Los
bares y cantinas tienen un cierto cliché relacionado con la bohemia
y la tertulia literaria. Ocurre con frecuencia que en esos cafés,
tabernas o chiringuitos pegados al mar surgen poemas, historias y
artículos endémicos contagiados por la influencia de su atmósfera.
Pocos poetas, escritores y columnistas esquivan o deploran el
magnetismo creativo que irradian estos locales complacientes, y
también, sórdidos. La barra de un bar tiene un innegable poder de
persuasión y convocatoria para hablar y contar historias, a veces
sobrias, otras más turbias, a golpe de cervezas y copas de vino,
tanto entre literatos como entre lugareños y amigos de toda la vida,
convertidos en narradores ocasionales.
La
realidad, como no se cansaba de recordarnos Nabokov,
es la única palabra que no quiere decir nada si no va
entrecomillada. Juan Tallón
(Vilardevós, 1975), periodista, escritor y colaborador de El
País, Jot
Down, El
Progreso y la Cadena
Ser, conoce bien este
aserto del novelista ruso-americano y sabe que en literatura, además,
como en otras facetas de la vida, no conviene disponer de plan
previsto. Seguramente los textos reunidos en Mientras
haya bares (2016) tal vez
no se concibieran para convertirse en un libro, sino para lo que
fueron escritos en su momento, es decir, para ocupar su hueco en la
columna habilitada de los periódicos condenados irremisiblemente a
pasar al olvido. Sin embargo, el sello Círculo de Tiza rescata, para
gozo de sus lectores, gran parte de sus mejores piezas, las que el
escritor gallego firmó por distintos medios de comunicación,
mediante una selección minuciosa, bien armada, y que ofrece un
corolario completo de la prosa, fragmentaria y atenta al detalle, por
donde transitan la literatura, el cine, la música y desde el
paradero de muchos bares como refugio y, a su vez, como excusa desde
donde contar la realidad.
Para
Tallón, el bar reúne
unas condiciones excepcionales para la experiencia literaria. El bar
es ese rincón vital, ese espacio libresco que encarna toda una
educación sentimental a lo largo de buena parte de nuestras
ajetreadas vidas. Las entradas y, cómo no, las salidas de los bares
–subraya en una entrevista– conforman parte del relato de
nuestras vidas. Cada una de las piezas de este libro aglutina
vivencias, lecturas y anécdotas insólitas, pero, sobre todo, por
aquí desfilan muchas voces y figuras literarias como Fogwill,
Borges, Fante,
Kipling, Renard,
Faulkner, Cheveer,
Hemingway, Ribeyro,
Fleur Jaeggy,
Cortazar, Vila-Matas
o su paisano Julio Camba,
entre una lista inabarcable.
Mientras haya bares
es un libro que aglutina vida y literatura a raudales. No hay ocasión
desaprovechada en sus páginas para que aparezcan citas y más
citas. Muchas de las piezas están armadas sobre frases conocidas y
párrafos de novelas de autores célebres. Los libros que lee Tallón
son fuente de sus columnas e impulso para el artículo. Sostiene que
cuando un libro es bueno, te da algo y te obliga a parar en su
lectura y a reflexionar continuamente. Después vendrá la necesidad
de plasmar en la hoja su evocación ya transformada en experiencia
lectora.
“La
literatura es el cómo –concluye el autor– y cuando uno no puede
ser alguien mejor escribiendo, quizás baste conformarse con ser uno
mismo antes de caer por debajo, como aquellos otros que no escriben
como nadie, ni siquiera como ellos”.
Sospecho,
como da a entender el propio escritor orensano, que es imposible
cuantificar qué parte de la voz narrativa de una obra es deudora de
otro escritor, pero si podemos convenir con él que todo escritor le
debe algo a todos los que leyó con devoción y empeño.
El
lector precavido que se embarque en este trayecto literario se irá
liberando, a las primeras de cambio, de cualquier presentimiento
molesto de haberse adentrado en las tierras movedizas que suelen
esparcirse por este prototipo literario representado por el artículo
periodístico, la crónica y el reportaje, y comprobará con
satisfacción que cuando un libro es bueno, como es este que firma
Tallón, no pasa en
vano por sus manos, sin importarle algún que otro tropiezo o
reiteración.
A
los que les interesen los libros que se sitúan en la frontera entre
distintos géneros, Mientras haya bares
es una buena ocasión para experimentar que la buena literatura se
nutre inevitablemente de literatura.
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