jueves, 16 de marzo de 2017

Cuentos malsanos

El miedo en el hombre es ancestral y arranca históricamente en el origen evolutivo de nuestra especie. Gran parte de los males que le suceden al hombre le ocurren por miedo. El corazón humano está lleno de angustia y pavor. El miedo es un lastre que nos aterra, que nos mengua y, con su perseverancia, nos devora. No hay más que leer la prensa o encender la televisión para acrecentar esa inquietud e inseguridad. El hombre tiene miedo a perderse, igual que tiene miedo a perder cosas. Hay como una amenaza invisible exterior que con frecuencia aflora y crece. De hecho, estamos viviendo, si es que no hemos vivido siempre en todas las culturas que se han sucedido desde que somos propiamente humanos, bajo el manto cultural del miedo.

Los cuentos reunidos en Entre malvados (Páginas de Espuma, 2016), el último libro de relatos de Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970), se centran en la época actual y giran temáticamente en torno a la violencia que ejercen los malvados sobre sus timoratas víctimas. El miedo es su arma de destrucción masiva. Las diez historias del libro muestran, desde distintos ámbitos de la vida, la progenie de la maldad y sus efectos. Son el miedo y la maldad los que conforman el binomio narrativo de la totalidad de sus relatos. El primero que abre la colección, Somos los malvados, y el último de ellos, Donde el Borgión se esconda representan el alfa y omega de ese tipo de violencia cotidiana que se inicia en los primeros años del niño, cuando la manipulación y el miedo se convierten en el sistema educativo implacable para reconducir su vida social. Estos dos cuentos son fundamentales para entender el tema principal que recorre el libro, y que se traduce en que, para que todo siga su curso y funcione como es debido, es necesario que nos asusten con ideas o con seres fantásticos, reales o inexistentes. El objetivo es el control de un individuo superior para conseguir el sometimiento, inducido por un miedo al daño indefinible.

El cuento es un género exigente que demanda un lector involucrado, y no un lector pasivo y distraído, algo que conoce y promueve con solvencia nuestro autor. Es más, según él, el cuento es por naturaleza una criatura que tiene apariencia engañosa y, después, puede resultar ser otra cosa. En estos relatos, el lugar desde donde el narrador se cita es tanto o más importante que lo que dice, porque esa mirada es la que postula el mundo cruel que pone a la vista del lector, sea en la violencia propia de las aulas, en una sórdida dependencia policial, en las postrimerías de la barbarie de un atentado terrorista, en la cabeza de un asesino célebre o en la trascendencia de enfrentarse al mítico monstruo ancestral dueño y señor de un extraño lugar al que cada joven ha de combatir.

Muñoz no pone límite al lenguaje para hacer visible la maldad en sus relatos, hasta el punto de conducir al lector al meollo de la experiencia turbadora que describe en sus historias y contagiarlo de esa cadencia hostil y exasperante que se precipita ante sus ojos. Su habilidad se refleja en narrar las angustias y vivencias obsesivas de sus personajes, exponiéndolos desnudos frente a sus verdaderas ataduras: el miedo, el dolor, la crueldad, el terror, la incertidumbre. El personaje ante ese despojo forjará, a su modo y manera, lo que quiere o debe o le obligan a ser la realidad trastocada por los que le amenazan. En todo ello hay como una herencia biológica de miedo y violencia que los padres entregan a su prole.

En cada relato de Entre malvados el lector percibe cómo cada historia se presenta ante él de diferentes hechuras para mostrar a sus víctimas y verdugos. El cuento Intenta decir Rosebud nos pone ante una inminente ejecución, a manos de unos terroristas, con toda su simbología: secuestro, humillación, martirio, miedo escénico... En Aguantar el frío, la labor policial en aclarar la desaparición de una niña de corta edad provoca la tensión y zozobra en el equipo de investigadores que lleva el caso, en un interrogatorio infame de maltrato y violencia, llegando a un clímax irrespirable de sometimiento y degradación para el sospechoso al que no le dan ninguna salida.

En los dos únicos microrrelatos de la colección, Modos de pasar la tarde y Pretty Girl, la atmósfera se condensa de manera perversa desde los confines delimitados del hogar donde el protagonista vive o desde un edificio abandonado y fantasmal apto para el crimen en el que vive el otro.

Las relaciones de padres e hijos también aparecen bajo ese círculo de violencia oculta y perpetua en el relato Los hijos de Manson, un cuento que contiene varias historias narradas en formato de crónicas reducidas extraídas de la historia real y familiar de sus protagonistas, como la del psicópata Charles Manson, el filósofo Rousseau o el dramaturgo y guionista Arthur Miller.

Estos cuentos, podríamos resumir, conforman en sí mismo un catálogo del mal, un tratado sobre la maldad y la violencia de lo que sucede con muchas de las personas que transitan por el mundo que nos ha tocado vivir, bajo ese manto de miedo consustancial que nos acecha permanentemente.

Entre malvados es un libro incómodo y nada complaciente, escrito con la garra y eficacia de un escritor curtido en este género narrativo tan exigente y complicado que requiere del atajo, y para desbrozarlo, como él mismo subraya en el prólogo de su anterior libro de cuentos El síndrome de Chéjov, no sirve el machete, sino la navaja.


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