viernes, 11 de abril de 2014

Ni tan académico


Al comienzo de No tan incendiario (Periférica, 2014), habla Marta Sanz (Madrid, 1967) que el lector se encontrará con un ensayo que aspira a manchar de tinta al que lo agarre entre sus manos, como el papel del periódico, y aunque diga que el texto no está pensado para la discusión, invita irremediablemente a ello. Porque ni la claridad, ni la transparencia de las cuestiones y dudas formuladas en sus páginas por la escritora madrileña, evitarán que las partículas radicales y vivas, reunidas en este librito tan lúcido y afilado, impida la polémica.

Y es que al igual que el profesor Nuccio Ordine se preguntaba sobre la útil inutilidad de la literatura, tan necesaria para vivir como lo es respirar, Marta Sanz, en su manifiesto incendiario, se pregunta por qué leemos y para qué leemos, qué tiene la cultura de utilidad y se cuestiona el papel ideológico de la cultura. Muchas preguntas y reflexiones, en apenas 178 páginas, para insistir que la cultura no es sólo un pasatiempo o un artefacto lúdico para ocupar los momentos de ocio. Sería insuficiente si no va acompañada de una actitud beligerante frente a ese espectáculo de entretenimiento que solo persigue aliviar las tensiones de nuestra alienación cotidiana. Sanz mete el dedo en la llaga cuando señala que la cultura no es algo universalmente bonito, ecuménico, sino que, desgraciadamente, está al alcance del que más posee: la cultura, en nuestra sociedad, se compra y no todos tenemos el mismo poder adquisitivo (pág. 69).

No tan incendiario es un breve ensayo que descubre a la Marta Sanz más asertiva y menos correcta, que afila su lápiz para desplegar un manifiesto donde proclama que la palabra, la literatura, compromete. Reclama, no denuncia, la restauración del vínculo necesario entre la cultura y su dimensión educativa y formativa, con un ejemplo bien sabio de su admirado Antonio Machado que advertía: “Es bueno saber que los vasos son para beber, pero no deberíamos olvidar qué es la sed”, e incluso apunta más alto y señala que hay que posicionarse sobre las condiciones éticas de los políticas culturales frente a las industrias impulsoras del negocio de la cultura.

La autora de Black, Black, Black (Anagrama) propone, además, escribir textos que golpeen la laxitud del momento, que duelan, frente a la opción de edulcorar la realidad, y señala que para ello se precisa también la correspondencia de un lector impertinente e intrépido que desconfíe de aquellos que le dan la razón como a los locos (pág. 65-66).

No tan incendiario es un libro con vocación subversiva, con una intencionalidad ideológica de huir del conformismo y que, en definitiva, logra agitar nuestra conciencia acomodada en el escapismo y en la demagogia cultural de un mundo que no ha cambiado tanto como pretenden hacernos creer.

No tan incendiario es un texto lleno de referencias literarias, que reivindica la cultura y la fiesta, pero que confía más en el ojo crítico de los agoreros que en los paralizantes cantos de sirena de los que ven el hecho cultural rebosante de alegría.

Marta Sanz ha escrito un ensayo valiente y oportuno sobre la cultura, la literatura, el lector y el autor, para reflexionar a base de interrogantes sobre la necesidad de recuperar el pensamiento crítico. Todo un desafío preñado de razones para combatir los males del mercado que solo trata de simplificar y no complicar al consumidor-lector. Un libro que no aspira a ser tan incendiario, ni mucho menos académico, pero que arde de anhelos y esperanzas sin malos humos.

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