Si
hay algo que agradezco a Fernando Savater (San Sebastián,
1947) es el hallazgo de otros autores y pensadores que por mí mismo
difícilmente hubiera encontrado. Bien es cierto que los libros te
llevan a otros libros, pero descubrir a Rabelais, Voltaire
y Nietzsche, por ejemplo, fue para mi una maravillosa aventura
que vino de su mano, de ese empeño entusiasta y revelador que
siempre ejerce en sus ensayos de ética para curiosidad y formación
de sus lectores. Este oficio didáctico propició en mí influencias
de libros que el filósofo vasco expandía a través de sus escritos
y artículos periodísticos. No olvido el efecto que me produjo la lectura de Cioran, un pensador desconocido en
nuestro país al que el ensayista donostiarra nos presentó con regocijo a
tantos lectores ávidos de pensar sin la tutela del sistema. En
más de una entrevista Fernando Savater ha reconocido que no
hay para él mayor gozo que un lector le confiese que conoció a un
autor gracias a él y contesta muy ufano: escribo para proponer
autores más dignos de ser leídos que yo.
Savater
es un ensayista imprescindible por lo que transmite y por el enfoque
educativo y ameno con que salpimenta su escritura. El autor de La tarea del
héroe (1981) e
Invitación a la ética (1982)
no ha dejado nunca de proponer una ética
cuyo fundamento es comprender al hombre como ser activo, en la
creencia de que la imaginación en el hombre es lo que mejor puede explicarnos lo
que supone su manera de actuar. Y, en Ética de urgencia (2012),
publicado treinta años después, el prolífico escritor vasco se
reafirma en sus postulados y dice en el prólogo: mientras
seamos humanos no podremos dejar de preguntarnos cómo debemos
relacionarnos con los otros, porque somos humanos gracias a que otros
humanos nos dan humanidad y nosotros se la devolvemos a ellos.
La
editorial Ariel
lanzó el mes pasado Figuraciones mías,
una recopilación de los últimos artículos periodísticos del
filósofo donostiarra, que deambulan entre el placer de la lectura y
la aventura de pensar. De modo que estas Figuraciones
mías están impregnadas de
reivindicaciones y recetas, porque Savater
está convencido de que el remedio contra todo mal es la educación,
la reflexión y la cultura. Y así en este marco se declara un
entusiasta activista de dos tareas primordiales de su filosofía
vital: el gozo de leer y el riesgo de pensar. El intelectual español
llama a rebato, tanto a la ciudadanía como a las instituciones, para
alertarlas de que la lectura no se impone, porque ante todo es placer, y
advertirlas de que educar no consiste solo en formar empleados, sino en
preparar ciudadanos. Insiste en que la cultura es algo más que leer un
premio Nobel, y aboga por seguir experimentando y por conocer otros
libros, porque consumir solo cultura gourmet es como alimentarse
exclusivamente a base de mariscos. Es necesario ampliar el menú y
probar otras cosas.
El
libro de Figuraciones mías
está concebido como una bitácora de lecturas por donde Savater se explaya con su buen ojo clínico de lector, para ofrecer un repertorio de
autores y obras con los que abrirnos el apetito de la curiosidad: Emerson,
Melville,
Baroja,
Vila-Matas,
Virginia Woolf,
J. K. Rowling
o Fred Vargas,
y como remedio al mayor tormento que conoce el ser humano, que es sin
duda el aburrimiento: es el único que de veras humilla, y
frente a él no caben ni la rebelión ni el heroísmo.
Son un total de treinta y siete artículos, más un prólogo, que no
tienen desperdicio. El conjunto de estas Figuraciones
mías es donde el autor de
Ética para Amador
pulsa el botón de alarma reflexionando sobre temas tan candentes del
momento como la educación, la cultura, el periodismo e internet. Y lo hace desmitificando la época que nos toca vivir, poniendo en
solfa eso que tanto valor se da hoy en día, como es medir la
rentabilidad, la eficacia y el volumen del negocio, en detrimento de
las humanidades, las artes y el saber, que son las únicas disciplinas
capaces de esculpir mejores ciudadanos y modelar un mundo con ciudades más
habitables y libres.
Como
siempre, Savater
no defrauda. Su incomodidad es entusiasta y emprendedora, su mensaje, sencillo, didáctico y profundo, como el de los viejos filósofos, se dirige a una amplia mayoría. Figuraciones mías
es un libro dinámico, jugoso y reflexivo, escrito por un activista
de la concienciación, tan lúcido y vitalista que no se cansa de
transmitir el gozo que supone leer y el riesgo que conlleva pensar.
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