Contrariamente
a lo que piensan muchos, no se escribe para entretener, aunque la
literatura sea de las cosas más entretenidas que hay a nuestro
alcance, ni siquiera se escribe para eso que se llama “contar
historias”, aunque la literatura, ciertamente, está llena de
relatos geniales. No –dice con rotundidad Vila-Matas en
Kassel no invita a la lógica (2014)–:
“Se escribe para atar al lector, para adueñarse de él, para
seducirlo, para subyugarlo, para entrar en el espíritu de otro y
quedarse allí, para conmocionarlo, para conquistarlo...”
Hermano de hielo
(Alpha Decay, 2016), de Alicia Kopf,
nombre artístico de Imma Ávalos (Gerona, 1982), nos traslada con su
primera novela a la verdad secreta que promete ese espíritu
vilamatiano,
tan afín a ella, sobre la razón de escribir y su sentido de romper
el hielo. Kopf,
contraria a ese victimismo de muchos de no poder contar su propia
historia, se anima a ello yendo al centro de su intimidad contándonos
una historia suya, pero desvelándonos primeramente su fascinación
por aquellos grandes exploradores polares hechizados por el hielo, a
los que nos aproxima narrando sus logros, hasta recalar después en
el hogar de su vida familiar, en los detalles pequeños que todos
observamos en la vida diaria, así como en las vicisitudes familiares
que cada uno sobrelleva a su modo. Para simplificarlo, llamemos a
cada una de estas observaciones una experiencia sensorial propia. La
singularidad de cada una de estas sensaciones, y el modo en que la
autora las superpone con las experiencias vividas, forman la base de
la comprensión y disfrute de este collage narrativo.
Este
libro, galardonado con los Premios Documenta 2015 y Llibreter 2016,
este último concedido por el gremio de libreros de Cataluña, y
editado con primor y gusto encomiable, es, por un lado, un viaje
simbólico que hace la autora al casco polar, a través de distintos
pasajes donde cuenta las hazañas llevadas a cabo por sus
exploradores más emblemáticos y, por otro, una escapada solitaria y
liberadora a Islandia. En ambos casos, persiste un afán de indagar y
de confrontar las metáforas de todos estos retos en condiciones
extremas con las propias dificultades de la vida y, especialmente con
asuntos propios que se rebelan en cada caso como preocupaciones
generacionales de todas las épocas: la familia, la identidad, el
aislamiento, la precariedad, el riesgo o el fracaso. “En las
diversas perforaciones a través de los estratos del hielo –confiesa
la narradora–, llegué al origen más primario de todos nosotros,
la familia”.
Kopf
utiliza la biografía como material narrativo y, aunque el título lo
sugiere y el libro esté dedicado a su hermano autista, la intención
de la escritora no es tanto escribir sobre él, sino explorar con
intensidad el espacio polar existente a través de las expediciones
históricas de Scott,
Amundsen, Shackleton
o Louise Boyd, la
primera aventurera en sobrevolar el eje de rotación de la Tierra,
como metáfora de toda obsesión épica y de toda lucha interior.
Quizás lo más significativo del texto sea su empeño entusiasta por
hacer explícito el concepto que lo motiva, el origen del proyecto
narrativo y la manera singular de plasmarlo literariamente: una
primera parte documental, otra autobiográfica y la última, la más
breve, relatada como un diario de viaje.
En
Hermano de hielo
hay, por tanto, auto-ficción y ensayo, pero también crónica,
memoria y diario, con la intención decidida de secretar una historia
íntima y familiar. Kopf,
que se pregunta si al leer a los demás nos leemos a nosotros mismos
y se cuestiona si es “hacia dentro o hacia delante donde miramos
cuando escribimos”, hasta llegar a la conclusión de que no se
escribe sólo por gusto propio, sino que quien escribe de verdad
tiene conciencia de no estar solo en el mundo y, a ella en
particular, como dice en la posdata final, este libro le ha supuesto
una exploración y un alumbramiento necesarios.
Alguien
dijo que escribir es hablar sin ser interrumpido. Alicia
Kopf se apura en ello a
sabiendas de que después del silencio, la voz es lo único que no le
debemos a nadie. “Escribir –confiesa– es como tener un hacha
con la que romper el mar helado que nos habita”.
Hermano de hielo
es un artefacto literario sorprendente muy bien escrito, una novela
simbólica, vívida y nada convencional, con mucha significación
artística, que no dejará indiferente a quien se embarque en la
travesía que propone: un viaje, sobre un iceberg narrativo, henchido
de literatura, obsesiones, afectos y conquistas personales.
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