Estas consideraciones quedan bien a la vista en El exclaustrado (Anagrama, 2024), la nueva novela de Álvaro Pombo (Santander, 1939), una inmersión en los recovecos del alma humana en la que aborda cuestiones inherentes a la fe, las dudas, los autoengaños y los deseos inconfesables, una reflexión, a su vez, sobre el conocimiento, el pasado y el eco que dejan las equivocaciones en la conciencia del ser. Lo que se cuenta en ella es la historia de Juan Cabrera, un monje benedictino de profunda vocación religiosa que, tras presenciar un trivial incidente de unos novicios y denunciarlos, sufre una intensa crisis de fe y abandona el monasterio para recluirse en un pequeño apartamento, con la sola idea de apartarse del mundo, rodeado de sus libros de teología, para concentrarse en sus propios pensamientos. En ese espacio encontrará su retiro y cobijo para pasar desapercibido: “Es lo bastante rutinario para acabar volviéndose invisible”.
Alejado del convento y de la familia, recibe un día la visita de su sobrino Jaime, un joven desprovisto de malicia y un tanto ingenuo que, a su vez, acaba incorporando al encuentro a Antón Rubial, su profesor de Filosofía del Derecho, que en su día fue novicio en el mismo convento de su tío, autor de la denuncia por un supuesto acto impúdico y que provocó la expulsión de Rubial, un hombre, por otro lado, engreído, seductor, inteligente y calculador que no olvida el suceso y trama una venganza en la que utilizará a su ingenua y atractiva mujer, Petri Guillard para arrastrar a sobrino y tío a un desenlace perverso e imprevisto. Juan Cabrera se resiste a volver a encontrarse con el ex-novicio. Le indica a su sobrino que no es buena idea verse con este: “Que el pasado es pasado, en mi opinión. Forma parte de nosotros, pero vale más no reavivarlo porque con facilidad puede empeorarse y empeorarnos”.
Sin embargo, nada impedirá a que todo se precipite de manera inopinada. Cabrera establece una limpia y cordial relación con Petri que, en aquel momento, es amante de Jaime tras haber sido abandona por Antón, su marido. Petri, al poco tiempo, rompe con Jaime y regresa a su hogar conyugal donde le espera Antón y la somete a un encierro que califica de reparador, un aislamiento forzado del que sobrino y tío intentarán librarla. Mientras todo parece ceñirse a un plan bien urdido, en la novela percibimos cómo se agita el alma de sus personajes, sus emociones y sentido moral de entender y encajar la realidad, de discernir la mirada del otro. Cabrera ahonda en la dimensión filosófica de una salvación turbuleta que va adquiriendo todo este trance: “Nadie salva a nadie –se dice a sí mismo–. Nadie puede hacerlo a menos que aquel a quien se quiere salvar quiera ser salvado”.
Esta es una novela reflexiva sobre la culpa y las consecuencias de nuestros actos al propio tiempo que una historia que se sumerge en la subjetividad de sus protagonistas, sus afectos y aflicciones, revelándose como algo que apenas les redime de las decepciones y reveses de la realidad. Pombo explora el alma de sus personajes, sus ambiciones, deseos y necesidades imperiosas y, sobre todo, ese punto vulnerable que genera sus conflictos: en Juan Cabrera, los misterios de la fe; en Jaime, la inocencia y latidos del amor; en Petri, la infelicidad y el sentido del deber; en Antón Rubial, la venganza y los celos.
El exclaustrado es una fábula sugerente con aire de thriller, un relato sombrío y filosófico escrito con un ritmo trepidante, que nos muestra a un hombre viviendo inmerso en una subjetividad trastocada por conflictos morales en busca de redención. Pombo pertenece a esa estirpe de autores que poseen el rango existencial y humano que logra que nos percatemos de que el horizonte más determinante que distingue a nuestra especie no se encuentra más allá, más lejos, sino más adentro, más en nosotros mismos.
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