En
septiembre de 2001, la Fundación Caballero Bonald celebró su
tercer congreso : Literatura y Memoria, un recuento de la literatura
memorialística española en el último medio siglo pasado. El
congreso fue memorable e irrepetible. Figuras desaparecidas, de la
talla de Eduardo Haro Tecglen, Carlos Castilla del Pino,
Javier Tusell, José Saramago y, ahora, José Luis
Sampedro (Madrid, 8 de Abril de 2013) fueron el compendio de
ilustres conferenciantes de aquel celebrado evento, y al que yo asistí
como congresista.¡Qué suerte la mía!
En
el terreno literario, José Luis Sampedro se dedicó a indagar
sobre los seres humanos, los hombres y mujeres que necesitan crecer
por dentro, “cumplirse” -como le gustaba a él decir- como
seres humanos, comprenderse en el otro o en las diversas caras de su
propia condición. Su vida ha sido ese lugar singular y compartido en
el que se cruzan un tiempo y una historia. Un cruce que le enseñó
muchas cosas. Le enseñó a vivir entre la lucidez y el vitalismo,
entre el testimonio y la resistencia, hasta configurar una de sus
frases más genuinas: “Siento, luego existo”.
Le
gustaba reafirmarse como un vividor: “Yo soy un vividor porque
trato de vivir”. Recuerdo que en el referido congreso, Sampedro era el invitado de la conferencia
inaugural y citó al final de su elocuente exposición una frase de
Condillac, filósofo francés del siglo XVIII, que resumía en
buena medida su manera humanista de entenderse: “Sea que nos
elevemos hasta el cielo, sea que descendamos a los infiernos, nunca
salimos de nosotros mismos”.
En
suma, su literatura, su historia, su vida han sido un esfuerzo de
indagación moral sobre la condición humana, desde la necesidad del
amor a la necesidad opositora del poder. El autor de Congreso en
Estocolmo, El río que nos lleva, Octubre, octubre,
La sonrisa etrusca, La vieja sirena, Real sitio,
El amante lesbiano..., fue también un maestro de la sabiduría
moral, que demostró que la lucidez solidaria, la rebeldía ante las
injusticias, la preocupación por el mundo, no pertenecen a los
lunáticos e ingenuos, sino al individuo consciente que asume su
responsabilidad y se atreve a crecer por dentro. Gracias maestro por
tu testamento vital, gracias.
Gracias Jimy, yo también tuve la suerte de conocerlo personalmente y siempre lo he seguido y admirado tanto en lo literario como en lo humano. Una gran pérdida.
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