Los
seres humanos son imponderables, nos dice Paul Auster,
y rara vez se los puede aprehender con palabras. Sin embargo, si uno
se muestra receptivo a todos los diferentes aspectos de una persona
lo normal es que quede perplejo, concluye el escritor neoyorquino.
Sabemos que toda narración literaria se hace solo de palabras. Y
esas palabras se encarnarán en personajes, en acciones que urdirán
argumentos y tramas, en ideas acerca del mundo y en referencias a
espacios y tiempos donde transcurrirá la ficción.
Cada
uno de estos aspectos merece una atención particular a la hora de
reflexionar sobre la composición narrativa, pero entre todos ellos
hay uno que conviene resaltar y que, en gran medida, como mostraron
Poe, Kafka
o Cortázar, subyace
en los demás, dándole su particular forma. Esa particularidad no es
otra que la referida al ambiente, esa atmósfera construida que le da
al relato su genuino hálito de verosimilitud. Es preciso que exista
esa vinculación entre los personajes y el espacio, como insistían
estos maestros, igual que se da en la vida.
Los
cuentos reunidos en Pelea de gallos
(Páginas de Espuma, 2018) recogen este espíritu constructivo de
relatar historias urdidas bajo esta poética, pero aquí su autora se
afana en que el hechizo de sus piezas se muestre bajo la desnudez de
un lenguaje depurado, seco y directo, que resalta el clima hostil y
acosador que transcurre por el ambiente familiar al que los
personajes se ven sometidos, conscientes de que allí nada es normal
y nadie repara en deshacerse de sus máscaras para mostrar sus
afectos o sus espantos.
María Fernanda
Ampuero (Guayaquil, Ecuador,
1976) estudió literatura y colabora con diversos medios
internacionales. Ha publicado dos libros de crónicas, Lo
que aprendí en la peluquería
(2011) y Permiso de residencia
(2013). Ahora, con estos trece relatos de Pelea de
gallos, su primer libro de
cuentos, acaba de dar un golpe en la mesa como una escritora a tener
muy en cuenta en este género tan exigente y, al mismo tiempo, tan
difícil.
Aquí
hay un buen puñado de historias duras y crueles que retratan el
espanto, el abuso y lo extraordinario y secreto que sucede en el
espacio interno del hogar. El libro abre su andadura con dos citas
que anuncian el peligro y el horror que se avecina: una que dice Todo
lo que se pudre forma una familia,
del poeta argentino Fabián Casas,
y otra de la escritora brasileña Clarice Lispector
que pregunta ¿Soy un
monstruo o esto es ser una persona? Si
se conjugan ambas citas podemos afirmar que Ampuero
responde a las intenciones de que Pelea de Gallos
es una riña, un combate al que se ven sometidos los personajes que
transitan por estas historias, tocados por el lado oscuro de la vida
doméstica de la que apenas les resulta difícil poder escapar, todos
ellos anudados a un núcleo familiar acaparador, de fuerzas ignotas,
que recorre las vertientes sociales y culturales más atávicas de
Latinoamérica. En cada relato hay alguien que debe enfrentarse a sus
iguales, como en una riña de gallos, tratando de no salir malparado
en la contienda.
En
el primero de los relatos, Subasta,
uno de los mejores, una historia tremenda y brutal, una adolescente
sobrevive a la intemperie de un rapto mercenario. En el siguiente,
que lleva por título Monstruos,
nos encontramos con otro relato demoledor, una historia que traspasa
la inocencia de dos niñas gemelas y que traspasa el corazón: “Hay
que tenerles más miedo a los vivos que a los muertos”, dice la
narradora, y constata que “Tener ciertos hermanos es una bendición.
Tener ciertos hermanos es una condena: eso aprendimos en las
películas. Y que siempre hay un hermano que salva a otro”. Otro de
los más destacados es Nam,
una historia familiar espeluznante bajo el hilo conductor de la
pérdida de la inocencia. Luto
es un cuento atroz y febril de claras resonancias bíblicas en el que
un hermano sádico y maldito ejerce el dominio más absoluto sobre su
hermana, una joven entregada al desamparo de su destino. En Ali,
uno de los más impactantes, el trastorno de una generosa madre,
abarrotada de pastillas, dará la espalda al mundo que la rodea
hundida por la asfixia de su hogar...
La
sequedad de cada título, bajo el epígrafe de una sola palabra
traslada al lector a una historia desnuda, deliberadamente
desafiante, a la que deberá asistir desprovisto de prejuicios y
predispuesto al desenlace más sorprendente y audaz que no rehúye de
una verdad dolorosa que ha permanecido oculta. En su conjunto, María
Fernanda Ampuero
explora el miedo ajeno y el propio en la vida cotidiana, y consigue
reunir una pluralidad de voces asoladas entre la pobreza y el pavor,
bajo el denominador común de la violencia, del abuso y del maltrato
que lleva a sus personajes hasta la precariedad y la sumisión más
insospechadas.
Pelea de gallos
es un estupendo libro de cuentos de cuya lectura sale uno
trastabillado y sobrecogido. Parafraseando a Ambrose
Bierce,
si estos hechos pasmosos son reales es para volverse loco; si son
imaginarios, es para estarlo.