miércoles, 29 de enero de 2014

Un ilustre viudo


Cuando vi hace unos años la emotiva película Las horas, todavía recuerdo el personaje que interpretaba al marido de la mítica Virgina Woolf, un hombre aparentemente a la sombra, su mejor crítico lector y abnegado enfermero de sus males. La cinta, que cuenta la historia de tres mujeres de épocas diferentes, arranca con un preámbulo en el que se muestra el suicidio de la escritora, en 1941, hundiéndose en el río con piedras en los bolsillos para ahogarse irremisiblemente.

La publicación de La muerte de Virginia por la editorial Lumen, ofrece la oportunidad de acercarse a la figura de Leonard Woolf (Londres, 1880 – 1968), el ilustre viudo de la autora de La señora Dalloway. El título de este volumen, que corresponde al quinto de las memorias del autor, obedece al primer capítulo del libro que la editorial consideró tener más gancho para el lector español. The Journey Not the Arrival Matters, publicado en 1969, corresponde al título original de la última entrega de la autobiografía de Leonard, más acorde con el espíritu de un hombre que quiere dejar testimonio de una vida intensa, y que cita a su admirado Montaigne otorgándole el encabezamiento de su libro: Lo importante no es llegar, sino el viaje.

El libro comienza en 1939, y se centra en las experiencias surgidas por los cambios de domicilios que tienen que soportar el matrimonio Woolf tras los bombardeos de Londres por los alemanes, hasta establecerse definitivamente en Monks House a finales de 1940. Cuenta que el hermano de Virginia, Adrian Stephen, les entregó una dosis letal de veneno para usarla en caso de verse apresados por los nazis. Leonard Woolf se cuestiona en estas memorias qué sucede en la mente de personas normales como su mujer y otros de su círculo que se plantean acabar con sus vidas ante la tentativa germana de arrasar la isla.

Leonard habla de forma insistente acerca del valor del trabajo y se felicita de la labor que desarrolló con tanto tesón y entrega al frente de la editorial Hogarth Press. Se siente un editor satisfecho y ufano sobre la calidad de sus publicaciones y su exigente catálogo. Es crítico y meticuloso con las obras de su mujer y menciona cuatro libros malogrados que repercutieron negativamente en el carácter depresivo de Virginia: Noche y día, Los años, Roger Fry y Tres guineas. Compró la parte de la sociedad que su amigo John Lehmann quiso vender ante la negativa de expandir el sello editorial. Leonard confiaba más en una empresa a imagen del editor, que al servicio del mercado. Le importaba más la calidad de su catálogo y el control del gasto, que el volumen del negocio.

Leonard y Virginia eran dos seres imbuídos en la literatura. Dejaron ambos un registro completo en sus cuadernos y diarios de lo que leyeron y experimentaron. Si Virginia es la gran narradora del momento, Leonard fue una de las personalidades más notable de su tiempo: editor, escritor y político destacado del laborismo. Tuvo mucha relevancia en el grupo Bloomsbury, un movimiento literario por el que transitaron, además de su esposa, figuras como Katherine Mansfield, E.M. Foster, Gerald Brenan, Bertrand Russell o Wittgenstein.

La muerte de Virginia es un intenso y emocionante testimonio, escrito con envidiable lucidez por un hombre de 88 años que tuvo una existencia brillante. Un libro escrito con una prosa elegante, que alterna con emotivas confesiones y reflexiones certeras sobre una época turbulenta. Un texto sin exageraciones ni cortapisas, en el que L. Woolf, un hombre refinado, sencillo y culto,  cuenta su vida de forma magistral hasta su viudez; un periplo que pone punto y final con la cita memorable del gran pensador francés: lo importante no es llegar, sino el viaje.


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