Dice Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948), en la nota preliminar de El sueño cumplido (Tusquets, 2023), que la primera parte del libro “ofrece mis escritos en prosa más cercanos a lo que se entiende por «poética». Yo prefiero llamarlos «escritos sobre poesía»”. Esta aclaración, necesaria para él, poeta fiel a sí mismo, le vale como invitación al lector para que le acompañe a un selectivo despliegue de reflexiones personales sobre la creación poética y su correspondencia con la vida, dejando al descubierto el relato de su experiencia y su manera de ejercer el oficio, como misión de entendérselas con el mundo. Resalta, desde estos mismos postulados, el sentido de la vida como fuente de inspiración para su quehacer poético, y subraya que la poesía “depara al hombre conciencia del mundo, de su persona y del tiempo completo de su vivir”.
El libro avanza por esos derroteros, en un testimonio confesional y explícito, como de estar en un diván, dispuesto a compartir su pensamiento en torno al género. Pero también transita coloquialmente por diferentes entrevistas mantenidas a lo largo del tiempo en las que el poeta da cuenta de su oficio y el desafío que entraña. En ellas le importa destacar que el yo del poeta es quien se hace mundo y carne: “Al referirme a la poesía –dice– nunca hablo de construcción ni de invención; hablo de revelación, de manifestación de ella misma, a la que yo contribuyo en lo que puedo”. Se podría decir que, aunque el libro no nació ex profeso para ser publicado, se fue formando al hilo de todo el material disperso que obraba en su poder, como fuente propicia que aglutinaba textos declarativos y glosados a lo largo de los últimos veinte años, y a los que también añade una selección de poemas sobre la propia poesía.
Sánchez Rosillo no pone reparos en mostrarnos su gabinete creativo para que descubramos los entresijos y materiales de su poesía: aventura, emoción, oficio y misterio. Al poeta le importa que estos ingredientes impulsen el sentido del poema, que las palabras den voz a la realidad para que esta se manifieste. Para él, el poema no precisa ser comprendido de la manera que el autor lo comprende. Lo que importa es que trascienda su sentimiento al lector, lo suficiente para entrever su misterio. Proclama que “escribe desde sí, aunque poniéndose en el lugar de todos. Somos muy diferentes y a la vez muy parecidos”. Es consciente y así lo transmite en más de una entrevista de que “la poesía nos acerca a la vida en el sentido profundo, depara al hombre conciencia del mundo, de su persona y del tiempo completo de su vivir”. También busca oro como lector incansable de Homero, el más grande y emocionante para él, Keats, Emily Dickinson, Jorge Manrique, Garcilaso, Machado o Juan Ramón: “La voz de un escritor se forja con la mezcla indiscriminada de todo lo que ha leído, y de cuanto ha vivido”.
En El sueño cumplido encontramos todo lo indispensable para descubrir cuándo, cómo y porqué encontró el autor su destino, el sueño cumplido de su vida: ser poeta, poeta auténtico que se transforma lentamente en un arco de tiempo amplio, no de un día para otro. Asegura que: “Nadie que no se dedique a estos menesteres podría imaginar la cantidad de ilusionada energía y de atentísima paciencia que ha de emplear el poeta para hacerse con el poema, ni la satisfacción que siente cuando por fin lo alcanza y sabe que ese bien lo acompañará ya para siempre”. El poeta auténtico, según nos dice, sabe que no siempre encuentra tesoros a diario, que la poesía es un bien escaso: “La poesía es una aventura. Si conociéramos con antelación cómo se va a desarrollar, dejaría de serlo”.
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