En
la vida corriente de las personas hay una fuente inagotable de
historias latentes que piden ser contadas. Basta con que la mirada
del escritor vea esa otra realidad, que exige bucear en el enredo de
las emociones y sentimientos de nuestras conciencias, y extraiga ese
dolor ineludible que nos acompaña de manera persistente. Nuria
Barrios (Madrid, 1962) nos
cuenta once historias encontradas en ese ámbito donde el dolor no
tiene voz, pero lastra las vidas de seres desvalidos, incapaces de
soportarlo y de valerse por sí mismos. El título de esta colección
de cuentos remite al primero de ellos que viene a constatar que la
distancia mínima entre el dolor y la felicidad no va más allá de
esa pequeñez que los separa. Esa minúscula dimensión, a su vez,
puede significarlo todo o nada.
En
muchos relatos de Ocho centímetros
(Páginas de Espuma,
2015), la escritora madrileña se sumerge en el mundo devastador de
las drogas y su impacto sobre las vidas de los que las consumen, así
como sus efectos sobre las familias de los implicados. En los
episodios iniciales, todo transita en un mismo tono, aunque con
matices, de manera que los personajes muestran sus vidas perdidas
bajo la inercia voraz de la adicción, que les conducirá a un lento
suicidio. La desaparición de una joven drogadicta es el hilo
conductor de los cinco primeros relatos entrelazados como capítulos
de una misma trama argumental. La búsqueda desesperada de la joven
moviliza a toda su familia por territorios marginales y ámbitos
religiosos de influencia gitana. En esa travesía por dichas zonas
descubriremos comportamientos sorprendentes, solo explicables en ese
mundo enrarecido y delirante propio del fervor evangelista de estas
comunidades cristianas. El resto de los cuentos responden a distintas
relaciones que se topan cada una con la dificultad de comunicación
de sus protagonistas. En “Yo
era un buldozer”, la
relación de una pareja de novios no llega a cuajar su compromiso, a
pesar de los intentos apasionados de la mujer. En “El
tren Neckermann”, dos
niñas amigas quieren escapar de sus casas y no saben cómo llevar a
cabo la huida. Esa incapacidad no impedirá seguir intentándolo
porque es mucho el amor que se tienen. “Un
puente de cristal” es
un intenso y desesperado relato por donde transcurre la separación
inevitable de Claudia y Juan, que se saldará con un desenlace
dramático y feroz. En otro cuento de la colección, me refiero a
“Las amigas. Una
fotonovela”, se narra
el desencuentro entre tres amigas por medio de un reportaje de fotos
que se supone que fueron tomadas en una excursión, y al repasarlas
se pone de manifiesto la fragilidad de la relación que mantienen. No
sucede nada, pero ahí radica su sustancia: todo está expresado con
ese vacío. En otros dos episodios, el asunto de la muerte aparece de
manera inconsolable. “Danny
boy” y “El
limbo” representan dos
metáforas conmovedoras sobre la pérdida de un ser querido.
Ocho centímetros
es un libro lleno de contrastes y nada complaciente con la adversidad
que rodea la propia existencia de los seres que deambulan por sus
páginas. Para todos ellos existe un anhelo recóndito de escapar del
dolor y tratar de ser felices, a pesar de sus muchas zonas de
penumbra. El dolor evidente, el dolor invisible y las relaciones
inciertas de parejas se suceden a lo largo de todo el volumen. Sus
personajes viven en un escenario hostil, son seres apesadumbrados que
procuran aliviarse de sus situaciones personales.
Nuria Barrios
ha escrito un buen libro en clave realista, pero con una mirada
sugerente de otras perspectivas, más allá del mero acontecer. Sin
duda, el cuento español contemporáneo atraviesa un buen momento y
este volumen es una prueba evidente de ello.
En suma, la creadora de El zoo sentimental (2000) y El alfabeto de los pájaros (2011) regresa con poderío por la senda del género breve con un conjunto de cuentos de buena factura, de mucha intensidad narrativa y escrito con la sobriedad, la sutileza y la garra que todo escritor exigente que se precie aspira para contar buenas historias y alcanzar la atención del lector sensible ante el dolor y el sufrimiento que rodean la vida de sus congéneres.
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