La
literatura, y en particular la novela, –escribe Javier
Cercas– no debe proponer
nada, no debe trasmitir certezas ni dar respuestas ni prescribir
soluciones; al revés: lo que debe hacer es formular preguntas,
transmitir dudas y presentar problemas y, cuantas más complejas sean
las preguntas, más angustiosas las dudas y más arduos e
irresolubles los problemas, mejor. Esto dicho por Cercas,
que en principio parece más bien una línea filosófica extraída
del universo nihilista de Cioran,
conviene tenerlo muy presente, habida cuenta de la cantidad de voces
que últimamente siguen cuestionando, en un debate profuso e
irresoluble, la salud, vigencia y futuro de la novela. Lo que nadie
cuestiona al respecto es que la esencia de la buena literatura no
tranquiliza ni a sus autores ni a sus lectores, sino que lo
auténticamente literario inquieta. Las verdades de la literatura,
pero sobre todo las de la novela, no simplifican la realidad, sino
que la complican.
Luis Goytisolo
(Barcelona, 1935), escritor de dilatada carrera literaria, nunca
rehuyó hablar ni escribir sobre el futuro de la novela. Siempre se
postuló como un entusiasta afín a las propuestas de renovación del
género. Lo que hoy entendemos por novela, nos dice en su ensayo
Naturaleza de la novela
(2013), más que un género autónomo, de rasgos claramente definidos
y de formación y desarrollo perfectamente delimitados en el tiempo,
tiende a ser considerado un producto de aluvión. Por ello, para el
novelista barcelonés, la arquitectura y lo que él denomina
suprarrelato son dos aspectos claves para producir ese efecto deseado
en el lector para que este siga confiando en la novela y en su
devenir.
Coincidencias
(Anagrama, 2017) es un artefacto literario en pos de una novela en
construcción. Goytisolo
continúa con su visión crítica de la realidad, utilizando la misma
estructura narrativa empleada en los textos escritos en El
atasco y demás fábulas
(2016), con la intención de rascar la actualidad y reconocer el
sustrato de estupor y de estupidez que rigen los mecanismos de
nuestra vida en común, por medio de una escritura aparentemente
fragmentaria. El lector se encontrará en un hilarante desconcierto,
urdido bajo un andamiaje narrativo sujeto a sesenta y tres piezas
breves numeradas que aspiran a conformar la novela ideada desde la
corriente cotidiana del vagar de sus personajes por la ciudad, que es
el escenario por donde se mueven estos textos, donde las casualidades
se tornan en una machacona realidad, absurda e irrisoria.
El
lenguaje también será protagonista en esa permanente yuxtaposición
de las escenas de la vida de los seres ajetreados que van apareciendo
por las páginas de la novela. Aquí hay estampas existenciales, como
cromos y pasajes de albúmenes diversos que retratan costumbres,
modas, ideas, valores, tendencias y fobias, propios de este imparable
carrusel de nuestro tiempo moderno, tan vaporoso y fluctuante. El
absurdo y lo grotesco, además, está permanentemente ensartado con
la frivolidad e inconsistencia de quienes desatan la algarabía de
estos episodios concatenados con cierto exhibicionismo en el que no
falta sexo explosivo, cocina dirigida, dinero, ambiente consumista
que desvela un entramado éticamente precario donde cada uno va a lo
suyo, empujado, eso sí, por la inercia de tanta carencia y falso
progreso.
Coincidencias
es un libro de mirada corrosiva y con mucho humor ácido, por donde
el lector deambula identificando perfectamente el escenario narrativo
que el autor va filmando a pie de calle, hasta que el lector llega a
experimentar la desolación que inspira cada toma narrativa que se
despliega ante sus ojos, historias extraídas de esa realidad licuada
y nada sólida que parece anegar por entero la vida moderna, a merced
de unas simplezas ridículas que la convierten en una burla sucesiva.
La
nueva novela de Luis Goytisolo
se aparta claramente de la concepción clásica de lo que entendemos
por novela. Comienza con un calculado desorden, propio de una
narración de marcado carácter colectivo, para acabar en una pieza
literaria perfectamente armada y solvente. Lo que parece fragmentario
va confluyendo en un cauce narrativo común en el que la realidad
circundante se apodera del relato, encajando cada acontecimiento en
un flujo permanente de sucesos reiterativos protagonizados por
transeúntes que responden a todos los estereotipos: gente de
negocios avispada, amas de casa entregadas a sus labores, taxistas
socarrones, emprendedores oportunistas, indignados, aspirantes a
chefs, viandantes anónimos, repartidores silenciosos, conductores
cabreados, carteristas al acecho o jubilados aburridos. Detrás de
esto, el dinero, la fama, el sexo, el ocio y el trabajo es lo que se
perfila como marco de la verdadera cotidianidad, que empuja hacia una
realidad simplona y desquiciante en la que tiene cabida cualquier
ocurrencia y que acepta cualquier justificación.
Estos
enredos incitantes, Coincidencias
los llama el autor, forman parte del mundo de sus fábulas.
Goytisolo, por tanto,
nos propone una parábola de rabiosa actualidad por la que transitan
personajes que la habitan desaforadamente, seres que van cada uno a
lo suyo, con sus lastres e infortunios, con sus momentos de gloria,
sus fobias y ambiciones. La obra en su conjunto es un relato sobre la
evanescencia de la vida, una novela burlona y satírica donde la
caricatura y el disparate se confabulan para mostrarnos sin
concesiones cómo son nuestras vidas de ahora.