miércoles, 5 de noviembre de 2014

Memoria imaginada


En una novela lo que da sentido a la historia no es la historia misma, sino la manera de contarla. Por eso traigo a esta bitácora de lecturas el último libro de Sergio del Molino (Madrid, 1979), porque Lo que a nadie le importa (Random House, 2014) es un relato íntimo y bello que posee la virtud infrecuente del cultivo de la metáfora inesperada y sorprendente, afilada y hermosa que tanto subyuga al lector. Aunque su título parezca una evasiva, en el fondo de esta novela hay un descalabro, una derrota que se convierte metafóricamente en esperanza, en indagación, en diálogo de un silencio brillantemente narrado.

Para un joven de dicisiete años, en plena efervescencia de saberlo todo, escuchar la frase terrible de su abuelo en el lecho de muerte que le lanzó a su afligida abuela: Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos, es todo un enigma escalofriante que incita a averiguar qué amargura y resentimiento hay en esa última frase tremenda y sobrecogedora de un moribundo. Sergio del Molino trata de rellenar lo que hay detrás de esa frase con su libro Lo que a nadie le importa, un relato donde el autor explora qué había pasado en la vida de aquel anciano, su abuelo, para sentenciar lo que dijo, algo que le da pie para reconstruir la historia de José Molina y buscar lo escondido o silenciado de su pasado. Por ese camino transita la novela que el escritor maño de adopción traza para comprender a su abuelo y reparar en él mismo, como un juego de espejos que se miran, en un diálogo narrativo que nunca existió entre ambos.

Lo que a nadie le importa es una historia que contiene elementos biográficos, ya que mayormente la personalidad del protagonista, José Molina, está construída sobre la memoria de un allegado directo del propio autor. La semblanza que dibuja el narrador sobre su ascendiente no es nada simpática ni amable, porque, según vamos conociendo al personaje, un herido que nunca se recuperó en vida de los estragos de la Guerra Civil, es un hombre rancio, austero y solitario, más preocupado en hilvanar el día a día de una dura posguerra que olvidar lo imposible de su memoria, a pesar de haberle tocado  el bando de los vencedores. José Molina solo era un superviviente más que tenía que sobreponerse a la cruda realidad de unos años muy difíciles, un hombre apocado y empeñado en sobrevivir sin estridencias y sin asomo de mostrar sentimentalmente debilidad ante su familia.

Desde su anterior obra, La hora violeta (Mondadori, 2013), del Molino se instala en una literatura narrativa anclada en la no-ficción, primero con aquella conmovedora historia personal de la que como lector salí trastornado, una experiencia memorable de sentir el dolor de un padre por la pérdida de un hijo de dos años. Después, en Lo que a nadie le importa aflora también la confesión personal del narrador que, además, relata la historia de su familia y, principalmente, la de su abuelo, José Molina. Los hechos personales y familiares, en ambos libros, son un trasunto donde su autor se encuentra cómodo escribiendo, a pesar de que para del Molino “la literatura se parece más a un accidente geológico que a un oficio artesano. Los libros son estalactitas maduradas letra a letra, hasta que la acumulación de sedimento fabrica una roca. Un escritor -subraya- está hecho de paciencia, su trabajo consiste en perseverar la cueva que gotea” (pág. 58).

En resumen: Sergio del Molino ha escrito un relato de memoria y auto-ficción intenso y jugoso, una metáfora sobre el silencio de los supervivientes de una generación marcada por la Guerra Civil. Lo que a nadie le importa es la obra de un narrador brillante, con un léxico preciso y hermoso que confirma la trayectoria ascendente de un escritor que promete todavía más.

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