Decía
E.M. Cioran que “escribir sobre el suicidio es vencer el
suicidio”. Hay razones de índole personal que muestran el
interés por lo melancólico y suicida en lo literario. Según
estudios al respecto, los escritores son más propensos que otras
personas a sufrir enfermedades maniacodepresivas que, a menudo, les
pueden conducir al suicidio. En esa nómina de letraheridos que
acabaron en ese estado de ánimo, tan melancólico y trágico a la
vez, encontramos a figuras de la talla de Epicuro o Séneca,
en la Antigüedad, Alfred Musset o Larra, en el
Romanticismo y, en el siglo XX, los sonados suicidios de Virginia
Woolf, Hemingway, Pavese o las poetas Alfonsina
Storni y Sylvia Plath.
La
escritora y pintora alemana, Unica Zürn (Berlín, 1916 –
París, 1970), debió ingresar a la edad de treinta y siete años en
un manicomio para superar sus crisis esquizofrénicas. Sus problemas
mentales se incrementaron durante años y tuvo un desenlace fatal, en
1970, cuando se arrojó al vacío desde su casa en París. Zürn
tuvo un inicio de carrera talentoso como guionista. Tras la Segunda
Guerra Mundial, sobrevive vendiendo relatos y novelas por entregas a
periódicos alemanes y suizos. Fue admirada por grandes artistas del
surrealismo, como André Breton, Man Ray o el mismísimo
Marcel Duchamp. Pero la fama de Unica se debe
especialmente a sus dos novelas póstumas: El hombre jazmín
y Primavera sombría, dos extraordinarias obras en las
que relata sus inevitables estancias en el hospital psiquiátrico de
Wittenau en Berlín.
El
hombre jazmín, editado por Siruela (2006), es el
diario de una poeta atrapada entre dos mundos, el de la vigilia y el
sueño, un escenario bipolar en el que convive lo maravilloso y lo
oscuro, la vida creadora y la destrucción. En poco más de cien
páginas, la escritora berlinesa narra con detalle sus obsesiones y
el mundo caótico en que vive, así como su paso por distintos
centros psiquiátricos. Unica Zürn comienza su diario
contando el sueño que tuvo con a penas seís años atravesando,
igual que la Alicia de Lewis Carroll, al otro lado del espejo
que cuelga de su cuarto. El espejo se transforma en una oquedad por
la que transcurre una extensa avenida de álamos que finaliza a las
puertas de una casa pequeña. En su interior, encuentra, sobre una
mesa, una misteriosa nota y, cuando se dispone a leerla, despierta
sobresaltada. Unica corre hacia el espejo y comprueba que tras
él solo reposa una pared y ésto le trastornará, pues lo que la
niña desea con ahínco es volver a los brazos del sueño, el
cubículo de sus deseos.
El
texto de Unica Zürn es un verdadero vértigo de
transcripciones poéticas sobre las vivencias y las alteraciones de
la esquizofrenia que padece. El hombre jazmín es una
crónica documental sobre la incontinencia del deseo, de la
creatividad y del alto precio que hay que pagar cuando la locura se
apodera de la mente; un testimonio único y conmovedor donde la
protagonista y autora demuestra su extraordinario talento al plasmar
una vida azarosa y enfermiza en un documento poético de extraña
belleza literaria. Un libro lleno de expresiones demoledoras que solo
ha sido posible transcribir y experimentar a través del camino
ofrecido al otro lado del espejo por el desvarío y la alucinación.
En
suma, El hombre jazmín es un libro crudo y conmovedor
que logra arrancar la compasión del lector, escrito por una mujer a
la deriva, conducida por la voz de ese hombre que huele a jazmín y
la lleva, más que al amor total, a la flagrante locura de una
creación literaria que no logró salvarla del abismo.
Unica
Zürn, antes de saltar al vacío desde el balcón de París, a
los cincuenta y cuatro años de edad, ya había muerto y vuelta a
nacer en repetidas ocasiones, sin tener en cuenta la sentencia del
escritor rumano de vencer al suicidio escribiendo.
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