Releer
a Vila-Matas es leerlo por primera vez, al menos eso sentí al
volver a su Dietario voluble: recordaba frases enteras
que tenía subrayadas en el ejemplar, reflexiones y citas de autores
que compartíamos, pero mientras duraba la lectura, los recuerdos
ganaban precisión, la novedad de la frase recuperada, la
contingencia de leer ahora, despues de cinco años, este diario
literario inclasificable, recobraba vida.
Supongo
algo parecido sucede siempre al releer, que por eso mismo releemos la
obra de un escritor admirado, porque estos fundamentos de admiración
se reformulan al regresar a sus textos y construímos recuerdos
nuevos que también parecen definitivos.
Enrique
Vila-Matas ocupa un lugar privilegiado en la narrativa española
y se debe en gran medida por ese dominio de lo diverso y ese hacer
creativo tan fértil y genuino suyo. Algunos críticos inciden en que
lo extraordinario de Vila-Matas es que hace ya tiempo dejó de
ser escritor a secas para convertirse en género literario. Y esto,
que parece un elogio exagerado, toma cuerpo desde Bartleby y
compañía, que también
releí: un libro efervescente de literatura y vida. Pero es aquí, en
Dietario voluble,
donde el barcelonés alcanza el punto álgido de su incesante
búsqueda de nuevos territorios literarios. Es en este cuaderno, que
abarca de diciembre de 2005 a abril del 2008, encontramos sus
anotaciones personales más entusiastas y reflexivas sobre su
universo literario y sus inquietudes creativas; una reelaboración de
sus artículos periodísticos publicados en El
País en una nueva
estructura más autobiográfica y salpicada con guiños a otros
diarios de autores de la talla de Pavese,
Gide
o Kafka.
Dietario voluble
es un libro que nos revela algunas claves sobre el escritor catalán
y su tarea literaria, y mucho más, porque esta bitácora es también
un libro de viajes, crónica y ensayo, un coctel muy sugerente que
ofrece estampas de escritores de su gusto, como Pitol,
Sebald,
Coetzee,
Magris...
Un libro sobre libros y escritores, sobre cómo un ser es capaz de
transformarse en otro extraño ser, enfermo de literatura. Esa
obsesión con los escritores le viene porque simpatiza con los
buenos, es decir, con los verdaderos, porque conoce lo difícil que
es ser un buen escritor, un escritor auténtico, que une literatura y
vida, que hace de la literatura un destino, como sus admirados:
Kafka,
Mallarmé,
Joyce,
hombres para los que la vida apenas era concebible fuera de la
literatura.
La
escritura, como vocación, nos viene a decir Vila-Matas,
no admite templanza, sino pasión: es el proceso de
escribir propiamente dicho el que permite al autor descubrir lo que
quiere decir, sin olvidarse de
advertirnos que: ningún escritor es bueno hasta que
aprende a corregir. Pero atención: tampoco corregir es tan fácil
como a primera vista puede pensarse.
Enrique
Vila-Matas ha dejado de
ser, desde hace ya muchos años, la gran incógnita de la literatura
española para convertirse en un autor de referencia obligada, que
rehuye la entrevista y los flashes y que milita en el territorio de
la soledad y el silencio, como apostillaba Bioy
Casares: los
escritores son interesantes por escrito y no por hablado.
Dietario
voluble, publicado por
Anagrama
en 2008 es un texto fragmentario formidable. Un libro que hace gala
de la esencia de un escritor único y diferente, propulsor de la cita
literaria, letraherido hasta las trancas y que, desde su fuero
interno, no soporta a los falsos escritores, porque para él, como
para Michon
y Meléndez Salmón,
la literatura no es un oficio, es una enfermedad y uno
escribe para intentar curarse porque está infectado.
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