En
Mal de escuela
(2008), una novela de Daniel Pennac,
llena de ternura y entusiasmo, subyace el propósito de incidir en el
debate de la educación, un asunto siempre polémico en cualquier
país y época. En el colegio descorremos la cortina de muchos de los
interrogantes que nos ha de deparar la vida o, al menos, es la
institución donde compartimos con nuestros semejantes la
extraordinaria tarea de satisfacer la necesidad de instruirnos, así
como la de encontrar respuestas al mundo que nos rodea. Es aquí
donde cada alumno toca su instrumento, nos cuenta el narrador del
libro a modo de metáfora. Lo delicado para el maestro consistirá en
conocer bien a sus pupilos y buscar la sinfonía apropiada que la
clase necesita. Una buena clase, por tanto, no tendrá nada que ver
con la uniformidad de un regimiento desfilando, sino con una orquesta
que trabaja en pos de una pieza musical armónica y envolvente.
La hora de clase
(Anagrama, 2016), es un jugoso ensayo a cargo del prestigioso
psicoanalista y escritor Massimo Recalcati
(Milán, 1957) que responde al mismo asunto: la educación en la
escuela como ritual de iniciación del aprendizaje. La educación
siempre es un tema candente y a todos nos interesa. Decía Natalia
Ginzburg en Las
pequeñas virtudes (1966)
que: “Lo único que debemos tener en cuenta en la educación es que
en nuestros hijos nunca disminuya el amor a la vida […] ¿Qué otra
cosa es la vocación de un ser humano, sino la más alta expresión
de su amor por la vida?” En sus reflexiones sobre el mismo tema,
Inmanuel Kant
escribía también que “el hombre no llega a ser hombre más que
por la educación”.
Para
Recalcati, al igual
que para los autores citados, el hecho de enseñar a nuestros
semejantes y de aprender de nuestros semejantes es tan importante
para el establecimiento de nuestra personalidad como cualquiera de
los conocimientos concretos que se perpetúan o transmiten en las
escuelas.
La
tesis principal de este libro, tal como lo formula el propio autor en
la introducción, no es otra que destacar el papel insustituible del
enseñante. El maestro es, por antonomasia, el garante de ese rol,
según Recalcati, y
ha de seguir siéndolo, liderando su papel dinamizador del saber
hacia el alumno.
En
la actualidad, el modelo educativo y la búsqueda de la excelencia en
el aprendizaje son aspectos que suelen ocasionar mucho ruido en el
seno de la comunidad educativa, al igual que en los debates de los
distintos parlamentos de cada país. El maestro, además, nos cuenta
el profesor milanés, está más solo ante el peligro de esos padres
cada vez más cómplices y aliados de hijos y más distantes con el
profesorado que, además, prefieren despejar el camino de sus hijos
ante sus tropiezos académicos o comportamientos punibles, cambiando
de colegio, de profesores o protestando insistentemente como
replicantes de sus hijos.
Este
libro desvela los contrapuntos de la educación en la escuela, sus
debilidades. Sin embargo, resarcirse del pesimismo reinante es su
verdadero objetivo. En la enseñanza auténtica, viene a decirnos, no
hay oposición entre instrucción y educación, y se apela a que en
una hora de clase es posible cambiar una vida, dar un vuelco al
destino e, incluso, despertar curiosidad sobre la simpleza de un
esbozo.
La hora de clase
es un libro esperanzador, lleno de grandes verdades, un ensayo
pedagógico que se afana en detallar los males de la escuela,
haciendo mención permanente a la figura del maestro, pieza clave en
el engranaje complejo de la educación, cuestionado dentro y fuera de
la institución escolar y que requiere de una legitimación social
reparadora urgente.
Llegados
a este punto, no tenemos dudas de que la enseñanza depende
especialmente del carisma de quien la ejerce, de quien pone empeño y
motivación sobre aquellos que se ponen en el otro lado del aula. Su
liderazgo, como resalta Massimo
Recalcati,
es fundamental para impulsar el interés de nuestros hijos hacia el
aprendizaje y, por ende, hacia el conocimiento.
El
niño, como diría el sabio Montaigne,
no es un recipiente que hay que llenar, sino un fuego que es preciso
encender. La escuela, como señala este libro, es el laboratorio para
avivarlo.
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