Cuando pensamos en el futuro de un adolescente le deseamos una buena
salud, una vida feliz y que se empeñe con dignidad en un mundo
exigente, en un mundo adverso que condicionará su felicidad. Pero,
¿qué pasa por la mente de un joven inteligente para tomar una
decisión drástica en plena efervescencia de vida y dar al traste
con todos sus proyectos personales y los anhelos familiares? ¿Qué
ha podido suceder en ese aprendizaje para que un chaval
universitario ponga fin a una vida prometedora? Por estas preguntas
tan existencialistas y nada extrañas transita la última novela de
Gonzalo Garrido (Bilbao, 1963). Con El patio inglés
(Alrevés, 2014), el escritor vasco viene a contarnos una
historia íntima sobre el desencanto de la vida y el dolor, un cambio
de registro con respecto a su primera incursión narrativa, Las
flores de Baudelaire (2012), por cierto, excelente debut en
el género policíaco acompañado de buena crítica y aceptación por
parte de los lectores.
Desde el arranque de El patio inglés, Garrido
no se demora en situarnos en la sala de espera de un hospital donde
un hombre abatido aguarda noticias, mientras en el interior del
quirófano los médicos se desviven por salvar la vida de su hijo
Pablo, un joven de dieciocho años que se ha tirado por la ventana de
la vivienda familiar desde la tercera planta ante la mirada aterrada
e incrédula de sus padres. En estas horas de incertidumbres, el
padre, sobrecogido por las circunstancias, se dirige a su hijo en un
monólogo denso y desolador con el que trata de buscar alguna
explicación a ese acto de rebeldía convertido en fatalidad. En esa
conversación íntima, el padre habla en una frecuencia baja y
contenida, sin puntos y mayúsculas a modo de autocompasión y
sentimiento de culpa. De Pablo, el hijo, conocemos lo que nos narra
el padre y lo que revelan las páginas de su diario que aparece
intercalado en los capítulos de la novela, un diario por donde
desnuda sus sentimientos más íntimos, sus creencias y sus miedos,
sus obsesiones y el desprecio por toda la mediocridad que representan
sus padres.
El patio inglés está estructurado en esa bifurcación:
dos monólogos, padre e hijo, que cuentan una historia familiar
difícil, en un momento dramático en el que la voz del padre se
pregunta qué ha pasado y qué está pasando en su familia y en la
sociedad. Gonzalo Garrido traza, a modo de metáfora, la
relación del destino final de un joven con la paradoja de la
angustia de vivir en una sociedad nada fácil; un joven que
comenzó a estudiar Derecho en los años 80 y que se enfrenta a esa
época de formación hacia la madurez llena de decepciones e
interrogantes, un período en el que la familia, el desamor y la
apatía marcan sus huellas a los jóvenes, sobre todo en su entorno,
mientras despiertan al mundo real de adultos que les rodea. Pablo
salta al patio inglés y es, a partir de ese acto irreparable al
vacío, cuando el padre deja fluir sus reflexiones y se desparrama en
un diálogo con su hijo, un diálogo que, desgraciadamente, jamás se
dio.
Gonzalo Garrido ha escrito un libro conmovedor que abraza y
golpea la difícil condición de ejercer de padre, en un intento de
comprender la relación más compleja que cabe entre dos personas. El
patio inglés es un relato breve y profundo que retrata a un
padre y a un hijo a través del diálogo de vida en el que casi nada
se calla y en el que, por eso, aparece la vida tal como es: con sus
tristezas y encrucijadas, pero, aún más, con la infamia de la
tragedia.
El patio inglés es una historia reflexiva y personal,
encarnada en dos vidas cercanas pero distantes, condenadas a no
entenderse, dos diálogos imposibles reunidos en una novela dura y
desgarradora, pero a su vez clara y sincera, que protagonizan dos
seres cuyas vidas coinciden únicamente en el techo del
hogar y sus lazos sanguíneos.
En suma, la novela de Garrido es una crónica narrativa
intimista que goza de dos de los parabienes que más gustan a los
lectores exigentes: cala muy dentro y está escrita con una prosa
ágil y sin artificio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario