El
amor ha sido y es un recurso constante de la creación literaria, así
como también de muchas otras manifestaciones artísticas. Casi todos
alguna vez en la vida hemos escrito un poema o una carta de amor o,
al menos, una pequeña nota expresiva empujados por ese sentimiento
irresistible. Como tema literario, las obras clásicas están llenas
de ejemplos de esa correspondencia apasionada e idealizada del amor y
del ser amado. La literatura amorosa viene a ser así un asedio a esa
compleja y arbitraria experiencia afectiva que no parece resistirse
al poder de la palabra para expresarla. El género epistolar descubre
la intimidad y el sentimiento entre dos seres que procuran hacerse
presentes y recrearse por la palabra, hasta consumarse en un ansiado
encuentro.
La
editorial Fórcola acaba de publicar un libro monumental que recoge
más de un millar de cartas de amor que el controvertido escritor
Gabriele d'Annunzio
(Pescara 1863 – Gardone Riviera, 1938) escribió a Elvira Natalia
Leoni, una mujer hermosa y enfermiza, culta y entusiasta del canto y
del piano, de la que se enamoró perdidamente. D'Annunzio
y Bárbara, como la empezó a llamar en sus primeras cartas, se
conocieron en Roma en 1887 al salir de un concierto. Aquel encuentro
le ocasionó al poeta un desasosiego sentimental de un ardor tal que
le influyó de manera determinante en buena parte de su producción
literaria.
No dejaría nunca
de escribirte es un volumen
grueso y emotivo, editado con primor y elegancia bajo el cuidado y
traducción de Amelia Pérez de Villar,
con un estupendo prólogo y con cientos de notas al final del libro
que completan un texto valioso literaria e históricamente sobre la
figura excepcional de este singular poeta y novelista italiano.
Esta
intensa y exhausta correspondencia que mantuvo el escritor con su
amada y musa, a la que bautizó como Barbarella,
y
a la que también se dirige con el apelativo de Miranda
(protagonista
de La tempestad,
de William
Shakespeare),
donde él encarna el sobrenombre de Ariel,
se
inicia cuando d'Annunzio
esperaba el tercer hijo de su matrimonio y había cortado ya con
otras amantes. A pesar de las intermitencias de sus encuentros y de
la complicada situación suya y de Bárbara, que había abandonado el
domicilio conyugal para regresar a Roma a casa de sus padres, huyendo
de las asperezas y del maltrato de su esposo, ambos, jóvenes
insatisfechos, conformarán un idilio prolongado con muchos
desencuentros, pero repleto de fogosidad y deseos, como se reflejan en
muchas de las despedidas incendiarias de sus cartas: “Te cubro toda
de besos, como si te cubriera de una túnica viva de llamas”,(Carta
núm. 20); “Adiós, Barbarella. Ámame. Te beso la boca
tiernamente”, (Carta núm. 117); “Tu eres la vida de mi vida”,
(Carta núm. 379); “El ardor retorna renovado a mi sangre. ¡Pobre
de mí! ¿Debo morir abrasado? ¿Quién me salvará?, (Carta núm.
769); “Te sorbo los labios y la lengua, para que te desmayes”,
(Carta núm. 798)...
La
relación amorosa de Gabrielle
d'Annunzio
con Bárbara Leoni no restó tiempo a su quehacer literario, sino que
más bien encendió la llama de esa voz narrativa y de ese estilo que
tanto buscaba, tan necesarios para un novelista en ciernes, como era
el caso del poeta italiano. De manera que, gracias al influjo
desbordante de su musa, no tardaron en aparecer El
placer,
El inocente
y Triunfo de la muerte,
tres de sus grandes novelas que le consagraron como un escritor
extraordinario y universal.
Il
Vate,
como se le conocía en su época, gozó de este amor incendiario en
plena juventud y efervescencia creativa. En este compendio
de cartas sensuales y fogosas muy bien recogidas en esta obra
voluminosa, de casi mil páginas, se recogen esos momentos, a veces
reiterativos y empalagosos, tan propio de todo epistolario amoroso
largo y secreto, pero de gran belleza y lleno de emotividad, donde
tampoco faltan reproches, rupturas y reconciliaciones.
No dejaría nunca
de escribirte
ofrece una oportunidad interesantísima de conocer, además de los
recovecos de una pasión intensa, erótica y sensual, las inquietudes
literarias por donde se abría paso el joven escritor de Pescara en
su exitosa carrera artística, al tiempo que vivía apasionadamente
enamorado y enloquecido de amor. [Reseña
núm. 260]