Al
comienzo de No tan incendiario
(Periférica,
2014), habla Marta Sanz
(Madrid, 1967) que el lector se encontrará con un ensayo que aspira
a manchar de tinta al que lo agarre entre sus manos, como el papel
del periódico, y aunque diga que el texto no está pensado para la
discusión, invita irremediablemente a ello. Porque ni la claridad,
ni la transparencia de las cuestiones y dudas formuladas en sus
páginas por la escritora madrileña, evitarán que las partículas
radicales y vivas, reunidas en este librito tan lúcido y afilado,
impida la polémica.
Y
es que al igual que el profesor Nuccio
Ordine se preguntaba
sobre la útil inutilidad de la literatura, tan necesaria para vivir
como lo es respirar, Marta
Sanz, en su manifiesto
incendiario, se pregunta por qué leemos y para qué leemos, qué
tiene la cultura de utilidad y se cuestiona el papel ideológico de
la cultura. Muchas preguntas y reflexiones, en apenas 178 páginas,
para insistir que la cultura no es sólo un pasatiempo o un artefacto
lúdico para ocupar los momentos de ocio. Sería insuficiente si no
va acompañada de una actitud beligerante frente a ese espectáculo
de entretenimiento que solo persigue aliviar las tensiones de nuestra
alienación cotidiana. Sanz
mete el dedo en la llaga cuando señala que la cultura no
es algo universalmente bonito, ecuménico,
sino que, desgraciadamente, está al alcance del que más posee: la
cultura, en nuestra sociedad, se compra y no todos tenemos el mismo
poder adquisitivo (pág. 69).
No
tan incendiario es un breve
ensayo que descubre a la Marta
Sanz más asertiva y
menos correcta, que afila su lápiz para desplegar un manifiesto
donde proclama que la palabra, la literatura, compromete. Reclama,
no denuncia, la restauración del vínculo necesario entre la cultura
y su dimensión educativa y formativa, con un ejemplo bien sabio de
su admirado Antonio
Machado que advertía:
“Es bueno saber que los
vasos son para beber, pero no deberíamos olvidar qué es la sed”,
e incluso apunta más alto y señala que hay que posicionarse sobre
las condiciones éticas de los políticas culturales frente a las
industrias impulsoras del negocio de la cultura.
La
autora de Black, Black, Black
(Anagrama)
propone, además, escribir textos que golpeen la laxitud del momento,
que duelan, frente a la opción de edulcorar la realidad, y señala
que para ello se precisa también la correspondencia de un lector
impertinente e intrépido que desconfíe de aquellos que le dan la
razón como a los locos (pág. 65-66).
No
tan incendiario es un libro
con vocación subversiva, con una intencionalidad ideológica de huir
del conformismo y que, en definitiva, logra agitar nuestra conciencia
acomodada en el escapismo y en la demagogia cultural de un mundo que
no ha cambiado tanto como pretenden hacernos creer.
No
tan incendiario es un texto
lleno de referencias literarias, que reivindica la cultura y la
fiesta, pero que confía más en el ojo crítico de los agoreros que
en los paralizantes cantos de sirena de los que ven el hecho cultural
rebosante de alegría.
Marta Sanz ha escrito un ensayo valiente y oportuno sobre la
cultura, la literatura, el lector y el autor, para reflexionar a base
de interrogantes sobre la necesidad de recuperar el pensamiento crítico.
Todo un desafío preñado de razones para combatir los males del
mercado que solo trata de simplificar y no complicar al
consumidor-lector. Un libro que no aspira a ser tan incendiario, ni mucho menos académico, pero que arde de anhelos y esperanzas sin malos humos.
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