera de no tener ideas fijas.
El
aforismo es un género literario que no gusta a los lectores pasivos.
Los
libros cuando son malos son muy caros, y cuando son buenos son una
ganga.
Somos
inmortales todos los días de nuestra vida, excepto uno.
Cada
día es una odisea y cada noche una ilíada.
Dormir
bien es tener solucionado un tercio de la vida.
A
las personas que tienen dos caras hay que mirarlas de perfil.
Esto
y mucho más encierra la miniatura literaria de Ramón
Eder, un grande del
pensamiento breve actual. La vida ondulante es
un texto pequeño, lo contrario de un mamotreto, pero denso, profundo
como un pozo, desde donde podemos aliviar nuestra sed. Abrirlo por
cualquiera de sus páginas es un regalo inagotable, rebosante de vida.
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