Dice
la Real Academia que el vodevil es una comedia frívola, ligera y
picante que contiene una historia en la que no falta la intriga y el
equívoco. Con estos ingredientes significativos, el escritor vasco
Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) compone Ávidas
pretensiones (Seix Barral), ganadora del Premio
Biblioteca Breve 2014, una novela divertida que transita por la
sátira literaria y que vindica el humor como fuente y tradición de
nuestras letras.
Aramburu
traza una parodia del mundo literario en el que los personajes desvarían y medran entre ellos estrepitosamente, movidos por la vanidad reinante en el parnaso de sus egos. Ávidas pretensiones
es una historia que tiene por escenario el convento de las Espinosas,
enclavado en el pueblo de Morilla del Pinar donde se celebran las III
Jornadas Poéticas durante tres días. Un encuentro que albergará a
una treintena de poetas de lo más variado del panorama lírico
español ávidos de gloria, que darán mucho juego humorístico y
protagonizarán una comedia de enredos jugosa en rivalidades y celos,
algo propio del oficio poético. Todos los personajes desfilan por el
entramado narrativo afectados por graves dramas personales, que le
llegan al lector, a través de la voz de un narrador saboteador que
trata de desmitificar a este gremio literario a base de mordacidad.
Aramburu añade picaresca al asunto valiéndose de toda clase
de tretas y artimañas, utilizando a unos y a otros para que cuenten
sus penas, pero con una voz que no los toma en serio, como tampoco se
toma en serio ni el lenguaje ni el género narrativo. Sin embargo, la
prosa irreverente exhibida es uno de los puntos fuertes de la novela,
un festín estilístico por su inventiva y gracia. En algunas de las
entrevistas que mantuvo el autor donostiarra con la crítica escrita,
insistía éste que Ávidas pretensiones no es una
novela que tiene por objeto parodiar a nadie sino que su fin es
describir la naturaleza humana.
Ávidas
pretensiones es una novela coral, con un narrador omnisciente
que sobresale para descarnar a todos los participantes del
desquiciado congreso, con una finalidad meridiana de que el lector se
introduzca en los delirios y ensoñaciones de la “poetada”, como
denomina la novela al elenco de artistas que asiste a estas jornadas
literarias. El alcance de estos encuentros destapará las miserias
de muchos de sus protagonistas y pondrá a la vista de todos los
disparates de tantos esterotipos engreidos y petulantes de su gloria
que se hospedan en el meritorio refugio. Un lugar que trae a la
memoria pasajes equidistantes entre El Lazarillo de Tormes
y Los Sueños de Quevedo. Hay de todo, como en
botica, desde bellas promesas líricas a rijosos amantes, lesbianas
militantes y entregadas a la causa poética, hasta viejos majaras o
furtivos suicidas.
Fernando
Aramburu ha escrito una novela extensa, quizá este exceso se
cobre su debilitamiento en la tensión narrativa, pero que nada resta
al gozo literario que ofrece su lectura, con una prosa soberbia y
brillante que detenta su maestria, como pocos, en este vodevil
gamberro e hilarante a chorreones.