Al
igual que sucede con el cine, una obra literaria contiene numerosos
efectos especiales (recursos narrativos y estilísticos) que un
lector avezado detecta y aprecia. El lector curioso que se acerca a
un libro de microrrelatos se pone en la misma posición que hace un
buen aficionado al cine cuando se sienta frente a una pantalla a ver
unos pases de cortometrajes: la concentración y el detalle sobre la
acción filmada del espectador y el libro que toma entre sus manos el
lector, conformarán toda una tarea para no perderse ningún detalle
del guion ni de la historia narrada y, además, ser capaz de
interpretarla.
Como
bien dice Juan Pedro
Aparicio, veterano
escritor y consumado entusiasta del género breve, el microrrelato
está sujeto a leyes distintas de las que gobiernan las otras formas
literarias. Se diferencia del cuento clásico no sólo en el tamaño
y la concisión, sino, sobre todo, en su naturaleza elíptica, que es
lo que verdaderamente conforma su esencia. En el microrrelato lo que
se sugiere y presupone, lo que se calla y no se nombra, tienen mayor
resonancia que lo que se dice o se muestra a los ojos del lector.
Ginés S. Cutillas
(Valencia, 1973), como buen teórico del género, hace acopio en su
libro Lo bueno, si breve, etc. Decálogo práctico del
microrrelato (2016) de
todas las particularidades que caracterizan toda la narrativa breve,
un género que, en estos momentos, parece recobrar mayor auge
creativo, como se aprecia en el incremento de publicaciones de
autores curtidos en el cuento, así como en las nuevas voces afines
al género chico que están surgiendo y que animan el panorama, en
gran parte, por la amplitud de su eco en las redes sociales. Ahora,
al poco tiempo de la publicación de este más que interesante
manual, Cutillas
presenta un segundo volumen de microrrelatos, Vosotros,
los muertos (Cuadernos del
Vigía, 2016), que contiene cincuenta y ocho miniaturas literarias
cuyo tema central gira en torno a la paradoja de la muerte en todas
sus variantes: desde la aniquilación sentimental y mundana, el
fallecimiento común y la pérdida de algún familiar, hasta el
crimen atroz e impredecible de seres anónimos y extraños. Si en Un
koala en el armario (2010),
su primer volumen, la temática era de índole variada y menos
constreñida, digamos más desinhibida, en esta nueva colección de
microrrelatos, el valenciano centra, fija y apura sus historias, casi
al completo, sobre el lado escabroso de la muerte y sus oscuras
confluencias.
Los
personajes desfilan por estas ficciones, casi de perfil, como la
escritura jeroglífica, se aturden, se extrañan y emprenden acciones
insólitas que sobrepasan lo esperado. El lector asiste a un entorno
mortuorio que capta las extrañezas de los vivos y la fantasmagoría
de los muertos. La piedra sepulcral, la arrogancia de la muerte y los
nombres de quienes la suscriben conforman las escalofriantes
historias de las voces de estos muertos. Aquí subyacen malentendidos
en los nombres, familias que se deshacen de sus miembros con
asombrosa naturalidad, gente que sin conocerse de nada saben los
nombres de quienes acaban de encontrarse, seres confundidos en el
habla, vivos sepultados que piden amparo, soldados muertos de miedo
que batallan con chaquetas color de sangre, una máscara que otorga
invisibilidad, el miedo de descubrir la respuesta a una inquietante
pregunta a través del buscador de internet, la parca que se refleja
en el grifo del cuarto de baño, la venganza de un grupo de
desalmados divorciados sobre el mítico Cupido, las voces de nuestros
desaparecidos, la vida como desdoblamiento, un vecindario del que
desaparecen las puertas, la escalofriante puesta de largo de una
joven, la aparición insólita de unas imponentes piernas de mujer en
la pared de una casa, gente, en definitiva, desubicada, que trata de
sortear la muerte mientras otros se desviven en convocarla...
Vosotros, los
muertos es un arsenal de
pequeñas historias, intensas y lapidarias, perversas y
espeluznantes, salpimentadas con un humor muy negro, de las que el
lector sale sobrecogido y con una mueca inquietante y una sonrisa en
los labios de carácter amargo.
Cutillas
ha reunido una brillante colección de piezas narrativas engatilladas
sobre la brevedad de un escalofrío. Cada título es un enigma que
sumerge al lector en la incertidumbre. Algunos dan indicios de lo que
viene, otros sólo equívocos, la mayoría, eso sí, ocultan su
misterio.
Uno
termina la lectura de estas historias con la sensación de haber
asistido a una convocatoria próximo al espíritu de las narraciones
extraordinarias de Poe,
al espectro mortuorio de Lovecraft,
a los crímenes ejemplares de Max Aub
o a los relatos sobrecogedores e insólitos de Roald Dahl.
Vosotros, los
muertos tiene esas
resonancias y ese hormigueo propio de lo fantástico, un libro nada
amable y bastante inconformista alrededor de la muerte. De lectura
muy recomendable.
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