Gracias
a mi amigo Ramón Eder descubrí este verano los aforismos de
Stanislaw Jerzy Lec (Lvov, Galitzia austrohúngara, 1909 –
Varsovia, 1966), en una excelente edición del sello valenciano que
dirige Manuel Borrás, una recomendación ederista de
infinitas lecturas que vale un Potosí.
Pensamientos
despeinados (Pre-Textos, 2014) es una colección de aforismos
apasionados e inteligentes de un maestro del arte de lo breve, un
escritor enfrentado al poder del terror totalitario desde una postura
lúcida y beligerante a través del pensamiento, de la máxima y la
paradoja. Lec es un dominador del lenguaje y posee una clarividencia que es capaz de reflejar de un fogonazo los acontecimientos políticos y sociales de su época, vigentes aún
en nuestros días: El error se convierte en error cuando nace como
verdad (pág.16). Prefiero la inscripción “Prohibido
entrar” a “Sin salida” (pág. 20).
Stanislaw
Jerzy Lec, poeta y militante de izquierdas, batalló contra todo
abuso político y contra toda barbarie impune. Sus avatares
personales, consecuencia de la guerra, la insurrección de Varsovia,
el holocausto y el régimen comunista soviético, tuvo consecuencias
trágicas para él hasta el fin de sus días. A pesar de ello, el
poeta polaco mantuvo una coherencia beligerante contra la tiranía y
la falta de libertades ciudadanas: No se puede cantar “A la
libertad” con los instrumentos de la opresión (pág. 22).
Cuanto más pequeños son los ciudadanos más grandes parece el
imperio (pág. 55). La vida de un hombre termina a veces con
la muerte de otro (pág. 148).
En
Pensamientos despeinados encontramos la esencia
libertaria y el escepticismo propio de un escritor irónico que
cuenta las calamidades de la vida cotidiana: Incluso cuando la
boca ha sido cerrada sigue la cuestión abierta (pág. 159). De
esta persona se podría decir: “Persona non gratis” (pág.
164). No se debe alargar la vida humana sino acortando sus
sufrimientos (pág. 175).
Los
aforismos de Lec brillan con luz propia por su sarcasmo y
tino, gracias al juego habilidoso de la palabra, entre la paradoja y
la metáfora: Solo los muertos resucitan. Los vivos lo tienen más
difícil (pág. 17). No por darle cacao a la vaca ordeñarás
chocolate (pág. 21). Encontré a un hombre tan poco ilustrado
que tenía que inventarse él mismo sus citas de los clásicos
(pág. 31). Lo lapidaron en un monumento (pág. 86). Solo
cuando es abono la mierda nos puede interesar (pág. 103).
Lec
no trata de dar lecciones, ni breves sermones, solo constata la
inquietante irracionalidad, la estupidez y la mentira y, para ello,
recurre a la máxima, a lo escueto para lanzar un dardo contra los
poderosos aprovechados y los estúpidos, sin olvidar la laxitud de
nuestra naturaleza humana: Las estupideces de una época son para
la ciencia tan valiosas como sus sabidurías (pág. 107). Tenía
la conciencia limpia. Sin usar (pág. 111). Un consejo para
los escritores: llega un momento en el que hay que dejar de escribir.
Incluso antes de empezar (pág.35).
Pensamientos
despeinados no son meras frases ocurrentes, sino un bloque
compacto de reflexiones cuya grandeza radica en la cantidad de
aristas cortantes que encierran sus páginas. Sin llegar a ser un
escritor maldito, como se etiquetó a Cioran, Stanislaw
Jerzy concibió la escritura como una provocación, igual que el
filósofo rumano, como una sacudida de la conciencia, de esa atalaya
que denominamos yo. Lec,
el aforista predilecto de Umberto
Eco, al igual que el
maestro Lichtenberg,
utiliza el humor con tiento y mesura para zafarse de su pesimismo
latente. Su preocupación por el temor del Estado totalitario es una
de sus pesadillas, pero lo que más le envenena es la estupidez de
incautos y presuntuosos.
En
suma, Pensamientos despeinados
es una obra aforística que alumbra y da que pensar, un regalo de
alto voltaje.
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