En
una novela lo que da sentido a la historia no es la historia misma,
sino la manera de contarla. Por eso traigo a esta bitácora de
lecturas el último libro de Sergio del Molino (Madrid, 1979),
porque Lo que a nadie le importa (Random House,
2014) es un relato íntimo y bello que posee la virtud infrecuente
del cultivo de la metáfora inesperada y sorprendente, afilada y
hermosa que tanto subyuga al lector. Aunque su título parezca una
evasiva, en el fondo de esta novela hay un descalabro, una derrota
que se convierte metafóricamente en esperanza, en indagación, en
diálogo de un silencio brillantemente narrado.
Para
un joven de dicisiete años, en plena efervescencia de saberlo todo,
escuchar la frase terrible de su abuelo en el lecho de muerte que le
lanzó a su afligida abuela: Calla, que de ti no quiero ni que me
cierres los ojos, es todo un
enigma escalofriante que incita a averiguar qué amargura y
resentimiento hay en esa última frase tremenda y sobrecogedora de un
moribundo. Sergio del
Molino trata de rellenar
lo que hay detrás de esa frase con su libro Lo que a
nadie le importa, un relato
donde el autor explora qué había pasado en la vida de aquel
anciano, su abuelo, para sentenciar lo que dijo, algo que le da pie
para reconstruir la historia de José
Molina y buscar lo
escondido o silenciado de su pasado. Por ese camino transita la
novela que el escritor maño de adopción traza para comprender a su
abuelo y reparar en él mismo, como un juego de espejos que se miran,
en un diálogo narrativo que nunca existió entre ambos.
Lo
que a nadie le importa es
una historia que contiene elementos biográficos, ya que mayormente
la personalidad del protagonista, José
Molina, está construída
sobre la memoria de un allegado directo del propio autor. La
semblanza que dibuja el narrador sobre su ascendiente no es nada
simpática ni amable, porque, según vamos conociendo al personaje,
un herido que nunca se recuperó en vida de los estragos de la Guerra
Civil, es un hombre rancio, austero y solitario, más preocupado en hilvanar el día a día de una dura posguerra que olvidar lo imposible
de su memoria, a pesar de haberle tocado el bando de los
vencedores. José Molina
solo era un superviviente más que tenía que sobreponerse a la
cruda realidad de unos años muy difíciles, un hombre apocado y
empeñado en sobrevivir sin estridencias y sin asomo de mostrar
sentimentalmente debilidad ante su familia.
Desde
su anterior obra, La hora violeta
(Mondadori,
2013), del Molino
se instala en una literatura narrativa anclada en la no-ficción,
primero con aquella conmovedora historia personal de la que como
lector salí trastornado, una experiencia memorable de sentir el
dolor de un padre por la pérdida de un hijo de dos años. Después,
en Lo que a nadie le importa
aflora también la confesión personal del narrador que, además,
relata la historia de su familia y, principalmente, la de su abuelo,
José Molina.
Los hechos personales y familiares, en ambos libros, son un trasunto
donde su autor se encuentra cómodo escribiendo, a pesar de que para
del Molino
“la literatura se parece más a un accidente geológico
que a un oficio artesano. Los libros son estalactitas maduradas letra
a letra, hasta que la acumulación de sedimento fabrica una roca. Un
escritor -subraya- está
hecho de paciencia, su trabajo consiste en perseverar la cueva que
gotea” (pág. 58).
En
resumen: Sergio del Molino
ha escrito un relato de memoria y auto-ficción intenso y jugoso, una
metáfora sobre el silencio de los supervivientes de una generación
marcada por la Guerra Civil. Lo que a nadie le importa
es la obra de un narrador brillante, con un léxico preciso y hermoso
que confirma la trayectoria ascendente de un escritor que promete
todavía más.
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