Conocí
a la escritora Marta Sanz (Madrid, 1967) en unas
jornadas organizadas por la Fundación Caballero Bonald, en su
sede en Jerez de la Frontera, hace dos años, bajo el título:
Transgresores y heterodoxos de la literatura española. El
congreso se dejó resentir debido a algunas ausencias notables,
principalmente la protagonizada por el veterano heterodoxo Juan
Goytisolo, el mayor de los transgresores que flanqueaba el cartel
de invitados. Sin embargo, a pesar de lo accidentado del congreso,
las intervenciones de Marta Sanz y José María Ridao
sorprendieron al auditorio; fueron lo más sobresaliente que desfiló
por la sala aquellos tres días, aparte de la dedicatoria del libro
Black, Black, Black (una
novela negra sobre la violencia en el seno familiar) que Marta
me autografió con ese toque de intriga que requiere el género:
Para J., esperando que haya subido con placer hasta el final de
esta escalera...
He
vuelto al cabo de un tiempo a leer un nuevo libro de Marta Sanz:
Daniela Astor y la caja negra
(Anagrama,
2013), nada que ver con asesinatos y, mucho menos, con la
presencia del peculiar detective Zarco de la novela anterior.
Catalina es Daniela Astor,
y la caja negra,
la seductora crónica del momento. La historia de Catalina es
una proyección de las famosas del momento, una evasión para
convertirse en Daniela Astor, la actriz imaginaria a semejanza
de aquellas otras que se exhiben por revistas y programas
televisivos. Un retrato de época que transita entre la historia
íntima de su protagonista y la historia pública que sucede en la
realidad. Con esta novela de iniciación, Sanz rememora la
fascinación por las revistas del corazón dando vida a una muchacha
de doce años que juega imaginariamente a ser actriz del destape en
la España de 1978. La narradora, que tiene cincuenta años
intercala episodios de su adolescencia para explicar su paso a la
madurez y, de camino, contarnos la trayectoria de las musas de la
Transición (como Susana Estrada, Amparo Muñoz, Maria
José Cantudo o la indomable Bárbara Rey) y sus tristes
declives.
Marta
Sanz advierte de la importancia que tienen en nuestras vidas
ilusas las apariencias que ofrecen la vida de los famosos en la
formación de nuestra personalidad, que no hay nada inocuo en esas
vidas ajenas que son noticias por todo y por nada, y que llevan una
carga de intencionalidad que obedece a intereses determinados. Sanz
combina el testimonio histórico con el análisis que propone el
libro: concluir que los años del destape es la punta del iceberg que
oculta la degradación del deseo sexual como sometimiento machista.
Daniela
Astor y la caja negra es una narración amena
e hipnótica, donde se conjuga la ficción con el documental, como si
fueran dos estratos de la misma historia, una estructura atrevida que
añade originalidad a la novela; una historia que habla de mujeres,
pero en un escenario de dominio del hombre que transita por una
metamorfosis política de innegables consecuencias.
Marta
Sanz abre una herida no cicatrizada de nuestro reciente pasado
con este libro lleno de crítica, violencia y ternura, que destaca
por su gran desparpajo y brillantez. Un relato sugerente, original y
revelador, que contrapone lo público y lo personal. Daniela
Astor y la caja negra encaja perfectamente en esa literatura
de emergencia que lleva un trasfondo de denuncia y ajuste de cuentas.
Tengo
la sensación de haber leído una novela con fuerte hálito
feminista, muy meritoria y oportuna en estos tiempos de retrocesos
sociales, que desvela la importancia que tiene en la vida la memoria
del cuerpo.
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