No
le falta razón a la escritora norteamericana Edith Wharton
al afirmar que el novelista trabaja con el mismo material del que
está hecho el objeto que trata de representar. Es, por tanto,
complejo representar la mente humana cuando uno emplea el mismo
material verbal con el que el pensamiento es formulado. Ahora bien,
la verdadera originalidad de una novela no consiste en una nueva
manera de enfocarla, sino en una nueva visión para mostrarla. Sin
embargo, la prueba clave de una novela es que sus personajes se nos
muestren como seres vívidos. Ningún tema escogido será capaz de
mantener viva una novela si no prospera la vitalidad de sus
personajes. A esto habría que añadir lo que la mayoría de los
lectores, y también de los críticos, opinan al respecto, según el
análisis de Alain Robbe-Grillet:
una novela es, sobre todo, una historia. Contarla bien es hacer bien
el trabajo narrativo. Esto es, hacer que lo que uno escribe se
parezca a los esquemas a los que la gente está acostumbrada, a su
idea aceptada de la realidad. Pero, como en su día apostilló el
escritor y guionista francés, “toda obra literaria es una forma
viva, como el mundo, y en su forma reside su realidad”.
El
último libro de Javier Cercas
(Ibahernando, Cáceres, 1962) discurre sobre estas complejidades:
cómo se enfrenta el escritor a su tarea narrativa, cómo responde el
lector a las incertidumbres que se plantea en la novela que lee, qué
es exactamente una novela o cuál es su naturaleza. El pasado año,
el autor de Soldados de Salamina
(2001) ocupó en Oxford la Cátedra Weindenfeld de Literatura Europea
Comparada y en ella pronunció una serie de conferencias en torno a
la naturaleza de la novela. Bajo el título de El punto
ciego (Random House, 2016),
el escritor extremeño reúne los textos donde diserta acerca del
sentido estructural y estilístico de la novela. Para ello, formula y
desarrolla una teoría de la novela, combinando su experiencia
creativa como autor con la relectura de algunas obras capitales de la
literatura universal, como Don Quijote,
Moby Dick o El
proceso.
Sostiene
Cercas que igual que
el cerebro rellena el punto ciego del ojo, permitiéndole ver donde
de hecho no distingue exactamente, el lector completa a su entender
el punto ciego de la novela, permitiéndole conocer lo que de hecho
no conoce, llegar hasta donde, por sí sola, nunca llegaría la
historia novelada. Sostiene, igualmente, que la novela no es el
género apto para dar respuestas, sino que, más bien, es el género
de las preguntas. Para él, escribir una novela consiste en
plantearse una pregunta compleja para desarrollarla de la manera más
compleja posible, sin ánimo de contestarla, y no para responderla de
manera clara e inequívoca; o dicho de otra forma: “escribir una
novela no es más que sumergirse en un enigma para volverlo
irresoluble, más que para descifrarlo”.
En
otras argumentaciones, examinando a otros autores, además de a
Cervantes, Melville
y Kafka, se fija en
obras como Otra vuelta de tuerca,
de James, El
gatopardo, de Lampedusa
o La ciudad y los perros,
de Vargas Llosa para
desarrollar su teoría del punto ciego. En esta última del escritor
hispanoamericano, Cercas abunda
en su teoría sobre el acierto del autor de Arequipa recordándonos,
además, que la novela ha de contar una historia apasionante, que
emocione vivirla en nuestra imaginación, eso sí, bajo la premisa de
contarla con la máxima complejidad formal y tensión estilistica
posibles.
El punto ciego
es un ensayo revelador de los presupuestos y principios narrativos
que han derivado en el estilo propio de Cercas.
El autor desarrolla de manera puntillosa cómo opera ese punto ciego
en su novelística y, en especial, en Anatomía de un
instante (2009), una obra
que se caracteriza por esa complejidad del género narrativo entre
crónica, testimonio y novela, en la que se entremezclan hechos
verídicos y ficticios, sin desvelar los límites de unos y de otros.
Aunque para muchos Cercas
es un escritor sobrevalorado, sus novelas no pasan desapercibidas al
gran público y a la crítica, que lo consideran un escritor solvente
y una voz literaria de lo mejor que transita por la novela de
no-ficción en nuestro país, un autor que postula siempre contar una
historia lo mejor posible para hacérsela vivir con la máxima
intensidad al lector.
Las
conferencias de Weidenfeld contenidas en esta obra no son piezas de
crítica literaria, pero tampoco son una recopilación de comentarios
evanescentes, ni tan siquiera constituyen un tratado sobre cómo se
debe armar una novela. Lo que hace Cercas es
desarrollar su posicionamiento literario, a modo de ensayo, en torno
a la naturaleza de la novela, desde su óptica y experiencia
artística, teniendo en cuenta su perspectiva de lector consumado, y
convencido de que la obligación de los buenos escritores es
complicarnos la vida con historias complejas.
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