sábado, 2 de abril de 2016

México lindo y revolucionario

Patrick Deville (Saint-Brevin-les-Pins, Loira Atlántico, 1957) es un formidable compañero de viaje. Como novelista, aparece como un reportero de ciertos momentos característicos del pasado, de épocas que surgen de un plan establecido por el propio autor. Todas sus historias parten de 1860 para acabar en la actualidad. En su periplo vital tuvo unos comienzos bastante novelescos por así decirlo, al igual que muchos de los personajes de sus libros. Su padre fue director de un hospital psiquiátrico y Deville vivió en dicho centro compartiendo zonas comunes y juegos, como un interno más. Viajero entusiasta e incansable desde su juventud, anduvo por Marruecos, Argelia, Nigeria. Más tarde, llegó a Nicaragua y Cuba, donde se instaló durante un tiempo. También merodeó por México y Vietnam. Fue agregado cultural en el Golfo Pérsico con tan sólo veintitrés años.

Si acudimos a toda su producción narrativa, Deville es un escritor que indaga en la historia para recrear la ficción de su universo y dar realidad a sus narraciones de forma bien documentada. No hay mayor interés en él que viajar al mundo lejano de los exploradores y aventureros que optaron por pisar tierras ignotas para desarrollar sus inquietudes y curiosidades. Repasando su producción, en Ecuatoria (2009) el protagonismo recae en el conde franco-italiano Savorgnan de Brazza, fundador de la capital del Congo, en Kampuchea (2011) será el francés Henry Mouhot, después en Peste y cólera (2012) le tocará al científico suizo Alexandre Yersin. Ahora, con la publicación de Viva (Anagrama, 2016), en una estupenda traducción al castellano a cargo de José Manuel Fajardo, se añadirá a estos tres valientes personajes de los libros anteriores, dos figuras expatriadas y controvertidas, el escritor británico Malcolm Lowry y el político revolucionario ruso León Trotski.

En Viva, el autor francés se adentra en México, un país en ebullición al que arriban hombres y mujeres perseguidos y artistas rompedores en busca de refugio, libertad, sueños y anhelos no consumados. Aquella década de 1930, México representaba un lugar notorio en el mundo occidental, al que se unía su clima de tolerancia y acogida, donde coincidieron políticos y artistas que propiciarían un foco cultural de relevancia mundial. En esta historia pertrechada por Deville se entremezclan a su vez historias de hazañas y de traiciones. Por las páginas de esta novela de no-ficción aparecen filósofos, pintores, fotógrafos, escritores, guerrilleros y asesinos, conformando un fresco vivo de la época.

En 1937, Trotski y su esposa desembarcan en Tampico, huyendo de las garras de Stalin. Allí les esperan Diego Rivera y Frida Kahlo que los alojarán en su casa. Por otro lado, en Cuernavaca, Lowry se sumerge entre el mezcal y las lavas de Bajo el volcán, su gran obra, que reescribirá cinco veces y concluirá en 1944, mientras lucha contra el alcoholismo y la fatalidad de su malvivir. Entre estas vidas paralelas confluyen, además de la pareja de pintores representada por Rivera y Kahlo, ya citados, otros personajes intermedios que pondrán todo su contrapunto emotivo y contradictorio al devenir vertiginoso de la historia: la bella fotógrafa Tina Modotti, el poeta y boxeador Arthur Cravan, el agitador B. Traven, el surrealista André Breton, el dramaturgo Antonin Artaud, el estrafalario poeta Maiakovski, Graham Greene, buscando materia para su novela El poder y la gloria, el guerrillero Sandino o Ramón Mercader, sicario estalinista que pondrá fin a la vida del proscrito Trotski con un piolet.

En esta selecta banda, rememorando un pasaje de Shakespeare en su obra Enrique V: “We few, we happy few, we band of brothers” (Somos pocos, somos pocos y felices, somos una banda de hermanos), todos tienen en común servir a una causa –dice Deville– y poner esa causa por encima de sus propias existencias. Algunos se convertirán en traidores y otros en héroes.

Viva pertenece a ese tipo de libro seductor y lúcido que atrapa a lectores curiosos dispuestos a explorar el funcionamiento del acontecer histórico y del conocimiento humano por medio del reportaje literario, en ese juego propio de la ficción capaz de plasmar la realidad de los hechos a través del pálpito de sus personajes. El estilo de Deville, en ese sentido, sigue en su línea, su escritura permanece ágil e intensa, nada superflua, aunque fragmentaria, sin apenas digresiones, ni diálogos inútiles.


Si Peste y cólera era de lectura fluida y cómoda, sin ser un libro fácil, Viva, en cambio, al ser más coral, erudito y ambicioso, es un texto más desafiante para el lector, le exige mayor tenacidad, pero al final su recompensa le resultará, seguramente, inolvidable.

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