“La
lección que se extrae de las enseñanzas de los filósofos es que la
felicidad, en efecto, es el mayor bien, pero un bien que exige
esfuerzo, paciencia, perseverancia y tiempo. Por eso hay que insistir
en que la felicidad es, más que nada, una búsqueda. No es una tarea
fácil ni una especie de destino que nos aguarda y llegará
inevitablemente […] La felicidad es la búsqueda de la mejor vida
que está a nuestro alcance”. En estas líneas se encierra el
núcleo del contenido de La búsqueda de la felicidad
(Arpa, 2019), el nuevo libro de Victoria Camps
(Barcelona, 1941), filósofa, articulista, catedrática de Filosofía
moral y política de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro
actual del Consejo de Estado.
Camps
se ha centrado mucho últimamente en abordar los sentimientos como
factor importante en la toma de decisiones del ser humano, tratando
de aminorar esa visión del hombre como un ser muy marcado por lo
racional que echa a un lado los dictados del corazón. Esa visión
del ser, requiere para ella un enfoque, no únicamente como un ser
racional sino teniendo en cuenta su dependencia como ser emocional.
Además de estos estudios, son muchos los grandes temas filosóficos
que la catedrática barcelonesa ha tratado en libros y revistas a lo
largo de su dilatada carrera, desde el interés por la religión, la
filosofía del lenguaje y todas las vertientes de la ética, hasta la
utilidad de la filosofía para aprender a dudar y, en definitiva,
para aprender a vivir.
Ahora,
con La búsqueda de la felicidad,
rescata un asunto milenario sobre el que los filósofos griegos
pensaron con mucha insistencia. Para ellos, la palabra que con más
exactitud expresaba el concepto de felicidad era eudaimonía,
que quiere decir buen
destino,
buena suerte, que
viene a determinar el sentido y el fin de la existencia. De esta idea
parte este ensayo, pero lo que se destaca es cómo la vida, con sus
contratiempos pequeños, medianos y realmente grandes, que surgen a
cualquier hora del día, con esa manera de aparecer y pillarnos
desprevenidos, frustrando cualquier planificación, lleva de manera
clara su sello argumentativo de algo de lo que ya no deberíamos
apartar nuestras ganas, aunque resulte difícil, de manejarnos en esa
aspiración de saber escoger cómo vivir.
¿Cómo
es posible que no nos hayamos percatado antes de ello y no nos
hayamos dejado convencer de que la vida está ahí para disfrutarla
con agradecimiento y que el hombre existe para ser feliz? Antes bien,
nos viene a decir, estos percances se presentan como algo destinado a
despertarnos y asumir que la vida es una acumulación de tareas por
resolver. Subraya Camps que
“hoy corresponde a los poderes públicos de los estados de derecho
esforzarse en poner las condiciones que hagan posible para todo
individuo la felicidad”. Y añade inmediatamente que llegar a ella
requiere una cierta actitud; podría ser inútil si uno no sabe
aprovechar la oportunidad. El arte de vivir, nos dice, es un
aprendizaje. Supone aceptar que somos seres limitados, “que somos
contingentes”, que no todo depende de nosotros, y, por tanto, que
el devenir es incierto.
Esa
es la razón que está en el centro de estas páginas: ¿cómo se
consigue una vida feliz? ¿A qué es necesario renunciar para
alcanzarla? ¿Qué hay que cambiar de nuestra conciencia individual
para ponernos en el camino? Camps
recuerda que la búsqueda de la felicidad es una empresa individual y
que no es un estereotipo universal aplicable a todas las personas.
Sin embargo, insiste en que el estado del bienestar tiene que estar
por la labor de propiciar la mejora social para que el individuo
salga de esa precariedad que le produce angustia y, en consecuencia,
debe poner en marcha las medidas para que este pueda llevar una vida
propia que le permita que ese deseo de vivir felizmente no se
desvanezca.
Cita
a Aristóteles, a
Montaigne, a Séneca,
a Cicerón, a
Nietzsche, y a otros
muchos ilustres escritores que, a pesar de haber sido desgraciados,
fueron hombres en pos de la felicidad, pensadores sabios que asumían
que la realidad es a veces un cúmulo de desgracias a las que no nos
queda más remedio que afrontar con dignidad. Todos llegan a una
misma conclusión: en la vida hay cosas cuyo cambio depende de
nosotros y otras que no. Para saber afrontar esta evidencia, acude la
autora a esa idea de Spinoza
de perseverar en el ser, dar de sí todo lo que se puede para lograr
alegría, el gozo sostenido de vivir y no cesar en el empeño.
La búsqueda de la
felicidad es un ensayo bien
armado de argumentos, un texto breve y jugoso, expositivamente claro
y al alcance del lector de a pie, escrito con sencillez y destreza en
el que se nos viene a decir que esa idea de anhelo de felicidad
consiste, básicamente, en saber escoger el sentido que le demos a la
vida. Y a lo que muchos filósofos dijeron al respecto, como que, en
ese camino de libertad, la amistad es fundamental y la educación es
prioritaria. Victoria Camps
añade la cultura, como verdadera autoayuda y esperanza. Para no
perdérselo.