Los nombres propios (Sexto Piso, 2021), primera novela de Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) es claramente autobiográfica, y ahí encuentra su forma para desarrollarse. Suele pasar con la mayoría de los primeros intentos de escribir una novela. Un ardid fundamentado es acudir a los recuerdos de la infancia y las aspiraciones juveniles de un tiempo ya pasado que marcaron un camino que con el tiempo se convierte en un peregrinaje. Dicho esto, estamos ante una novela de aprendizaje o de formación protagonizada por Marta, un personaje que, sospechosamente, se identifica con la autora.
En ese artificio lleno de detalles, la autora aborda la historia de una niña nacida en la década de los 90, que crece en un nuevo siglo, y que se hace mujer en los años posteriores a la crisis económica iniciada en 2008, una generación cuyas aspiraciones se vieron frustradas por la gran recesión que afectó a tantos jóvenes, provocando una indignación generalizada. A través de cuatro capítulos, discurre la biografía de su protagonista, que va desde la infancia y adolescencia hasta la juventud y madurez incipiente, cuatro etapas que dan testimonio de un contexto cargado de cambios, de incertidumbres e incógnitas.
Además, es interesante, y así se va mostrando desde el despliegue de la narración, el proceso de crecimiento de la protagonista a la luz de la relación con su abuela, y esa relación nos deja entrever qué cosas han cambiado para las mujeres de ahora y cómo otras permanecen igual que siempre. Son mujeres de distintas generaciones, y su papel en el hogar y en la sociedad es algo latente a lo largo de todo el libro. De hecho, se percibe una reivindicación recóndita del rol invisible que tiene la mujer dentro del hogar.
Es, por tanto, una novela caracterizada por sus personajes femeninos en los que sobresalen, además de la misma Marta, su madre y, especialmente, su abuela. La presencia de esta última es determinante en las tres primeras partes de la novela. Su muerte desencadenará en Marta un repliegue en su conducta, mucho más reflexivo, y una toma de conciencia sobre los asuntos de la existencia y el porvenir que se le avecina en ese tránsito de pasar de joven a adulta, un proceso que le hará percatarse de que crecer no es tan sencillo y halagüeño.
Volviendo a la estructura del libro, Jiménez Serrano acude a una voz narrativa en segunda persona para dar rienda suelta a Belaundia Fu, esa criatura imaginaria y sensata que acompaña e interpela a Marta a lo largo de los tres capítulos en los que se suceden los conflictos cotidianos, el desacato a lo establecido, el desamor o la muerte: “Te pasan las cosas antes de tener las palabras para nombrarlas”, le dice con sarcasmo su amiga invisible. Y más adelante, con otro giro de tuerca le anima con estas palabras: “Tienes que ser tú –¿no lo ves?– el centro en torno al que gire todo, el coche, la carretera, la ciudad, el mundo entero. El centro que genere el movimiento... Girar es el único modo de no caerse”.
Los nombres propios es una novela entretenida y sugerente que refleja un intenso y detallado retrato generacional, escrita con un fraseo desbordante, bajo un texto de ritmo intenso que refleja el puzzle que conforma la identidad y el peregrinaje de una vida, desde la infancia a la madurez, un camino común de aceptación, pero aquí, desde el lado vívido femenino.