El
arte de deleitar, persuadir o conmover no surge de lo extensivo, sino
que sale cada vez con más prontitud y frecuencia de lo breve y
simple, de ese fascinante y silencioso poder que posee lo escueto. Un
arte antiguo y noble nombrado de muchas maneras: aforismos,
proverbios, máximas, sentencias, adagios, refranes, epigramas,
dichos..., una infinidad de apariencias para afinar en la concisión
de las ideas, como decía Mark Twain: transmitir un mínimo
sonido con un máximo de sentido; o como afirma el maestro
Ramón Eder: el aforismo es una enorme minucia, es la gracia
de la brevedad.
Para
un entusiasta de este género de lo breve, seguir descubriendo a
autores de todos los tiempos, practicantes de estas paradojas
fragmentarias, es toda una aventura silenciosa y emocionante, como le
gusta al buscador de trufas adentrarse en la espesura del bosque tras
la pista de esos tesoros gastronómicos escondidos.
Uno
de mis últimos hallazgos se lo debo a Alejandra Pizarnik que,
en sus Diarios, menciona a las voces de Antonio
Porchia, que es así como este escritor de lo sintético
llamaba a sus aforismos, y afirma que el libro del argentino es el
más solitario, el más profundamente solo que se ha escrito en el
mundo.
Sin
duda, si hay una obra que represente la reivindicación de la
brevedad y soledad, nos tenemos que referir al autor de Voces,
Antonio Porchia
(Conflenti, 1885- Vicente López [Buenos Aires], 1968). La Editorial
Pre-textos
publicó en 2006 toda su producción aforística bajo el título
Voces Reunidas,
un extraordinario volumen que reúne no solo la totalidad de sus
lúcidas voces, sino
un acercamiento al estudio y detalle del pensamiento de este
gran maestro italo-argentino, de la mano de Daniel
González Dueñas y
Alejandro Toledo.
Porchia era un escritor poco convencional que esquivaba los ruidos literarios y cualquier elogio de la crítica; no confiaba en ninguna certidumbre y siempre mostró más preocupación por lo poco que significaba la vida en general. Al contrario de lo que ha
caracterizado a buena parte de la tradición aforística, Porchia
se aleja de toda presuntuosidad en la construcción de sus ideas, no
pretende deslumbrar, sino alumbrar con su hondura. Sus voces
están cargadas de profundidad y
densa sabiduría, pero sin extravagancias, todo lo
contrario, son pensamientos surgidos de su experiencia, de sus
vivencias de hombre sencillo, de hombre de barrio, amigo de sus
amigos. Preguntado por su afinidad anarquista, respondía con aplomo:
Fui muchas cosas. Tantas que no estoy en ninguna cosa.
La
obra de Porchia
encierra un compromiso inquebrantable con los desfavorecidos y con el
dolor de los demás: No hay un dolor que no llame
(VR 772). Fue un
hombre de contrastada bondad, tras su rostro rudo de campesino
calabrés, guardaba un alma sencilla y tierna hacia todo lo que le
rodeaba: En un alma llena cabe todo y en una vacía no
cabe nada.¡Quién comprende!(VR
330). Siendo la vida esencialmente dolor, para Porchia
no hay remedio más eficaz para combatirlo que la medicina de la
vida: Para librarme de lo que vivo, vivo
(VR 422). Y en otra de
sus voces más elocuentes afirma: Nadie se convence de que la
vida es así, como se vive (VR
686). La modesta existencia de este sofista de la pequeñez de la
vida tuvo consonancia con su modus vivendi:
Vivo de las concesiones que yo mismo me otorgo
(VR 810). Su
austeridad y sencillez se forjaron en la propia necesidad de las
cosas: Se aprende a no necesitar, necesitando
(VR 362).
La
obra intemporal de Antonio
Porchia es un ejemplo
poco común de coherencia, sencillez y libertad creadoras. Siempre
mostró su preocupación por la vida, en cambio, la muerte era un
asunto de asombro y reflexión permanente; para él, el morir demanda
una muerte humana. Por eso dejó plasmado este aforismo tan
brillante: Saber morir cuesta la vida
(VR 457).
La
sabiduría de Porchia
es desconcertante y se halla en la unión indisoluble de vivir y
comprender. Las voces le salían sin proponérselo, hablaba así, su
hondura radica en lo insignificante, porque para él: lo
hondo, visto con hondura, es superficie
(VR 236).
En
definitiva, las 1182 voces reunidas, una tras otra, pausadas y
pensadas, suponen el compendio biográfico de un excelente aforista,
autor de una obra inmortal e indispensable que conviene tener a mano,
surgida del habla, de lo que se dice y habla en lo cotidiano. De ahí
que Porchia
lance sus voces al
viento, consciente de la instantaneidad y prioridad de lo dicho con
la máxima sencillez de las palabras.
Voces
Reunidas es un libro
magnífico, para leer y releer al azar, una constante reflexión
sobre el enigma de la vida y de la identidad personal, un conjunto de
voces del más allá que nos llegan al más acá.
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