Al
gurú del arte contemporáneo, Marcel Duchamp, personaje que
nunca consideró el arte como solución de nada, que dejó de pintar
y se dedicó a experimentar el arte bajo otra mirada, le gustaba
afirmar que todos somos artesanos de nuestra vida cotidiana y, en
última instancia, como espectadores, decidimos qué es la obra
maestra. Duchamp decía que los museos lo hace el mirante,
porque él es quien proporciona los elementos del museo. Cuando hizo
acopio de su trayectoria artística, hasta alcanzar una vida sosegada
de envidiable felicidad, se enclaustró en una inacción casi
completa. Murió de forma repentina en su estudio de Neuilly, el 1 de
octubre de 1968, a la edad de ochenta y un años.
Cuando
leí Dietario voluble hace algún tiempo, quedé con la
curiosidad de saber e indagar más sobre la vida y obra de Marcel
Duchamp. En ese libro, Vila-Matas esbozó una frase que
nunca olvidaría del artista francés y que cito literalmente:
“Cuando veía a Marcel Duchamp jugando al ajedrez en el Café
Melitón de Cadaqués, no sabía que aquel hombre se había retirado
de la pintura y había convertido su vida en una obra de arte”.
Siempre tuve una idea vaga sobre Duchamp y hasta que no he
leído el libro de conversaciones de Pierre Cabanne,
prestigioso crítico de Arte, no me enteré de lo ajeno que había
estado a un hombre sabiamente liberado de todas las ataduras
estúpidas del arte.
A
principios del pasado año, la editorial This Side Up lanzó
Conversaciones con Marcel Duchamp, justamente cuando se
celebraba la Feria de Arte Contemporáneo en Madrid, un texto que
aglutina las diferentes entrevistas que Cabanne realizó en
1966 al artista más fascinante del arte contemporáneo en su propio
taller de Neuilly. Lo asombroso de estos diálogos es la primicia
periodística que supuso para los lectores poder escuchar a un hombre
alejado del público que aceptaba hablar de sí mismo y, sobre todo,
explicar su pensamiento artístico y obras de una forma sencilla y
profunda. Las conversaciones entre el crítico y el personaje derivan
hacia el universo artístico por medio de un diálogo fluido y donde
aparecen figuras de la talla de André Bretón que decía de
Marcel: “uno de los hombres más inteligentes (y para muchos
el más molesto) de este siglo”. El libro está cargado de
respuestas valiosas sobre la mirada del artista y su pensamiento,
sobresaliendo el descarte de un hombre apasionado del juego, que jugó con
muchas cartas, hasta quedarse con la más valiosa: el comodín de su
inteligencia creadora.
Duchamp
era un artista sin apenas formación que todo lo aprendió motu proprio, con la maestría de su atenta mirada sobre las
creaciones que otros exponían. Para Vila-Matas, lo más
fascinante de este hombre singular e irrepetible, era que a sus
setenta y nueve años decía haber tenido una vida obsolutamente
maravillosa y parecía proponer un estilo ágil de conducta y de
relaciones con el arte y con el mundo, a modo de lección magistral
involuntaria.
Conversaciones
con Marcel Duchamp es un libro vivo y ameno, en el que
Cabanne logra hábilmente naturalizar la relación
entrevistador y entrevistado para gozo de los lectores, gracias a
preguntas sutiles y entusiastas sobre la órbita de este autor iconoclasta y provocador, que supo despertar con sus obras una suerte
de ósmosis creativa en el espectador. Estas conversaciones son toda
una lección ética sobre uno de los más sorprendentes artistas del
siglo XX y, para curiosidad de los que se acerquen a este texto tan extraordinario, un intelectual que rompió moldes para alumbrar
otras orillas en el orden creativo y vital.
En
resumen: Pierre Cabanne ha escrito con brillantez las
recapitulaciones de un artista, su pensamiento y sentir.
Conversaciones con Marcel Duchamp es un retrato
dialogado que logra acercar el personaje al lector hasta simpatizar
con su sabiduría. Tengo la sensación inevitable de haber sido
hechizado, y eso ha sido para mí una suerte extraordinaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario