Vargas Llosa
sostiene en su ensayo La verdad de las mentiras
(1990) que la ficción es un sucedáneo transitorio de la vida. La
vida de la ficción es un simulacro que necesita un narrador para
contarnos ese tiempo inventado. En efecto, como dice el nobel
peruano, las novelas mienten, pero esa es sólo una parte de la
historia. La otra, la más importante, es que, aun mintiendo,
expresan una curiosa verdad que pone en vilo el interés del lector.
En
la no ficción se sobreentiende que lo que se propone está bajo el
epicentro de la verdad, aunque las herramientas literarias de las que
el autor se valga sintonicen con los mismos recursos utilizados en la
ficción: personajes, pasajes narrativos y hasta diálogos, y todo
ello orientado, mayormente, a crear expectativas, indicios que
despierten la curiosidad del lector. El lector es, por definición,
ese curioso entrometido que tiende a fisgonear, a poco que el
escritor le ofrezca un cebo razonable o apetecible, sin considerar si
lo que tiene entre sus manos es una novela o un ensayo personal. El
problema viene cuando el escritor no sea consciente de que esté
creando expectativas. Es, por tanto, difícil de imaginar un estadio
en el que el escritor de no ficción no esté en un devenir hacia la
condición de escritor y en el que la escritura no sea una
herramienta de exploración de esa condición.
Cuando
leemos un texto literario inteligente y seductor como este de Mostrar
y decir (Alba, 2017) del
poeta, crítico y ensayista Phillip Lopate
(Nueva York, 1943) mucho de lo insinuado en los párrafos anteriores
se vuelve, incluso, más profano, en el sentido de hacer entender la
literatura más cercana al lector no erudito. La no ficción comparte
también con la vida su esencia ambigua y polifacética. Las ideas
expuestas en este luminoso libro parte precisamente de esa
ambivalencia literaria que se corresponde entre la ficción y la no
ficción: “Cuando escribo ficción, lo que intento es llegar a la
verdad; cuando escribo no ficción, mi objetivo es tanto la verdad
literaria como la verdad literal”, (pág. 105).
David Shields
en Hambre de realidad
(2010), otro libro audaz y bastante polémico, habla del futuro de la
escritura de ficción y de su relación con la no ficción,
enarbolando lo siguiente: “Los escritores de no ficción imaginan,
mientras que los de ficción inventan”. Lo cierto es que, como
subraya Lopate, la
ficción no obliga ni insta al lector a creer. En todo caso, le
ofrece la oportunidad de asistir a una experiencia sin tener que
creer en ella. Shields se
posiciona en la misma dirección que su paisano cuando afirma que la
ficción nos ofrece la posibilidad de preguntarnos: “¿Y si esto
pasara?” En cambio, apunta que la no ficción nos ofrece una
afirmación como la que sigue, más compleja: “Puede que esto haya
pasado”.
El
arte de escribir no ficción
es el subtítulo y el tema principal que aborda Lopate
en su ensayo, una clara determinación expuesta en el prólogo del
libro de lo que se propone como profesor de escritura creativa y
literatura, un propósito entre cuyos destinatarios no solo incluye a
los alumnos que acuden con entusiasmo a sus talleres de escritura,
sino que, especialmente, se dirige a los colegas que se dedican a
esta tarea de enseñar a escribir: “No solo deberíamos enseñar a
los chicos a defender una tesis o a usar palabras cultas, sino
también a desarrollar un pensamiento crítico, a pensar contra sí
mismos”.
Mostrar y decir
es un compendio de reflexiones e interrogantes sobre el ensayo
literario y también sobre el ensayo personal y autobiográfico. En
uno de sus capítulos más brillantes, que lleva por título: El
ensayo: ¿Exploración o argumentación?,
Lopate
comparte lo que supone para él la necesidad de libertad que tiene el
ensayo para explorar asuntos sobre los que el propio autor aún no
está del todo convencido. Lo importante, dice, es seguir los
pensamientos de uno, aunque lleven a la contradicción. Pero,
insiste, que el escritor de no ficción, el ensayista personal, trata
siempre de aproximarse a la verdad, y no solo a la verosimilitud
literaria, sino a la verdad propiamente dicha.
En
suma, este es un texto jugoso y preclaro, solícito y muy bien
documentado, con una adenda final de lecturas sugeridas encomiable,
un libro preocupado en desmontar ese tópico cliché de los talleres
de escritura sustentado en que mostrar es la esencia de la escritura
y decir, su fatalidad. Lopate
conjuga en Mostrar y decir
a estos dos verbos que dan título a su obra como importantes y
complementarios para la escritura creativa, hasta el punto de que, en
la no ficción, ambos forman un binomio eficaz y sostenido para su
buen fin.
Pero un ensayo, como el mundo, es una forma viva. Y en su forma reside su realidad. Este libro se ocupa admirablemente de desvelarnos algunos de los secretos más significativos del arte de escribir no ficción y de su imaginario.
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