En
el manifiesto de Hambre de realidad (Círculo
de Tiza, 2015), el
ensayista norteamericano David Shields
nos dice que los escritores de no-ficción imaginan, los de ficción
inventan. A diferencia del lector de ficción –continúa el
californiano–, cuya única tarea es imaginar, el de no-ficción
tiene que ir más hondo: imaginar y además creer. La ficción no
obliga a sus lectores a creer, pero sí parece insinuarnos una
pregunta retórica: ¿Y si esto pasara? En cambio, los buenos libros
de no-ficción, como este que traemos a esta bitácora de lecturas,
nos ofrecen una afirmación más compleja, que viene a decirnos, que
lo que estamos leyendo ha podido suceder así.
Todo
lo que pasa en Apóstoles y asesinos
(Galaxia Gutenberg, 2016), el último libro del novelista Antonio
Soler (Málaga, 1956), está
basado en una exhaustiva documentación histórica que nos traslada a
unos años negros, cruentos y conflictivos en la ciudad de la bombas,
como se le conocía a la Barcelona industrial de las primeras décadas
del siglo pasado, asistiendo estupefactos, como espectadores, a una
época mitificada del anarquismo en la que la violencia y la amargura
social perfilaban el verdadero telón de fondo de sus habitantes.
La
verdad, en un volumen denso e inclasificable como este, entre la
crónica novelada, la novela histórica y el relato de no-ficción,
no se consigue enumerando sucesos acaecidos en un contexto
determinado, sino que se logra cuando el lector alcanza la convicción
de que el escritor hace todo lo posible por implicarse con lo que nos
cuenta, sin ponerse del lado de sus actores. No importa qué les haya
ocurrido a los personajes que atraviesan las páginas del libro, lo
que importa es el sentido amplio que el autor le da a lo sucedido.
Para ello hace falta no solo imaginación y talento literario, los
que no le faltan a Soler,
sino solvencia, audacia y sobriedad de estilo, como pone bien a
prueba el autor de Las bailarinas muertas
(1996), cuando narra la vida, encumbramiento y muerte posterior del
héroe de su novela.
Apóstoles y
asesinos es un libro
amplio e intenso que aborda la fascinante y trágica vida de Salvador
Seguí, El
Noi del Sucre, un hombre
apasionado del anarquismo que más pronto que tarde será
traicionado. Autodidacta formado en los cafés anarquistas, Seguí
era un devoto de Nietzsche,
pero también un buscavidas instintivo de las calles, que conocía el
hastío de las capas más desfavorecidas de la ciudad y la necesidad
de conquistas concretas para la clase trabajadora. Predicaba
procedimientos moderados, lo mismo que Ángel Pestaña.
Su fuerza oratoria le valía para convencer a los congresistas
obreros de que los procedimientos revolucionarios eran erróneos si
no se reconducían por medio de la negociación. Pocas veces se ha
visto a un hombre alzarse con tanto arrobo y magnetismo sobre una
multitud. El Noi del
Sucre era un agitador
intelectual, un compañero consecuente, un baluarte, una bandera.
Todos sentían que aquel obrero, hijo de la miseria, era una parte de
ellos mismos.
Pero
en la Barcelona de El Noi
la vida humana y la delación tenían precio de saldo. De hecho, la
moderación que hubiera podido transformar a la CNT en un sindicato
respetable, tenía pocas posibilidades de prevalecer, cuando los
propios patronos podían aducir, con sus prácticas matonistas, que
el control de los moderados era precario, y que lo único que cabía
hacer con el sindicato era destruirlo. Muchos luchadores de la causa
obrera o simples trabajadores pagarían con la calderilla de sus
vidas el precio de sus ideales a manos de somatenes y sicarios de la
patronal o de la policía, infiltrados en sus células.
Apóstoles y
asesinos es una estupenda
novela comprometida con la verdad histórica del primer cuarto del
siglo pasado en Barcelona, sus luces y sus sombras, marcadas por la
vaguedad de los políticos, por la venganza y por la sangre derramada
de muchos inocentes.
Antonio Soler
firma un texto brillante y puntilloso por donde transcurre también
el desafío de vivir de mucha gente perseguida y hostigada bajo la
impunidad de los poderosos, obreros entusiastas que creyeron
ingenuamente en la transformación social imposible del momento,
acudiendo a la movilización permanente y libertaria enarbolada por
sus líderes, en un período trágico de nuestra historia pasada, que
trajo consigo mucho dolor, infamia y fracaso colectivo.
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