Cuenta
Murakami en su famoso
libro sobre correr, en el que reflexiona sobre la influencia que este
deporte ha ejercido en su vida, que Somerset Maugham
escribió que “todo afeitado encierra también su filosofía”.
Esa teoría del británico viene a decir que llevar a cabo cualquier
acto, por insignificante que sea, con el ejercicio cotidiano y su
repetición, acaba por derivar en algo parecido a una contemplación
reflexiva.
Dice
Felipe R. Navarro
(Málaga, 1969) al final de Hombres felices
(Páginas de Espuma, 2016) que “los libros los escribe un hombre
pero los apuntalan muchos”. Para un escritor como él, que afirma
que “uno se dedica a algunas cosas, y es otras”, no puede evitar
confesar que de entre esas cosas a las que nunca renuncia es a
correr. Cuando Navarro
habla de correr, el malagueño, igual que Murakami,
habla de esas otras cosas importantes que le atañen: de emociones,
de anécdotas, de filosofía de vida, de experiencias y, también, de
hombres felices.
El
escritor adaluz, después de quince años de silencio, tras su libro
de cuentos Las esperas
(Renaciemiento, 2000) vuelve con un nuevo volumen de relatos, que
parece vaticinar lo feliz de este regreso en su hermoso título,
habiendo dejado atrás una convalecencia dura a causa de un percance
grave sufrido en un entrenamiento. Navarro
se sobrepone a sí mismo, rompiendo su promesa de no volver a
escribir con estas epifanías indisimuladas de vida, conciencia,
orden y desorden que protagonizan seres corrientes y dispares.
Los
dieciocho cuentos reunidos en Hombres felices
responden a la mirada particular que sus protagonistas desvelan de
sus azarosas vidas. Navarro
no esquiva que los seres que aparecen procedan de los márgenes
propios de la supervivencia y apunta a que de ese lado surge la
verdadera felicidad, que no tiene por qué provenir de un paraíso
extraño. Es, precisamente desde esa verosimilitud de lo cotidiano,
esa realidad que se repite cada día, desde donde se produce el
milagro de gozar la vida. En el cuento Orígenes
del turismo prevalece
el argumento sobre el mito de Sísifo, un enfoque cercano al
existencialismo, al juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida
como repuesta a la cuestión fundamental de la filosofía, tal como
Camus
revelaba en su obra. En el microcuento El
orden lógico de las cosas,
que añade una autocensura irónica sobre la adjetivación, la
velocidad con que ocurren las cosas se contrapone con la parsimonia
del personaje secundario femenino que se esmera en sus tareas
domésticas. En otro, de título interminable, el autor refiere la
historia de un hombre en paro que vuelve a trabajar y a sonreír, en
el que el azar le brinda otra oportunidad más de sacar adelante a su
familia, otro vislumbre más de vida y esperanza. La
modificación sustancial de las condiciones de trabajo,
es una historia en la que la protagonista trabaja con ardor y empeño
en casa, enfundada en un camisón, preparando una ponencia sobre el
artículo 141 de los Estatutos de los Trabajadores. Aquí el derecho
y la literatura convergen en los matices de pactar algo y obligarse a
cumplirlo, sin trampas, frente a la incertidumbre del tiempo. Es el
cuento más largo y, quizás, el más trascendente por lo que
retuerce a la realidad y por lo que contrapone como ficción
narrativa. En otros momentos, los relatos se muestran como estampas
de lo cotidiano en lo que parece que nada ocurre y, además, los
seres que transitan por ellos comentan felices esas pequeñas cosas
que modifican la rutina: el estado del ascensor de la vivienda, el
orden y desorden de la cocina, los programas televisivos, las
noticias que suceden...
Hombres felices
es un reencuentro con la literatura de la vida, de la calle, unos
relatos que rastrean la vida de la gente corriente en sus quehaceres,
mediante una prosa intensa y ligera, a retazos lírica y casi exenta
de adjetivos. Para Navarro,
el sustantivo y el verbo acompasado se valen para extraer el jugo de
lo que se quiere contar desde el lado recóndito de los personajes
que irrumpen en cada episodio sin más aderezo que la ironía y el
humor, logrando poner en entredicho al lector cuando conjuga si se
encuentra ante hombres que simulan su felicidad o, más bien, hombres
que se acoplan a sus vidas precarias del hogar para mirarse desde ese
lado y sentirse más reconfortados y protegidos de las inclemencias
del mundo exterior.
Así
se teje el alma de estos Hombres felices,
un estupendo libro de relatos que no se aparta de lo humano y de lo
complicado e incierto del arte de vivir.
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