Hace
unos años se publicó en España la novela El desierto y su
semilla (451
Editores), de
Jorge Barón Biza (Buenos Aires, 1942 – Córdoba, 2001), una
historia estremecedora y excepcional, publicada con anterioridad en
Argentina en 1998, en la que se conjuga literal y literariamente una
tragedia familiar a partir del relato pormenorizado de la
reconstrucción del rostro de una mujer. Casi siempre sigo las
recomendaciones literarias de mi admirado Vila-Matas y presumo
de no haber tenido, por ahora, ninguna lectura fallida de las
sugeridas por el escritor catalán. Fue tanta la curiosidad que me
sobrevino que hace más de un mes encargué esta única novela en la
carrera literaria de su autor. El pedido se resistía y la pasada
semana recibí un mail del distribuidor anunciándome que el encargo
estaba expedito y en breve lo recibiría. Este lunes me llegó
felizmente el ejemplar y me los embullí en una jornada.
El
desierto y su semilla arranca con el relato del episodio más
trágico de la historia del extraño matrimonio (padres del narrador)
en el transcurso de la última reunión antes de sellar el divorcio:
Arón (Raúl Barón Biza) lanza al rostro de su mujer, Eligia
(Rosa Clotilde Sabattini) el contenido de una botella de
ácido. Unas horas después, el ínclito criminal se pega un tiro en
la cabeza. Mario, el hijo de la víctima, se ocupará de los cuidados
clínicos requeridos para su madre. La historia deambula por Buenos
Aires y Milán, un derrotero obligado en la búsqueda de la
reparación del rostro calcinado de Eligia.
El
desierto y su semilla es una novela de formación, narrada
por su protagonista, el desamparado Mario. La publicación de este
relato fue recibida en Argentina como una obra mayor, y se convirtió
en una novela de culto por la crudeza de la historia y, sobre todo,
por el equilibrio y distanciamiento con que es relatada, a pesar de
lo autobiográfico del texto. Es ese distanciamiento sentimental
deliberado del narrador que se aleja, sin darle al lector indicios
sobre sus sentimientos, el que sostiene el tono narrativo propiciado
por el autor para acabar como mero observador. Barón Biza
escribió este libro único que le arrebató la posibilidad de
escribir otra cosa, como un exorcismo letal, hasta culminar tres años
más tarde, en septiembe del 2001, el último suicidio de su saga,
tras el padre, la madre y la hermana. El legajo de Jorge Barón
Biza es haber escrito un libro duro que indaga en la existencia,
en los rincones opacos del ser humano y a pesar del tono
desapasionado que exhibe, el lector percibe el estado lacerado del
alma del narrador que el propio autor se empeñó en ocultar, hasta
que la fatalidad de los genes se impuso al destino insorteable de la
vida. La novela, además, esconde una metáfora de la vida política
argentina y Barón Biza se ocupa en unas páginas memorables
de comparar la cara descompuesta de la madre con el país y con la
peripecia del cadáver embalsamado de Eva Perón, su
antagonista política.
Concluyendo:
El desierto y su semilla es
un libro emocionante, sobrecogedor, escrito con una prosa
clara y segura, mezcla de lirismo y lenguaje coloquial, que golpea al
lector con vehemencia. Una gran novela en la que la mirada del
narrador se muestra concentrada en la precisión de lo que cuenta, pero lo
innegable es que el relato reboza de pulsión narrativa, de lo mejor
que he leído últimamente; un hallazgo, una vez más, vilamatiano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario