Cada
vez que se produce una novedad editorial que llega con la firma de
Fernando Savater despierta en mí una curiosidad difícil
de frenar. Sigo con interés sus escritos desde hace
treinta años. He leído casi toda su producción narrativa y ensayística. Empecé con Sobre
vivir allá en 1983 para continuar con La tarea del héroe
e Invitación a la ética, hasta abrazar sus muchos artículos
en prensa, en los que vierte su afán divulgador que me llevaron a la
lectura de Rabelais, Spinoza, Chesterton, Cioran
o Voltaire. Para mí fue todo una instrucción motivadora.
Esta
mañana dominical he leído lo último publicado por el donostiarra. Jorge Herralde, el
editor de Anagrama, siempre sorprende, y en esta ocasión lo ha hecho lanzando El
Traspié, una comedia filosófica que Savater estrenó en
1988 en TV en el programa de teatro A través del espejo, en
la época de Pilar Miró. El texto de esta obrita de apenas
noventa páginas y que lleva como subtítulo Una tarde con
Schopenhauer, cuenta las conversaciones que la joven y prometedora artista Elisabeth
Ney mantiene con el
doctor Schopenhauer
en sus sesiones de escultura sobre el busto del insigne modelo. Esta
inventiva del autor de Ética
para Amador nos descubre
las ideas sobre el destino de los hombres y otras perplejidades valiéndose del tono magistral del filósofo alemán. Savater
versiona los diálogos que la escultora mantiene con el cascarrabias de Schopenhauer.
En
esta pieza teatral el profesor vasco escenifica las minúsculas
vanidades del sabio alemán, el afán del anciano de seguir
despertando admiración, su gusto por la frase afilada y rotunda para
impactar en el oyente. La joven Ney
se deja seducir y celebra sus ocurrencias. Hay un pasaje clave en el libro,
cuando Schopenhauer
se interesa por Larra
ante otro personaje de la obra, el español Zúñiga,
donde el viejo filósofo manifiesta su rechazo radical al suicidio:
“Lo considero un pecado de optimismo: lo que hay que
matar en nosotros no es la vida, sino la voluntad de vivir”.
Y más adelante afirma: “Cada cual no tiene más destino
que los retortijones de sus tripas”.
Savater
es también novelista premiado, pero sobre todo es pensador, un
filósofo al que nada le es ajeno. Habría que situar al donostiarra
en esa franja de escritores de éxito heridos por el teatro que
siempre les resultó esquivo, como Azorín,
Baroja
o en la actualidad, Vargas
Llosa.
El
traspié ofrece
un escenario que no pasa inadvertido, incluso la representación de
Zúñiga,
el viajero y hombre de mundo, despierta un interés histórico
irresistible. Al mismo Schopenhauer
le ocurre algo inusual como que la belleza y la inteligencia de la
joven lo tenga seducido hasta el punto de atemperar su radical
misoginia. Y entonces ocurre el milagro de una deliciosa conversación
entre el viejo pensador y su admiradora artista que desemboca en un
torrente de pensamientos y gustos que el filósofo alemán despliega
con ironía y sentido del humor.
Este librito elocuente, sutil y ameno, que deja el regusto de
haber pasado un buen rato, es una charla sustanciosa de las de antaño, pero
igual de vigente para estos tiempos de zozobra.