No
hay ninguna entrevista periodística que se precie como tal que no
albergue la búsqueda por mostrar al lector el retrato y la
personalidad del personaje entrevistado, sus secretos escondidos y su
testimonio vital. La clave de una buena entrevista está en tener un
generoso conocimiento del personaje y Juan Cruz
(Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948), periodista con más de cincuenta
años de profesión a sus espaldas, lo sabe bien. Sabe que toda
entrevista no es un diálogo libre entre dos, sino que es una
conversación centrada en uno de los interlocutores, además de tener
presente al lector con las preguntas que satisfagan su curiosidad, un
procedimiento que consiste en descubrir aspectos desconocidos del
personaje y establecer vínculos con el entrevistado. En dos de sus
últimas publicaciones: Jaime Salinas, el oficio de
editor (Alafaguara, 21013)
y Por el gusto de leer
(Tusquets, 2104), Cruz
hace gala, como pocos, de su magisterio periodístico, esa virtud tan
perspicaz y vibrante de saber desde qué ángulo se debe abordar cada
pregunta para conseguir el resultado deseado.
Hace
apenas unos meses, la editorial que dirige Eva Serrano,
Círculo de Tiza, en ese espíritu de recuperar lo mejor del
periodismo narrativo, publicó treinta entrevistas memorables del
periodista, escritor y editor canario Juan Cruz
con grandes escritores universales, reunidas en el libro titulado
Toda la vida preguntando.
Cuenta
Mario Vargas Llosa en
el prólogo del libro que Juan Cruz
ha ejercido casi todos los géneros propios del periodismo: el
artículo editorial, la columna de opinión, el reportaje, la
crónica, etc., pero que es en la entrevista –subraya– donde esa
curiosidad infantil que nunca le ha abandonado se transforma en un
don. Y es que en la selección de conversaciones recogidas en este
volumen hay todo un desfile de personalidades de las letras que se
dejan seducir por el talante y la habilidad del entrevistador para
responder al cuestionario, mayormente con frescura y sinceridad,
reflejando cada entrevistado el estado de ánimo por el que atraviesa
y, al mismo tiempo, el momento concreto de su existencia.
Curiosamente,
la mitad del elenco de escritores entrevistados ya ha desaparecido.
El libro reúne a nueve premios nobel: Neruda,
García Márquez,
Imre Kertész, Gunter
Grass, Saramago,
Orhan Pamuk, Doris
Lessing, Vargas Llosa
y Le Clézio. Los
veintiuno restantes están repartidos entre premios Cervantes y
Príncipe de Asturias de las Letras.
Cada
uno de estos personajes aporta un aliciente a la entrevista y esa
oportunidad no se le puede escapar a un experto en la materia. Cruz,
con apenas dieciocho años, es capaz de sacar jugo al discreto Julio
Caro Baroja con su primera
puesta en escena como entrevistador. A Neruda
lo entrevistó dos años después, cuando el barco en que viajaba
atracó en Tenerife. Con la norteamericana Susan Sontag,
tan esquiva y arrogante, supo extraerle ese vigor tan característico
suyo de intelectual comprometida. En el encuentro con Onetti,
echado de lado sobre la cama en su piso de Madrid, surge una
conversación viva y sincera sobre su obra y la literatura de sus
coetáneos. La más triste y melancólica de las entrevistas de esta
antología es la que mantiene el periodista tinerfeño con Miguel
Delibes que atravesaba una
crisis vital, propia de una vida acabada y solitaria, cuyas palabras
suenan a despedida. Para el propio autor, una de las entrevistas que
más le cautivaron fue la que sostuvo con la autora de Harry
Potter, J.K.
Rowling, una experiencia
inolvidable, no solo por la armadura intelectual de la escritora
británica, sino por la calidad y sensibilidad humana mostrada en sus
respuestas.
Dice
Juan Cruz en el
preámbulo del libro que “preguntar es aguardar el conocimiento
ajeno”, y de eso va todo lo que encierra este texto, una
recapitulación de testimonios de grandes autores de la literatura,
personajes difíciles de abordar y escaldados a causa de múltiples
apariciones en los medios de comunicación, en ese formato cercano e
íntimo, pero público, que se supone que es la entrevista. Cruz
lo hace a lo grande, sin repetirse, con ese ritual de hacerles
hablar, más que obligarles a contestar preguntas.
Toda la vida
preguntando es un texto
publicado a conciencia y muy bien habitado por los inquilinos de
renombre que la pueblan, una edición extraordinaria que ha hecho
posible, gracias a la habilidad y maestría de su interlocutor,
descubrirnos al resto de los mortales, amigos de la literatura y
admiradores de sus celebridades, los testimonios y algunos entresijos
de la vida y obra de los ilustres moradores que aguardan sus páginas.
[Reseña núm. 238]
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