Cuando
vi hace unos años la emotiva película Las horas,
todavía recuerdo el personaje que interpretaba al marido de la
mítica Virgina Woolf,
un hombre aparentemente a la sombra, su mejor crítico lector y
abnegado enfermero de sus males. La cinta, que cuenta la historia de
tres mujeres de épocas diferentes, arranca con un preámbulo en el
que se muestra el suicidio de la escritora, en 1941, hundiéndose en
el río con piedras en los bolsillos para ahogarse irremisiblemente.
La
publicación de La muerte de Virginia
por la editorial Lumen,
ofrece la oportunidad de acercarse a la figura de Leonard
Woolf (Londres, 1880 –
1968), el ilustre viudo de la autora de La señora
Dalloway. El título de este
volumen, que corresponde al quinto de las memorias del autor, obedece
al primer capítulo del libro que la editorial consideró tener más
gancho para el lector español. The Journey Not the
Arrival Matters, publicado
en 1969, corresponde al título original de la última entrega de la
autobiografía de Leonard,
más acorde con el espíritu de un hombre que quiere dejar testimonio
de una vida intensa, y que cita a su admirado Montaigne
otorgándole el encabezamiento de su libro: Lo importante
no es llegar, sino el viaje.
El
libro comienza en 1939, y se centra en las experiencias surgidas por
los cambios de domicilios que tienen que soportar el matrimonio Woolf
tras los bombardeos de Londres por los alemanes, hasta establecerse
definitivamente en Monks House a finales de 1940. Cuenta que el
hermano de Virginia,
Adrian Stephen,
les entregó una dosis letal de veneno para usarla en caso de verse
apresados por los nazis. Leonard
Woolf se cuestiona en
estas memorias qué sucede en la mente de personas normales como su
mujer y otros de su círculo que se plantean acabar con sus vidas
ante la tentativa germana de arrasar la isla.
Leonard
habla de forma insistente acerca del valor del trabajo y se felicita de la
labor que desarrolló con tanto tesón y entrega al frente de la
editorial Hogarth Press.
Se siente un editor satisfecho y ufano sobre la calidad de sus
publicaciones y su exigente catálogo. Es crítico y meticuloso con
las obras de su mujer y menciona cuatro libros malogrados que
repercutieron negativamente en el carácter depresivo de Virginia:
Noche y día,
Los años,
Roger Fry y
Tres guineas.
Compró la parte de la sociedad que su amigo John
Lehmann quiso vender ante
la negativa de expandir el sello editorial. Leonard
confiaba más en una empresa a imagen del editor, que al servicio del
mercado. Le importaba más la calidad de su catálogo y el control
del gasto, que el volumen del negocio.
Leonard
y Virginia
eran dos seres imbuídos en la literatura. Dejaron ambos un registro
completo en sus cuadernos y diarios de lo que leyeron y
experimentaron. Si Virginia
es la gran narradora del momento, Leonard
fue una de las personalidades más notable de su tiempo: editor,
escritor y político destacado del laborismo. Tuvo mucha relevancia
en el grupo Bloomsbury, un movimiento literario por el que
transitaron, además de su esposa, figuras como Katherine
Mansfield, E.M.
Foster, Gerald
Brenan, Bertrand
Russell o Wittgenstein.
La
muerte de Virginia es un
intenso y emocionante testimonio, escrito con envidiable lucidez por
un hombre de 88 años que tuvo una existencia brillante. Un libro
escrito con una prosa elegante, que alterna con emotivas confesiones y
reflexiones certeras sobre una época turbulenta. Un texto sin
exageraciones ni cortapisas, en el que
L. Woolf, un hombre
refinado, sencillo y culto, cuenta su vida de forma magistral hasta
su viudez; un periplo que pone punto y final con la cita memorable del
gran pensador francés: lo importante no es llegar, sino el
viaje.