“Escribes
algo porque esperas controlarlo. Escribes acerca de experiencias en
parte para comprender lo que significan, en parte para no olvidarlas
con el tiempo. En el olvido. Pero siempre está el peligro de que
suceda lo contrario. Perder el recuerdo de la experiencia en sí en
el recuerdo de escribir sobre ello. Como la gente cuyos recuerdos de
lugares a los que han viajado son de hecho solo recuerdos de las
fotografías que tomaron allí. Al final, la escritura y la
fotografía probablemente destruyen más del pasado de lo que sin
duda lo conservan. Así que podría suceder: al escribir sobre
alguien a quien has perdido –o incluso nada más que hablando
demasiado sobre ese alguien– puede que lo estés enterrando para
bien”.
Entre
esta reflexión final y las tres citas que la autora coloca al
principio de su obra, la primera, de Natalia Ginzburg,
en la que subraya la dificultad de aplacar el dolor escribiendo; la
siguiente de Hans Christian Andersen,
que alude a la presencia amable de un perro; y la última de
Nicholson Baker que
dice: “La pregunta que cualquier novela está tratando realmente de
responder es si merece la pena vivir la vida”, se condensa el
espíritu que encierra El amigo
(Anagrama, 2019), la nueva novela de la escritora y ensayista Sigrid
Nunez (Nueva York, 1951), una
historia narrada desde el punto de vista de una escritora, cuyo gran
amigo, maestro y mentor acaba de suicidarse, y que se ve obligada a
hacerse cargo de su perro con el que establecerá unos lazos
afectivos que, sin llegar a sobreponerse totalmente del dolor
ocasionado, logra mitigar la ausencia del amigo con su nueva
compañía.
Todos
pedimos cariño, lealtad, incluso compañía y, más aún, cuando
alguna vez nos encontramos deshechos por una ruptura amorosa
inesperada. Afortunadamente, cuando las cosas no ruedan como uno
quiere, una mascota puede ser un extraordinario hallazgo para
salvarnos de ese derrumbamiento. Amor y pérdida, dos de las
preocupaciones determinantes de la vida y de la literatura.
Precisamente, por ese binomio transcurre la narración de Nunez.
En El amigo
encontramos una historia con un marcado tono elegíaco por el que
aflora el dolor, la ausencia, la amistad y el trato con los animales,
en particular, entre Apollo,
un enorme dogo alemán arlequín, de manchas negras y blancas, viejo
y artrítico, y su
anterior dueño, al que después acudirá en su auxilio la narradora.
El amigo
nos da pistas sobre la figura del desaparecido profesor, escritor
brillante y de cierto renombre, muy afamado en la enseñanza de la
creación literaria que, además, llevó una vida disoluta y
mujeriega, casado en tres ocasiones y, finalmente, derrumbado, preso
de una depresión que le condujo al suicidio. Todo esto está
presente, pero también el libro abunda en otros temas de interés
para cualquier lector. Hay un asomo revelador e intimista sobre el
oficio de escribir y sus significados, un acusado sentido de
preguntas sobre la invención y la vida, y, cómo no, sobre los
deseos de alcanzar metas más allá de nuestra experiencia del vivir
cotidiano.
Pero
si hay algo que resaltar por encima de todo lo que aquí se cuenta y
se evoca es que el libro en sí mismo es un canto a la amistad y a la
literatura. La escritura está siempre presente en el texto cada vez
que se recuerda al amigo en las notas que la protagonista toma para
clase: “Más que escribir sobre lo que sabéis, nos dijiste,
escribid sobre los que veis. Asumid que sabéis muy poco y que nunca
sabréis mucho hasta que hayáis aprendido a ver”. Más adelante no
se olvida de resaltar la dificultad que conlleva escribir: “Por
algo Henry James dijo que alguien que quisiera ser escritor debería
llevar en la frente la palabra soledad. Frustración y humillación,
dijo Philip Roth que era la escritura. La comparaba con el béisbol:
Fallas dos de cada tres
veces”.
Volviendo
a la amistad y a la cercanía de Apollo,
el otro protagonista, Sigrid Nunez
viene a decirnos que, ciertamente, esa opción de adoptar una mascota
puede producir una catarsis afectiva en la vida de cualquiera, y,
desde luego, más si cabe, en su escritura, si hablamos de un
escritor, como es el caso de la narradora de esta novela. Esa
relación establecida puede convertirse en un dispositivo literario
tan útil como reconfortante, entre otras razones porque el amor para
un perro es más sencillo e instintivo; ellos saben y comprenden
cuando una persona está sufriendo.
A
medida que va transcurriendo el relato, todo el hilo conductor de la
novela va mudándose de destinatario. Ese cambio que se va
produciendo mientras la narradora va forjando su historia obedece a
la presencia inesperada del viejo Apollo,
una circunstancia que hará que cambie significativamente lo que se
interpelaba al principio sobre la figura del amigo muerto hasta
transformarse en un emotivo diálogo interior, en una carta sentida y
entrañable de despedida dirigida a su nuevo amigo adoptado que, más
pronto que tarde, también partirá.
El amigo
es una obra emotiva y lúcida en cuyo centro de todo está esa voz
poderosa y convincente de la narradora, capaz de conducir al lector a
los puntos más inopinados y sorprendentes que se propone: citas de
escritores, recuerdos personales, historias peculiares de las esposas
de su amigo fallecido, paseos por la calle: un mundo literario de
voces y asertos inolvidables.
Sigrid
Nunez
firma un libro maravilloso, un artificio que, desde su plena
humanidad y hondura de valores, llega a una intimidad conmovedora, y
todo ello visto desde el prisma de la amistad y el amor a la
literatura. Un deleite.