Estamos
habitados, ocupados, somo seres plurales y siempre vivimos en
relación con ese mundo exterior que percibimos como seres corporales
y no solamente como mentes inquietas e insatisfechas. Ramón
Andrés (Pamplona, 1955) en sus
escritos místicos sobre el silencio, dice que el ser humano no sabe
justificarse sin un destino, sin un objeto, sin una idea que le
mueva, no puede existir en ese mundo sin la certeza de que está
facultado para oír más allá de lo audible, ni tampoco reconocer
que algo le está llamando a la espera de ser nombrado.
Pensar
es reflexionar, volverse hacia el sí mismo y hacia el origen y
sentido de la vida. Pensar es una experiencia que no deja las cosas
como estaban. Atreverse a pensar, estar atento a lo que nos rodea,
atreverse a comprender hacia dónde va el mundo que nos ha tocado
vivir tiene mucho que ver con el sentir de esta nueva obra
ensayística del poeta y músico navarro, de tan sugerente título:
Pensar y no caer
(Acantilado, 2016).
Andrés
es un escritor capaz de convertir un poema, una pieza musical, un
aforismo o una evocación en un tratado de reflexión. Para alguien
como él, habitante de bibliotecas, que precisa escarbar en los
libros para sobrevivir, predispuesto al silencio filosófico, a la
indagación del conocimiento, a estar solo en esa tarea que facilita
caer en la cuenta de que uno es ante todo, y muy íntimamente, la
relación que guarda con lo que ignora. Desde esa mirada suya
escrutadora y silenciosa, según descubrimos en su pensamiento, nos
acerca a temas de permanente actualidad para advertirnos que, al
distanciarnos de ellos, todo se aprecia mejor. Nada se halla
totalmente en lo que aparece como inmediato. El entendimiento, viene
a decirnos, procede de una contemplación y de una espera que lo
transforma todo en conocimiento y en experiencia.
Estructurada
en diez piezas, la obra recurre a la historia para interpretar
nuestros días, acudiendo al reclamo inicial del alimento, del pan
como historia social y conquista moral de un nutriente básico,
remanso del hombre hambriento, hasta acabar en el último capítulo
del libro que nos conduce a un lugar de reclusión, a la nada, al fin
último, como puerta de reflexión para inquirir qué hacemos aquí,
necesitados siempre de la finalidad de comprender el sentido de las
cosas y de la propia existencia.
Entre
este primer capítulo sobre el pan y el último sobre la inanición o
finitud, Andrés
evoca y esboza reflexiones sobre el cuerpo y la enfermedad, sobre la
exclusión histórica del hombre y la desazón de su desamparo, a
través de distintas fuentes de inspiración como la historia, la
música, el arte, la filosofía o el cine. El hombre y su
configuración animal subyacen a lo largo del desarrollo de gran
parte de las reflexiones que abordan los conflictos que le obligaron
a transhumar en busca de asentamiento. En el capítulo Europa
hay un alegato a cómo se fraguó e idealizó el humanismo y cómo se
propagaron las ideas del bienestar, la música y el pensamiento
frente al pavor de la guerra y sus nefastas consecuencias.
Pensar y no caer
es un libro fecundo en intenciones e ideas, un texto contenido y
riguroso, sin alardes, un ensayo legible y humanizado en el que el
lector se sentirá huésped de la contemplación y del asombro de lo
escrito. Es difícil hallar la verdad en tiempos en los que todo
puede ser verdad, advertía Stanislaw
Jerzy Lec.
Ramón Andrés
es de esos autores eruditos que indaga en las fuentes del saber, en
su esencia verdadera, en el detalle de su origen y transcendencia
para apartarse precisamente del peligro de la posverdad a la que
aludía el escritor polaco, tan frecuente en los días que corren.
Los
libros de Andrés
reafirman a los de otros maestros que le precedieron, como Montaigne,
Pascal o
Nietzsche,
para seducir y alumbrar nuestra curiosidad vital. Pensar, según él,
significa, casi siempre, apropiarse. Quien se precie del deseo de
esto mismo, en su obra encontrará afinidades y sabiduría.
Ramón
Andrés
nos convoca a reflexionar sobre el mundo de hoy con las armas del
pensamiento para resistir y no caer, para rearmarnos moralmente y
hacer frente al nihilismo imperante.
Pensar y no caer
es un estupendo ensayo que enseña a leer el mundo. La recompensa de
su lectura es altamente gratificante, tanto estética como
intelectualmente.