miércoles, 7 de julio de 2021

Sobre la tentación literaria



La literatura nunca debe dejar de ser el lugar donde se disputa la forma que todo escritor debe adoptar frente al reto de escribir un texto. Decía
Nicolás Dávila al respecto que «el lector verdadero se agarra al texto como un náufrago a una tabla flotante». Leer supone riesgo, entrar en lo que puede parecer incomprensible al principio y descifrar la propuesta que hace el libro para interpretar lo que hay de nuevo o luminoso en esa propuesta. Porque cultivar la literatura, leer lo ajeno, no es solo un signo de consideración, sino de traducción de palabras y de mundos. Dicho de otra manera: la literatura no es solo lo que dice, sino cómo está hecha.

Iban Zaldua (San Sebastián, 1966), autor de libros de relatos, entre los que destacan, Porvenir (2007), Biodiscografías (2015) o Como si todo hubiera pasado (2018), aborda ahora en Panfletario (Pepitas de Calabaza, 2021) todo lo concerniente a lo apuntado más arriba: a la importancia formal del hecho literario, y lo hace mediante un libro misceláneo formado por manuscritos de diferente procedencia en el que, como subraya el propio autor, lo metaliterario es el verdadero hilo conductor del mismo. Por tanto, en estos Manifiestos, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura, como así subtitula su obra, el lector está invitado a una lectura explosiva y reveladora, inteligente y divertida, llena de argumentos y reflexiones en la que su autor muestra su bagaje crítico, como lector y minucioso observador, de lo que pasa en el seno de la República de las Letras.

En él examina algunos de los fenómenos más llamativos de lo que se viene publicando en los últimos años, entre los que destaca el auge de la autoficción. Pero, a su vez, el libro está lleno de recomendaciones de cómo escribir prólogos, contracubiertas, necrológicas o consejos para organizar eventos culturales. Este es un libro sobre la pasión de la literatura, y las propias taras del mundo literario. Zaldua va dejando su halo crítico y sardónico conforme va desmigajando sus textos, igual que, de una manera u otra, señala con insistencia que es más importante cómo se nos cuenta lo que se nos cuenta que lo que nos cuenta cualquier libro en sí. Deja claro, respecto al pacto novelesco, ese principio que sostiene que una ficción funciona bien mientras dura su lectura y nos la creemos, que en la autoficción difícilmente se sostiene. Queda la sospecha, como dice él, de que “el escritor no deja de dar saltos entre mentiras de verdad y verdades de mentira”.

Hay textos verdaderamente ingeniosos, como Los Diez Mandamientos de la literatura, en cuyos preceptos destaca: "Amarás el canon sobre todas las cosas", "No plagiarás, sino que intertextualizarás. Y procurarás tener siempre a mano a un abogado", o este otro: "Jamás darás a entender que estás mintiendo, aunque escribas ficciones". En Autoanálisis, una pieza próxima a un relato o crónica, recoge ese ámbito preocupante que el escritor suele llevar consigo en las presentaciones de sus libros perfectamente resumido en la cita de Rafael Chirbes que antecede al texto: «El escritor lo que tiene que hacer es escribir y si tiene que hablar mucho de tus libros es que tus libros no hablan por ti. Mala cosa».

Da paso también a la importancia del punto de vista en la literatura para abordar cualquier asunto. En literatura, nos viene a decir Zaldua, es fundamental el punto de vista que se adopte a la hora de acometer una obra. Uno se puede ir acercando más y más a la realidad, pero nunca puede acercarse lo suficiente, porque la realidad es una sucesión infinita de pasos, de niveles de percepción, de circunstancias y de falsas apariencias y, por ende, inextinguible, inalcanzable en todo su ámbito. En ese sentido, algunos textos del libro se aproximan a la escritura que aborda el conflicto vasco como ejercicio de memoria.

En otro texto muy significativo sale a relucir el asunto candente de las condiciones indispensables para la iniciación a la lectura. Para Zaldua leer y leer cualquier cosa no significan lo mismo. Sobre ese debate de lecturas obligadas que han llevado a algunos expertos y profesores a posicionarse contrarios a ellas, lo tiene claro: "Yo pediría que me obligaran a leer, no lo contrario. Luego, cada cual verá si obedece o no al mandato. Pero no querría, de ninguna manera, y como punto de partida, renunciar a las lecturas obligatorias. Por si acaso". Y esto es algo a lo que se aferra porque la cuestión del gusto por las letras para él es, básicamente, de índole educativo: "el gusto no surge de la nada, no es algo natural que llevemos impreso en los genes: el gusto se cultiva".


Panfletario aglutina muchos temas candentes de la literatura, un libro que toca con ojo crítico y también jocoso el mundillo literario. Zaldua examina y se examina de la prosa a la poesía, de las novelas de viajes a la autoficción, del relato al ensayo, de la escritura a la lectura, para extraer los detalles de su gusto propio, que no tiene por qué coincidir con un gusto objetivo o con un canon cerrado. Se basta con ser fiel así mismo, como diría Virginia Woolf, y dejarse llevar, con desparpajo, por lo que los libros y su pálpito le predisponen a escribir sin alharacas sobre la tentación literaria.

Estamos ante un libro ameno, jugoso e incendiario, que hace que nos fijemos más en la hechura de la literatura, en la propia vida de los libros, en su corte y confección. Estamos ante un libro para lectores curiosos en los detalles y entresijos que envuelven a ese extenso y libertino parque temático que llamamos Literatura.


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