A
mitad del verano del 2012, acudí a la presentación en Jerez de la
última novela de Almudena Grandes, El lector de Julio
Verne, segunda entrega de sus historias de la posguerra
franquista, iniciadas en el 2010 con Inés y la alegría.
Al final del acto, la escritora madrileña hizo un guiño a la
concurrencia invitándonos a leer a Galdós en busca de la
verdad histórica y, como andaba por estas tierras, recomendaba
vivamente un libro del periodista y reportero Tano Ramos (Cangas
del Narcea, Asturias, 1958) sobre los sucesos de Casas Viejas.
Recuerdo que mi padre me contó en la infancia aquellos hechos
ocurridos en 1933 en donde Seisdedos y sus aguerridos vecinos
de Benalup, que es como se llama ahora el pueblo, fueron masacrados a
sangre fría por la guardia de asalto que comandaba el capitán
Rojas. De manera que el asunto no me resultaba extraño y no
dudé al día siguiente de hacerme con un ejemplar de El caso
de Casas Viejas, Premio Comillas de Historia, publicado por
Tusquets, que recobraba para mí, actualidad y
curiosidad. Sin embargo, hace tan sólo unos días culminé aquella
lectura iniciada dos veranos atrás, debido a las intermitencias de
tantos otros libros que se interpusieron a su hazaña.
El
caso Casas Viejas es un excelente trabajo de investigación y
revisión histórica, una crónica exhaustiva de unos sucesos que
tuvieron mucho calado político en aquellos años de la República.
Tano Ramos narra con buen pulso periodístico una extensa
crónica a través de un trabajo honesto y sistemático en archivos
judiciales, en papeles de parientes vinculados a los protagonistas y
en un riguroso estudio de las hemerotecas del momento, para dar luz a
un suceso que llegó a la opinión pública de forma torcida.
Los
hechos que se analizan obedecen a unos incidentes que un grupo de
campesinos anarquistas de la población gaditana protagonizaron, y
que fueron aniquidados por un destacamento de guardias de asalto que
el gobierno desplazó al lugar para someterlos. Una intervención
militar, a las órdenes del capitán Manuel Rojas,
que reprimió aquella insurrección armada contra la República.
Pero la resolución del conflicto dejó cabos sueltos y se inició
una investigación ante el revuelo originado en la opinión pública
por la masacre perpetrada contra los campesinos. La implicación del
gobierno en el caso de Casas Viejas obligó a su presidente a tomar
cartas en el asunto y se inició por parte de la fiscalía del Estado
las diligencias para instruir lo sucedido. Y es que a Manuel
Azaña se le atribuyó, como
Jefe del Gobierno, la responsabilidad directa de la matanza de los
campesinos con la supuesta y aireada instrucción de “tiros
a la barriga”. El
libro relata los juicios incoados al capitán Rojas
en 1934 y 1935, y cómo lo contó por entonces la prensa lugareña y
nacional, sobre todo el eco de los periódicos monárquicos y
anarquistas que con toda la intencionalidad política, perseguían el
derrocamiento de Azaña
y su gobierno.
Tano Ramos
traza un discurso minucioso de forma circular sobre todas las vistas
judiciales que se van celebrando y, aunque a veces peca de
reiteraciones, la crónica se mantiene con interés para el lector
por la tensión e intensidad del proceso judicial. Uno de los logros
meritorios del libro, aunque el periodista asturiano tome partido, es
la incorporación en su ensayo de todas las voces intervinientes que
se hicieron oír en el episodio de la corraleta (el lugar donde se
ejecutaron a los campesinos) y en los juicios orales que derivaron.
Ramos
ha escrito un texto que es una pieza valiosísima y rigurosa para
saldar unas páginas de la historia de nuestro país que requerían
aclaraciones y verdad; un ensayo valiente que aborda, desde la
investigación, los pormenores de un lamentable suceso que tuvo su
repercusión en la deriva nacional de aquellos tristes años. Un
trabajo de alto nivel periodístico, todo un alegato firme, con
datos, contra el periodismo envenenado. El caso de Casas
Viejas, además de hurgar
en la verdad de unos crímenes, es un meticuloso análisis del poder
de la prensa, de la manipulación informativa de las declaraciones de
los imputados, y de un sinfín de tergiversaciones. Una obra que
impresiona, ilustra y conmueve, con un prólogo memorable y un
epílogo muy prosaico y sustancial.
En
definitiva, El caso de Casas Viejas
es una lectura para curiosos y amigos de la historia, que pone luz y
taquígrafos a tanto engaño exhibido, en donde su autor resuelve el
enigma de la culpabilidad del presidente Azaña
eximiéndolo y se detiene para vislumbrar la conexión Casas Viejas
con la Guerra Civil.
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