De hecho, para un cultivador como él del cuento fantástico, hay una predisposición para ese tipo de literatura de lo sobrenatural que presenta lo extraordinario, lo inaudito, como una posibilidad permanente de explorar lo inexplicable. Inmerso en ese imaginario suyo que va de lo cotidiano a lo excepcional, de lo normal a lo anómalo, los cuentos de Olgoso ponen en alerta al lector que quiera entrever todas las obsesiones delimitadas en la propia naturaleza de los acontecimientos que se cuentan. El autor cuida hábilmente de no mostrarse intrusivo con consideraciones morales en ninguna de sus historias. Sin embargo, es la extrañeza la que mejor se manifiesta en sus relatos, la que nos hace denotar un clima y un halo de incertidumbre que hace que el lector experimente un acceso singular a lo inesperado con inusitada perplejidad.
Los catorce textos reunidos en Devoraluces (Reino de Cordelia, 2021) sorprenden al lector por el giro acometido en su narrativa. Los relatos de ahora se apartan del lado turbador, extraño y sombrío acostumbrados para buscar otros ámbitos y escenarios más luminosos y contemplativos en los que la emoción provienen de la misma Naturaleza, del pálpito del amor, del gozo, de la gratitud y de la capacidad de asombro que reverbera todo ese crisol balsámico y maravilloso que la propia vida pone a nuestro alcance. El libro, desde sus prolegómenos, invita a descorrer las cortinas de la inventiva para dar paso a la luz. Un buen puñado de citas la invocan en su arranque con ese propósito de marcar sus destellos, un camino propicio donde la luz se incorpore con fulgor, no solo al relato, sino también al lenguaje.
En Las luciérnagas, el primero de los relatos, el narrador evoca su infancia remota de veranos cálidos, de juegos intensos y ensueños efímeros, compartidos con el resplandor de aquellos gusanos de luz que se hacían ver en las charcas como hadas mágicas. En Fulgor nos acercamos al encanto luminoso de un hombre menudo y sencillo provisto de una rara capacidad de sortear las adversidades con alegría. A casa de El Pajarillo, como así se le conocía, todo el mundo quería llegar para conocer su entusiasmo y aprender de su regocijo. En La rosa de los vientos, otro de sus relatos más destacados y evocadores, hace coincidir a varias figuras señeras de la literatura universal. Ulises viaja a la Ítaca literaria de tantos personajes memorables. En ese periplo nos encontramos con John el Largo. El héroe griego atisbará también al capitán Ahab a bordo del Pequod, así como a otros tantos que pusieron rumbo a su aventura, gente llena de sueños que ponen rumbo a su Ítaca y siguen perpetuándose en el imaginario colectivo de la literatura y de la vida.
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